Tiempo de Historia
La revista Tiempo de Historia no ha tenido mucho tiempo. Ocho años. 93 números. Dedica este último a la posguerra, a los cuarenta / cuarenta. Es un presente histórico en el que Teresa Pàmies danza la sardana del exilio, Qomo en un sueño catalán, y el gallego Castelao ilumina la represión con la linterna -sorda de Diógenes. Por entonces, siempre que se buscaba un hombre, era para fusilarle.Tiempo de Historia fue la revista que quiso hacemos conscientes, a los españoles, de que somos constitutivamente históricos, de que el hombre, más que alma, espíritu, presente o futuro, tiene historia. El hombre como animal histórico contra el hombre -¿équite?- como animal simbólico. Hermosa filosofía para una revista. Las revistas tan bellamente planteadas raramente llegan a los dien números. La lucidez es una cosa que no aguanta mucho. Eduardo de Guzmán es un periodista de la Historia, pero durante mucho tiempo tuvo que escribir novelas de aventuras para vivir. La aventura / desventura de España no le dejaban escribirla. Ontañón dibuja a la Xirgu, en Perú, exhibiendo un libreto que pone Mierda. Mañoz Suay o la clandestinidad como manera de no ocupar un lugar en el mundo. Azaña, cuando, como le recordara el otro, "era el señorito Manolo y bailaba con las criadas en las Vistillas, feo y misterioso". El niño pelón que uno fue, teniendo por conciencia / grillo un piojo verde que yo llevaba a Auxilio Social, todas las mañanas, para que me le diesen leche. Así fuimos saliendo adelante el piojo y yo. Hoy es mi id / ego lacaniano, pero empezó de piojo verde. Palabra.
Ezcurra / Haro. Qué buen invento de revista. Y se la han matado a la puerta de su casa. Miguel Delilbes, periodista de enton ces, contado por el periodista Delibes de hoy. Camilo José Cela, que fijó el Madrid / 40 en La Colmena, con una prosa donde la poesía es pura contención: lo tácito, lo que no se dice.
Fernando, Fernán-Gómez, carrozón y entrañable, se pregunta qué fue de aquella gente. Con el vecindario bombardeado y madrileño de sus ensayos de pubertad ha hecho una función confesional, porque eso del socialrealismo, o es autobiografía o es pasquín. Adolfo Marsillach ha contado también su posguerra en una función y la cuenta en el tiempo postrero de este número que hará historia. "Fue aburridísimo", dice. Diego Galán, que es niño, sólo recuerda que los cines eran calentitos. He cenado anoche con Guido Brunner, el embajador alemán, en la Embajada. Brunner es de la raza fina, confiada y pertinaz de los hispanistas, y ha sacado un libro sobre don Rodrigo Calderón (1577 / 1621) y la tortura y muerte inquisítorial que le dieron. José Antonio Rial representa en el María Guerrero La muerte de García Lorca. Quiere recibirme en su casa la familia del gran pintor Zuloaga, que llenó sus cuadros de toreros lívidos que toreaban ya muertos, bajo la alegoría nublada de España. Somos unos maníacos del dolor, tenemos cogido mucho vicio con la sangre. Tiempo de Historia era, es, una revista que, con altruismo en la memoria, con la imparcialidad que nace del dolor, que es la única posible, quería concienciar -como se dice ahora- a los españoles en esta realidad usadera de que el tiempo, aparte metafisicas, no es sino Historia, y que no debiéramos seguir ensangrentando nuestro tiempo. En Chamberí tuvieron casa / cuna la -Institucíón Libre de Enseñanza y el Opus Dei. Las dos Españas en cualquier plaza partida madrileña. Ocho años. De Tiempo de Historia, me refiero. Ni siquiera llegar a las cien representaciones. Noventa y tantos números. La noche española y surrealista de Picabia como broche que ripia para cerrar Tiempo de Historia. La Historia es tiempo humanizado, tíos.
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