El estilo moderno cubano
Cuba tiene hoy una de las compañías de ballet clásico más importantes del mundo; un espléndido Conjunto Folklórico Nacional; centenares de grupos menores y escuelas de danza por toda la isla; miles de bailarines profesionales y aficionados que hacen del más humilde espectáculo de barrio o del más rutinario show de cabaré una experiencia imborrable. Bailar es parte de toda fiesta y espectáculo de gran público, acaudillado por una vanguardia de aficionados.Por todo esto, resulta casi inconcebible el escaso nivel del programa que presentó en Madrid lo que es oficialmente el segundo conjunto de la isla, Danza Nacional, de Cuba, y que, constituye una notable decepción, no obstante las serpentinas en que acabamos enredados los espectadores en el carnaval final.
Danza Nacional de Cuba
Con Silvio, Michelangelo, Sulkary y Panorama. Teatro Español. Primer programa. 25 de junio.
Danza Nacional de Cuba tiene una historia, a larga -el núcleo inicial fue formado hace más de veinte años- y ha dedicado sus esfuerzos a la elaboración de un estilo propiamente cubano de danza moderna, tratando de fusionar la técnica de origen norteamericano y centroeuropeo con las raíces africanas y españolas de la cultura caribeña. Programa seductor, pero que, al menos en su forma actual -la compañía no parece estar en su mejor momento, con un cuadro numeroso pero escasamente brillante de bailarines y careciendo aparentemente de director artístico- está muy lejos de cumplirse.
Del primer programa ofrecido en el Español, dominado por las coreografías de Víctor Cuéllar -Con Silvio (por Rodríguez), Michelangelo (sólo para el David) y Panorama (de la música y la danza en Cuba desde el descubrimiento hasta nuestros días)se desprende que la técnica de danza moderna del grupo, que podría catalogarse como Alvin Ailey temprena, subescuela crispada, está sobre todo preocupada por desarrollar las extensiones y los giros y ha creado un estilo de líneas planas, carentes de expresión, impuestas y con escasa relación con el proceso dinámico. Tiende hacia un efectismo visual que, ajeno a todo sentido espacial y a una utilización expresiva de los conjuntos, se apoya casi exclusivamente en el recurso reiterado a la contorsión y la acrobacia y resulta, en definitiva, monótono y pobre.
Falta de entusiasmo
Excepto en algunos momentos aislados -como en la primera escena de Con Silvio, en que aparecen destellos de movimiento ligado entre las cuatro bailarinas- todos los ballets de Cuéllar sufren de una notable uniformidad, carencia de luz propia y sorprendente falta de entusiasmo y entrega en la ejecución, aparatosamente patente en los desabridos sones y danzones del final. Por otra parte, en esta última pieza, Panorama, se hacen tal cantidad de concesiones al público -sin por ello rozar siquiera la vivacidad y gracia de números equivalentes, aunque sin pretensiones, que cada temporada se montan, por ejemplo, en el cabaré Tropicana- que no caben en el escenario y han de desparramarse por el patio de butacas.La excepción, en esta decepcionante presentación en Madrid, fue hasta cierto punto el ballet Sulkari, de Eduardo Rivero, en que tres parejas negras bailaron una especie de fantasía de exaltación de la fecundidad con elementos de baile yoruba y arara que tuvo algo de fuerza y vida, aunque posiblemente más por la música, tocada en vivo por la orquesta de percusión que por la tan estilizada danza.
Babelia
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