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La invasión israelí de Líbano

Mitterrand pide a Menájem Beguin el cese inmediato de los combates

"Francia pide solemnemente a Israel que se ponga fin sin demora a los bombardeos y a los combates en Líbano", anunció ayer un comunicado de la Presidencia de la República, en el que se agregaba que "ha decidido enviar un emisario al presidente libanés, Elías Sarkis, que acaba de formar un Comité de Salvación Nacional".La declaración de la Presidencia francesa coincide con la presencia en París del ministro israelí de Asuntos Exteriores, Itzhak Shamir, que a partir de hoy sera recibido por el presidente de la República, François Mitterrand, y por los ministros de Exteriores y del Interior, Claude Cheysson y Gaston Defferre, respectivamente.

Para los medios oficiales israelíes se trata de una "visita oficial" a Francia del jefe de su diplomacia, mientras que el Ministerio francés de Relaciones Exteriores habla de una "visita de trabajo". Esta valoración, ligeramente diferente, del encuentro Francia-Israel matiza las buenas relaciones que el mitterrandismo ha querido volver a establecer entre los dos países y que han sido empañadas por la invasión de Líbano por las tropas israelíes.

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Mitterrand, desde que llegó al poder, hace poco más de un año, en contra de la diplomacia del giscardismo tocante al conflicto árabe-Israelí, reafirmó que "todos los pasos en dirección de la paz son buenos", y por ello continuó reconociendo como válidos los acuerdos de Camp David.

Al mismo tiempo, no cerró las puertas a otras posibles negociaciones (al llamado plan saudí) y dejó claro que la solución del problema de Oriente Próximo debía pasar por la creación de un Estado palestino. Con esta política se situaba teóricamente en el centro de una posible mediación francesa, pues no rechazaba la estrategia norteamericana, ni la árabe, ni la israelí.

Mitterrand resumió su doctrina diciendo que deseaba hablar de igual manera a los dos campos. Y por ello fue a Arabia Saudí y después a Israel para poner en práctica ese lenguaje único: una patria para los palestinos y fronteras seguras para el Estado de Israel. Así quedaba "reequilibrada" la diplomacia gala respecto a la conducida por el giscardismo, más proárabe. La postura de Mitterrand fue calificada de "valerosa".

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