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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bombas contra el CESID

LOS ATENTADOS perpetrados en Madrid en la madrugada del lunes contra cuatro locales vinculados al Centro Superior de Información de la Defensa tuvieron anteayer su continuación en Valladolid, donde otra oficina del CESID fue amenazada por una bomba simulada. Hasta el momento, ninguna organización subversiva de siglas conocidas o recién inventadas ha reivindicado, para emplear el eufemístico verbo de la jerga terrorista, esos comportamientos delictivos.Para dar con la clave de esos atentados es imprescindible averiguar, quiénes podían tener acceso al conocimiento de esas camufladas dependencias militares, mantenidas en una especie de clandestinidad legal, que sirven de infraestructura a los servicios de inteligencia y contraespionaje de las Fuerzas Armadas. Dado el carácter ultrarreservado de esos datos, la posibilidad de que los autores sean los grupos terroristas que habitualmente operan en nuestro país es tan lejana que puede ser descartada. Ni la selección de los objetivos ni la forma de llevar a cabo las acciones llevan la marca de ETA o de GRAPO.

Es razonable que la policía dirija sus investigaciones hacia las tramas negras de la ultraderecha, cuyas conexiones con partidos legalizados y complicidades dentro del aparato estatal quedaron de manifiesto en el juicio contra los asesinos de Yolanda González. Las labores de información, inteligencia y contraespionaje suelen poner en vergonzante relación a funcionarios públicos con ciudadanos que prestan su colaboración a los servicios oficiales por variadas razones. Aunque existen argumentos morales y políticos para escandalizarse ante algunas -o muchas de esas conexiones secretas, que degradan la dignidad de la cosa pública al poner al servicio de sus fines medios que contradicen los valores de un Estado democrático, es cierto que los servicios de inteligencia del mundo entero suelen contratar ayudas y adquirir servicios en los ambientes marginados de la delincuencia ordinaria o en grupos que disfrazan sus pulsiones agresivas y frustraciones personales bajo la cobertura del fanatismo ideológico. Ahora parece que esos vergonzantes colaboradores, en ocasiones, intentan subrogarse en las competencias de la función pública y son capaces- de desafiar a los órganos legales que los1abían contratado para realizar tareas subterráneas.

El Cuerpo Superior de Policía necesitaría, para alcanzar el éxito en su trabajo de investigación, que el propio Centro Superior de Información de la Defensa pusiera a su disposición las pistas y los indicios que pudieran llevar a conclusiones seguras sobre las personas en condiciones de tener acceso a la información reservada que hizo posible los atentados. Hay que averiguar, también, las razones de que esas bombas hayan sido explosionadas pocos días después de que se hicieran públicas las condenas del juicio del 23 de febrero y en la madrugada siguiente a la solemne inauguración del Mundial por el Rey. ¿Se trata de avisos, cuyo contenido y significado sólo estarían en condiciones de descifrar unos desconocidos destinatarios dentro del CESID? ¿Se trata del arranque de una campaña desestabilizadora contra la Monarquía parlamentaria, destinada a cerrar la pinza de la tenaza iniciada, desde el otro flanco, por ETA? La designación del coronel Emilio Alonso Manglano como director del CESID ha sido considerada por algunos analistas y observadores como una de las decisiones más acertadas del Ministro de Defensa desde el 23 de febrero y como el comienzo de una nueva etapa en los servicios de inteligencia -Militar y su respaldo de las instituciones democráticas. Nada más malignamente refinado que una operación, emprendida por antiguos colaboradores del CESID, para sacar a la superficie la infraestructura sumergida de los servicios de información, e intentar desprestigiar a sus responsables.

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