El Ejército israelí no tiene intención ocupar Beirut
A pesar de los mentís de Jerusalén, parece que las fuerzas israelíes, que han cercado Beirut a sangre y fuego, están decididas a obtener, si no la caída de la capital de Líbano, sí al menos la rendición de los barrios musulmanes donde se han refugiado los palestinos y donde se encuentra el cuartel general de la OLP.
"No tenemos ninguna intención de conquistar Beirut. Es una decisión del Gobierno". Esta promesa solemne de Ariel Sharon, ministro israelí de Defensa, fue hecha ayer, en el mismo momento en que la capital libanesa estaba completamente rodeada por las fuerzas hebreas y cuando los blindados israelíes se hallaban sólo a algunos centenares de metros del palacio del presidente Sarkis.No es la primera vez que se constatan divergencias entre las afirmaciones del general Sharon y los hechos sobre el terreno. "Sharon está convencido firmemente de que las palabras deben servir a los hechos de la guerra y no corresponder necesariamente a estos hechos", afirma un oficial de reserva, hoy historiador, que conoce bien al ministro israelí.
"Nosotros no estamos en Beirut para cambiar la situación política en Líbano", añade todavía, con soberbia, Ariel Sharon, en la misma entrevista difundida por la radio israelí. Y en el mismo tono, agrega: "Estamos decididos a que los sirios no puedan regresar aquí para dominar los asuntos de Líbano".
¿Declaraciones contradictorias? Eso importa poco a Sharon, apodado el bulldozer por sus amigos y enemigos. Sharon no ha ocultado haber viajado a Beirut algunas horas antes, donde se entrevistó con oficiales de policía cristianos y "otras personalidades cristianas" (alusión a Bechir Gemayel, interlocutor privilegiado del ministro de Defensa). Uno de los comandantes de las tropas israelíes en las afueras de Beirut, el teniente coronel S. Neuman, se ha declarado "emocionado y encantado" por la acogida "verdaderamente real" dispensada a los soldados israelíes por la población cristiana en los suburbios de la capital. En la comisión parlamentaria de Defensa y de Asuntos Exteriores, en la Knesset, el primer ministro, Beguin, se enfrentó, en una viva polémica, a los dirigentes laboristas Simón Peres y Abba Eban, que reprochaban al Gobierno haber permitido el bombardeo de ciudades y poblaciones civiles sin defensa.
"Cuando los terroristas se repliegan a los tejados o en los pisos de una casa, como lo hacen sin cesar, nuestras tropas no tienen elección", responde Beguin. "Y, sobre todo, no me hagan discursos morales. Durante la segunda guerra mundial, si les hubieran dicho que Hitler se encontraba en una casa, en compañía de veinte personas inocentes, ¿habrían ustedes dudado en destruir esta casa?", grita el primer ministro ante los diputados. "Demagogia y paranoia. ¿Quiere usted hacernos creer verdaderamente que en cada una de los centenares,de viviendas destruidas por nuestras bombas y proyectiles se escondía un 'Hitler' con uniforme palestino?", dice e diputado Yosi Sarid, abandonando la reunión. Según el doctoi Meir Pail, coronel de la reserva y uno de los líderes de la izquierda sionista, la guerra desencadenada por Beguin y Sharon "es, a la vez un crimen contra Israel, contra Líbano y un crimen contra los palestinos".
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