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Crítica:LA LIDIA / LAS VENTAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Con la excusa del fútbol nos quieren echar de la plaza

Otro cartel como los que llevan anunciados estos dos últimos domingos en Las Ventas y tienen que llamar a la Guardia Civil para meter al público en la plaza. Los taurinos dicen que estos son los carteles convenientes cuando hay un Mundial de fútbol de por medio. Pero quizá sea al revés. Los taurinos todo lo entienden al revés. Con mundiales, seguramente sería oportuno reforzar la categoría de los festejos, para que la gente vaya a los toros, en lugar de empobrecerla, como vienen haciendo las empresas.El público está por los toros, por el fútbol y por todo lo que le sepa a bueno. Ayer el tendido de sol presentaba aspecto desértico, como es propio, pero la sombra acogía a buena masa de espectadores, con amplia representación turística, y si los espadas anunciados tuvieran algo que decir, la afición habría acudido también a la convocatoria.

Plaza de Las Ventas

20 de junio.Cinco novillos de José Luis de Vasconcellos, con trapío, mansos y nobles. 2º de Martínez Elizondo, bien presentado y noble. 32 devuelto por cojo; sobrero de Manuel Santos, con trapío y noble. Luciano Núñez: pinchazo hondo bajo (silencio). Dos pinchazos bajoslavisolotro pinchazo bajo y media (protestas y palmas cuando saluda). Roberto Bermejo: estocada perdiendo la muleta (ovación y saludos). Tres pinchazos y cuatro descabellos (silencio). Lucio Sandín: dos pinchazos y media atravesada (silencio). Dos pinchazos y estocada contraria que asoma (palmas). El banderillero Juan Espejo fue herido grave por el 6º Sufre cornada de 20 centímetros en región glútea, que fractura sacro y destroza músculo.

Es cierto que en los toros siempre hay emoción y peligro, aunque los novillos sean nobles, y ahí está, para lamentable muestra, la grave cornada que sufrió Juan Espejo en el último de la tarde. Sin embargo, son precisas, asimismo, unas garantías mínimas de calidad en el planteamiento teórico del festejo. Renunciar a ellas con la excusa del fútbol, es echar al público de la plaza.

Los toreros del domingo no ofrecían esas garantías, según se pudo comprobar, aunque les pusieron delante una novillada de lujo; seis ejemplares de buena casta, que llegaron al último tercio con una embestida lo suficientemente boyante como para bordarles el toreo. Pero ni por esas. Los llamados Luciano Núñez, Roberto Bermejo y Lucio Sandín, nos sometieron a la tortura de los dos pases, fabricados en serie hasta el infinito, y faltó poco para que nos hicieran doblar sin puntilla, con perdón.

Los turistas se salvaron de la tortura, pues los guías se los llevan de gira cuando termina el tercer toro, y cuando salía el quinto ya se había ido la mayor parte de la afición para no perderse el partido. Nos quedamos la presidencia, la música, don Mariano y cuatro más, en aquellos momentos con casi dos horas y media de espectáculo malo a cuestas, que ya es llevar.

Y, sin embargo, había en la novillada un interés especial, que sólo podían tener en cuenta los muy iniciados. Las reses anunciadas eran de la misma ganadería de aquel D'Assumpçao Coimbra, que lidió en esta misma plaza de Las Ventas una de las corridas más bravas que se hayan visto durante la década de los 70. La afición se preguntaba, durante años, con tenaz insistencia, por qué no volvían los Coimbra. Sin respuesta, naturalmente, pues por aquel entonces la empresa de Madrid tenía por norma no decir ni pio, todo le parecía secreto de estado. Hasta que se cansó de preguntar y seguramente a muchos les cayeron en el olvido los Coimbra de casta excepcional.

Y, de repente, para general sorpresa, han aparecido de nuevo en Las Ventas. Sólo que ahora tienen otro propietario, que se llama José Luis de Vasconcellos e Souza D'Andrade, que es nombre de campanillas para lucirlo en los salones. El señor De Vasconcellos e Souza D'Andrade trajo una novillada preciosa, sobrada de trapío, muy bonita de lámina, armada y astifina. El que abrió plaza era un ejemplar de acuarela, bonito en sus generosa y proporcionada cornamenta; cárdeno, salpicao, bragao, con unas tonalidades plateadas tan sutilmente repartidas que, en su corretear por el ruedo, daba la sensación de que tenía los contornos fosforescentes. Los demás también fueron buenos galanes, y con aficionados en el tendido, se les habría ovacionado de salida. De comportamiento ya no resultó tan buena la novillada, pues empezaban abantos y manseaban en varas, pero ya hemos dicho que a la muleta embestían de dulce. Esta boyantía nos permitió ver dos o tres verónicas suaves y unos naturales hondos de Sandín en el sexto, algún derechazo de Núñez o de Bermejo, y poco más, pues los tres parecían competir en vulgaridad.

El sexto le pegó una cornada a Juan Espejo cuando éste cayó a la salida de un par de banderillas. El novillo hizo por él y le caló. La tarde de aburrimiento acabó con sangre. Para este resultado final, mejor habríamos estado en el fútbol. Empezando por Juan Espejo.

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