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Roger Molander: "En una guerra nuclear, los supervivientes sufrirían el mas completo. caos"

Este fin de semana, coincidiendo con la Conferencia de la ONU sobre Desarme, Nueva York será escenario de la ecolosión del pacifisimo norteamericano. Hoy se espera que medio millón de personas desfilen por esta ciudad contra el peligro de una guerra nuclear. Roger Molander, líder de uno de los movimientos antiatómicos norteamericanos, el Groud Zero, ha escrito un inquietante libro en el que plantea los riesgos de una conflagración nuclear. Su organización tiene como objetivo sensibilizar a la opinión norteamericana sobre los riesgos y las consecuencias de un conflicto de este tipo. Molander, que participó en las negociaciones SALT con la URSS bajo las administraciones de los presidentes Gerald Ford y Jimmy Carter, ha mantenido una conversación sobre este con nuestro corresponsal en Washington, en la que analiza la problemática del armamento nuclear.

"La situación en Teherán, en la mañana del 26 de abril, era muy tensa. Hacía una semana que un grupo de fanáticos izquierdistas habían asesinado al ayatollah Jomeini. Al borde de la guerra civil en Irán, Irak aprovechó para ocupar los pozos de petróleo del Golfo. Izquierdistas y fundamentalistas se reprochaban mutuamente la pérdida, acusando al Gran Satán de Estados Unidos de estar detrás de los iraquíes. El 22 de mayo, a petición de los iraníes, dos divisiones soviéticas cruzan la frontera para apoyar al Gobierno integrado por miembros del Tudeh, Partido Comunista"."El 24 de mayo, Estados Unidos, previa denuncia en el Consejo de Seguridad de la ONU, responde con el desembarco de un contingente de marines en el suroeste iraní. El 2 de junio, frente a la superioridad del Ejército soviético, que controla prácticamente todo Irán, el presidente de Estados Unidos decide usar bombas nucleares tácticas para cortar el paso de los rusos hacia los pozos petrolíferos del golfo Pérsico. El 5 de junio, los soviéticos replican con bombardeos nucleares de sus aviones Backfire, destruyendo el contingente de tropas americanas en el suroeste de Irán. Misiles nucleares submarinos destruyen la flota norteamericana en el área del Golfo".

"El debate público en Estados Unidos roza la histeria. El 7 de junío, la Unión Soviética decide la evacuación de sus principales ciudades. El 8 de junio, tras la evacuación de millones de norteamericanos, el presidente y su familia, junto con sus principales consejeros, abandonan la Casa Blanca hacia un destino desconocido. El 9 de junio, el presidente es informado de que submarinos soviéticos, equipados con misiles nucleares, se acercan hacia EE UU desde el Pacífico y el Atlántico".

"La Casa Blanca autoriza su destrucción, con uso de armamento nuclear si fuera necesario. Seis submarinos son eliminados en pocas horas. Los soviéticos, ignorando la advertencia de EE UU, contraatacan y lanzan, el 10 de junio, sus misiles intercontinentales contra las bases de cohetes ICBM norteamericanos. Simultáneamente, la Embajada soviética en Washington comunica al Gobierno norteamericano que. cualquier represalia contra ciudades soviéticas será seguida del lanzamiento de la totalidad del potencial nuclear soviético contra ciudades estadounidenses".

"Al cabo de una hora, el presidente de EE UU es informado de que unos diez millones de norteamericanos han muerto instantáneamente y que otros cinco millones morirán de las heridas. Todos los submarinos nucleares norteamericanos, el 20% de la fuerza de misiles intercontinentales y 150 superbombarderos -en dirección hacia la URSS- han escapado al ataque soviético".

"Un largo mensaje del presidente norteamericano a su homólogo soviético ofreciendo un alto el fuego y detallando las consecuencias para ambos países y el mundo entero si continúa la guerra, recibe una respuesta positiva de la URS S. Es el 13 de junio..."

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"Ese mismo día se abre un interrogante hacia la destrucción total o hacia una paz lograda a un alto precio para la Humanidad".

Los extractos del relato pertenecen al libro La guerra nuclear, ¿qué representa para usted?, escrito por el norteamericano Roger Molander, inspirador del movimiento Ground Zero (Nivel Cero), movimiento destinado a la sensibilización y educación pública del riesgo de guerra atómica.

Roger Molander, ex negociador de los acuerdos SALT bajo las administraciones Nixon, Ford y Carter, explica en su libro que bastarían dieciocho bombas de un megatón cada una para destruir Nueva York y a sus diecisés millones de habitantes.

" Cualquier dictador puede tener su bomba atómica"

Una ciudad donde este fin de semana se ha concentrado, precisamente, el movimiento antinuclear norteamericano. Un movimiento que reúne a decenas de organizaciones dispares, que moviliza a millonarios y a obispos, a profesores y a estudiantes. Un movimiento de incalculable impacto político en el futuro estadounidense, al ser el fenómeno popular más significativo desde la época de la guerra de Vietnam.Pregunta. ¿No es un poco fantasía el escenario para una guerra nuclear descrito en su libro?

Respuesta. En absoluto. La versátil situación política internacional cambia inesperadamente. Los tres escenarios para una eventual guerra nuclear descritos en mi libro -Oriente Próximo, Europa, el Caribe-, o una falsa alerta corresponden a los escenarios potenciales que los generales del Pentágono o los miembros del Consejo Nacional de Seguridad reconocen como vías posibles para el desencadenamiento de una guerra atómica.

La crisis de las islas Falkland (así denominan siempre los norteamericanos las Malvinas) pueden conducir a una guerra nuclear. Los británicos cuentan con dichas armas. Muchas fuentes piensan que los argentinos las tienen también. Pueden implicarse otras potencias con armamento nuclear, con Estados Unidos del lado de los británicos y los soviéticos apoyando a los argentinos.

P. ¿Es el riesgo de la proliferación nuclear imposible de frenar en un mundo donde la simplicidad de fabricar una bomba atómica, como usted expone en su libro, está prácticamente al alcance de cualquier país?

R. Es evidente. La problemática del armamento nuclear no se plantea sólo a nivel de las grandes potencias, aunque sean las que cuentan con mayor potencial y la eventual tentación de utilizarlo en caso de crisis. Pero, tal como van las cosas, prácticamente cada dictador del mundo podrá disponer de su propio arsenal atómico, como intenta, por ejemplo, el coronel Gadafi.

P. "Mejor morir al instante que sobrevivir a un ataque nuclear", cita usted, con visión apocalíptica. ¿Cuáles serían las condiciones de vida para los supervivientes?.

R. Después de la segunda guerra mundial quedaron prácticamente intactos los recursos naturales, la energía, el agua, los campos. Pero, en una guerra atómica, la contaminación del medio ambiente, del aire, del agua, la radiactividad, la destrucción de las comunicaciones, la ausencia temporal de toda autoridad y gobierno sembrarían el más completo caos entre la población superviviente. Las enfermedades derivadas de los bruscos cambios climáticos, el aumento de la temperatura solar, todo quedaría modificado de manera irreversible.

P. Entonces, ¿el programa de 4.200 millones de dólares que la Administración Reagan espera destinar a la defensa civil es utópico?

R. Es ridículo. En primer lugar, porque sólo podría beneficiar a las personas que viven más cerca de los refugios, sin contar el caos que se organizaría en caso de evacuación por alarma nuclear. Por otra parte, los datos por satélite con que cuenta la Unión Soviética convierten en inadecuados los planes de refugios, ya que pueden estar perfectamente localizados de antemano. En 1962, el pueblo norteamericano rechazó el plan de defensa civil, y pienso que ahora ocurrirá lo mismo. Es una fantasía.

"La negociación es la única alrernativa"

P. ¿La única salida es, pues, la negociación hacia el desarme nuclear?R. Efectivamente. No hay otra alternativa. Una negociación permitiría formalizar las intenciones de cada parte para realmente detener esta carrera de armamentos. Pero la cuestión central es: ¿podemos crear un clima de confianza entre el Este y el Oeste, entre el Norte y el Sur, para, primero, frenar la escalada de las armas y reducir los arsenales de las grandes potencias, y, en segundo lugar, limitar la proliferación nuclear?.

La historia demuestra que es improbable que así suceda. Otro aspecto problemático es la falta de contactos regulares entre los presidentes de las dos superpotencias para tratar de temas tan delicados. Naturalmente que los expertos se reúnen periódicamente en Ginebra, pero las conversaciones sólo pueden evolucionar positivamente sobre la base de buenas relaciones políticas entre ambas partes.

P. ¿La última propuesta del presidente Ronald Reagan, en su opinión, va en este sentido?

R. Bueno, en realidad, Reagan propone una reestructuración de las fuerzas nucleares soviéticas, lo que permitirá, en un sentido muy distinto, la reestructuración de las fuerzas nucleares norteamericanas. Por otra parte, las negociaciones llevarán años, muchos años, antes de dar resultados concretos, si tenemos en cuenta que se tardó dos años para negociar los acuerdos SALT I y otros seis para negociar los SALT II, nunca ratificados para el Senado norteamericano. Pero yo creo que, en estos momentos, el sentimiento del pueblo estadounidense quiere resultados más rápidos y concretos.

P. ¿Acepta usted, exegociador, de los acuerdos SALT bajo las Administraciones Nixon, Ford y Carter, que los SALT II están muertos?

R. Sería como aceptar que uno de mis hijos ha muerto -dice Molander, sonriente-. Personalmente, creo que, aun sin reconocerlo oficialmente, de alguna manera tanto soviéticos como norteamericanos tienen en cuenta y respetan los principios de los SALT II. De ahí a considerar que el Senado aprobará alguna vez el tratado sobre limitación de armas nucleares me parece que hay mucho trecho, que es muy improbable, sobre todo bajo esta Administración.

P. Hasta ahora, todas las negociaciones en temas de armamento nuclear han sido llevadas bilateralmente por las dos superpotencias, dejando completamente de lado a los países europeos, aun cuando sus habitantes pueden ser las primeras víctimas de una. guerra atómica. ¿Cree usted que, en el futuro, podría incluirse a los europeos en las negociaciones de desarme?

R. Obviamente, para ser completas, las negociaciones deberían incluir en su día a británicos, franceses y, por qué no, también a los chinos. No en vano los soviéticos argumentan con frecuencia. que gran parte de su arsenal de misiles de alcance medio existe en función de la defensa contra China. Pero, en el estadio actual, creo que es mucho más efectivo limitar las negociaciones entre Washington y Moscú.

"Votar a los candidatos partidarios del desarme"

Molander, con su pelo rizado, un tanto a lo Einstein, valora el sentido político del hecho, riéndose cuando le pregunto si le mueven ideales izquierdistas o comunistas, como le acusan los detractores del movimiento Ground Zero (Punto Cero), en honor del punto exacto donde explosiona una bomba atómica.R. Creo que será un tema muy importante de debate en las próximas elecciones al Congreso y, seguro, dominará también la campaña para la elección presidencial de 1984. Pero Ground Zero no se alinea detrás de ningún partido político, aunque sí aconseja votar a los candidatos partidarios de un proceso de desarme nuclear, sean demócratas o republicanos. Por otra parte, aunque el objetivo sea el mismo, pienso que hay una gran diferencia entre los movimientos antinucleares en Europa occidental y el movimiento norteamericano. Ground Zero es, básicamente, un proyecto educacional sobre el problema nuclear, para sensibilizar e informar a la opinión pública, a fin de que pueda participar mejor en el debate político que comporta.

Rodeado de dibujos con caricaturas de Carter y Breznev y otros temas alegóricos a las negociaciones de desarme, o a la carrera de armamentos, Roger Molander concluye insistiendo en el carácter privado del Ground Zero, financiado por suscripciones populares o por los ingresos de su libro, que figura en las listas de best sellers desde que fue lanzado, hace un mes, con motivo de la semana dedicada al citado grupo, que movilizó a millones de norteamericanos, inquietos ante el riesgo de una guerra nuclear nada utópica.

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