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Un juez italiano, dispuesto a acabar con el comercio de niños en el sur del país

Juan Arias

Los recién nacidos se vendían a dos millones de pesetas. El tráfico ilegal se realizaba, probablemente, desde hace años en un lugar insospechable: en una clínica de gran prestigio, en el sur de Italia, como casi siempre. Se trata de la clínica Salus de las Termas de Telese, a unos kilómetros de la ciudad de Benevento, cerca de Nápoles. Los cuatro médicos y hasta la cocinera, una ex monja, han ido a la cárcel cuando los carabineros, gracias a la confesión de una joven, han descubierto el pastel.Que en el sur de Italia se venden los niños recién nacidos, lo saben todos. Es una plaga difícil de extirpar. Pero hasta ahora se trataba de negocios privados, hechos bajo cuerda, a veces en connivencia con mafia y camorra a bajo nivel. Esta vez no. El negocio se realizaba con médicos de alto prestigio, en una clínica famosa, con avales políticos regionales. El propietario de la clínica es el médico ortopédico, Donato Musto, hijo de un general médico del Hospital Militar de Caserta. Como copropietario figuraba su cuñado, Gennaro delli Paoli, director sanitario. Los otros dos eran el ginecólogo Alfonso Onofrio, que era asesor provincial de la Sanidad, y Benito Vicario, también ginecólogo que trabaja por libre.

A todos se les conoce una vida de lujo, con chalés y fincas. Con ellos han acabado también en la cárcel dos enfermeras. Pero lo más triste de esta historia es que estos médicos que se presentaban como muy creyentes, en realidad explotaban una de las heridas dolorosas de la ancestral cultura meridional: el miedo de las jovencitas que, quedándose encintas solteras, temen, como ha confesado una de ellas, que "las mate su padre".

En esta clínica Salus, se les quitaba a estas jóvenes el gran peso del fruto de su pecado. Se les aseguraba que no les iba a pasar nada, se les hacía el parto cesáreó para que no pudieran ver ni reconocer después a su hijo para "que estuvieran psicológicamente más libres" y se les, explicaba que a su niño lo iban a recoger "familias muy ricas" que los tratarían magníficamente. A las pocas horas, acogiéndose a una ley italiana, la madre declaraba que deseaba quedar en el anonimato. Después, cuando la joven vuelva a su casa, como si no hubiera pasado nada, en el ayuntamiento se presentaba un hombre que deseaba reconocer al niño. Los nuevos padres pagan a los médicos en billetes y se van con su nuevo hijo. A veces muy lejos, hasta Estados Unidos. Y si era poco este tráfico de niños, los médicos de la clínica Salus, como ha descubierto la policía, practicaba abortos clandestinos dos veces a lasemana. Y había cola.

Ahora que todo se ha descubierto, tiemblan las jóvenes hijas de pobres labradores o de familias muy modestas, porque sus padres podrían descubrir todo. Y tiemblan los padres ricos que compraron a sus niños, porque ahora podrían no sólo acabar en manos de lajusticia sitio, sobre todo, de nuevo "solos".

El juez que lleva todo el asunto ha declarado, sin embargo, que llevará el caso adelante "con gran sentido de humanidad". Y es que en este país, cuando se trata de "niños", a todos se les abre el corazón. Menos a los cuatro médicos que han ido a la cárcel, a los cuales, según la gente, "el ansia de dinero les secó el corazón".

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