Iraníes e iraquíes combaten encarnizadamente por la ciudad de Basora
Fuertes combates continuaron librándose ayer en las cercanías de la ciudad iraquí de Basora, entre las fuerzas iraníes y el ejército de Irak. Ambos bandos claman victoria en los enfrentamientos y difunden elevadas cifras de bajas infligidas al enemigo y de prisioneros capturados en los combates. El primer ministro iraní, Mir Hossein Mussavi, reafirmó ayer que el objetivo último de la ofensiva de su país contra Irak es derrocar el régimen baasista que preside Sadani Husein.
Un círculo vicioso. Esta parece ser la situación bélica entre los combatientes de Irán y de Irak, que se enfrentan encarnizadamente en ambos territorios desde el pasado martes, fecha en la cual comenzó la operación Ramadán, iniciada por Irán. Ahora, cuatro días después, mientras los basidj iraníes se han adentrado veintidós kilómetros en Irak, controlan la guarnición de Zied e intentan cortar la importante ruta que une Basora con el extremo meridional de Fao, la aviación iraquí hostiga a su vez por el frente norte, bombardea ciudades como Hamadán, a trescientos treinta kilómetros de Teherán, e inicia por su parte una penetración en la provincia de Baktarán (antes Jermanshah).Pasa a la página 3
La población iraní sigue sin triunfalismos el desarrollo de los combates con el Ejercito de Irak
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Los frentes bélicos comienzan a moverse. En el reparto de papeles, la iniciativa corresponde en el Sur a Irán, que aprieta el cerco de Basora, capital portuaria y petrolera iraquí, mientras en el Norte, Irak desea demostrar que son sus tropas quienes protagonizan los acontecimientos.
Las autoridades de Teherán han calificado de "salvajes" los recientes bombardeos de la aviación enemiga, que el viernes costaron la vida al menos a noventa personas y heridas a más de seiscientas en Hamadán, importante base aérea emplazada al suroeste de Teherán. Toda la Prensa teheraní subraya que estos ataques se han producido el día en el que los iraníes celebraban la fiesta por la liberación de Jerusalén del "yugo sionista", de lo cual infieren que Irak respalda a Israel si es capaz de bombardear a los manifestantes anti-israelíes.
Un dato llama la atención en la capital iraní, y es la ausencia absoluta de euforia ante los acontecimientos militares. Para unos, ello obedece a que los objetivos de la operación han sido exagerados desde dentro y desde fuera, dando versiones desproporcionadas de lo que sucede. Para otros, no hay peor consejero que el triunfalismo, y la falta de euforia responde a la confianza iraní en sus bravos combatientes, que más tarde o más temprano conseguirán lo que se proponen.
Lo que los dignatarios iraníes parecen proponerse es forzar el derrocamiento de Saddam Hussein, presidente iraquí, pero no de un modo directo, sino a la espera de que la irrupción de los combatientes islámicos provoque en el interior de Irak un alzamiento generalizado contra el régimen baasista.
Por eso sus tropas, pese a las posiciones que van ganando, no parecen tener tanta prisa como algunos han pretendido darles. En Teherán existe la certeza de que una cosa es enfrentarse a Irak para desplazar a su presidente, y otra bien distinta granjearse todavía más la enemistad de la legión de Estados que desearían la destrucción del régimen del imán Jomeini.
Existe también en Teherán la misma conciencia de incomprensión internacional que ha caracterizado la corta, pero densa, historia de la revolución islámica. "En veintidós meses de guerra, cuando las tropas iraquíes nos habían invadido, no ha existido un ápice de preocupación internacional por lo que sucedía dentro de nuestras fronteras. Ahora que tratamos de dar a Saddam Hussein el escarmiento que su agresión anterior se merece, todo el mundo pone el grito en el cielo y se olvida de quién fue el primer invasor", asegura un teheraní, que repite los argumentos dados por las autoridades.
Compensación legítima
Lo cierto es que desde Teherán no se emplea para nada el término invasión para definir los hechos. Lo que sucede se entiende como una compensación legítima, como una respuesta a una iniciativa de Saddam Hussein que ha costado a Irán unos 120.000 muertos, decenas de miles de heridos, la destrucción parcial de su economía y la salida de las zonas de guerra de más de un millón y medio de iraníes.
Pero no sería de extrañar que el ritmo de los hechos experimentara en días sucesivos un cambio brusco. A la parsimonia observada en días anteriores puede suceder una fase de frenesí y de agitación en los frentes, tras el comienzo por parte de Irak de acciones bélicas de envergadura en áreas como la de Baktharán, o bombardeos como el sufrido el viernes por los habitantes de Hamadán.
Anoche, la agencia iraní Irna difundía una información en la cual se aseguraba que la aviación iraní hostigó fuertemente la región petrolera iraquí de Banamil, y añadía que las actividades se han visto allí súbitamente cortadas. En los frentes, Irán asegura haber destruido un total de 130 carros de combate o vehículos blindados.
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