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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El ANE y las movilizaciones

LAS MOVILIZACIONES convocadas en los últimos días por las centrales sindicales en aspectos tan genéricos como el empleo o la negativa a la mayor flexibilización de las plantillas han coincidido en el tiempo pon el primer aniversario de la firma del Acuerdo Nacional sobre el Empleo (ANE). La casi absoluta indiferencia de los trabajadores a seguir de un modo decoroso el plan de movilizaciones previsto y las protestas advertidas en la única concentración apreciable dentro de ese plan contra el ANE dan ocasión de interrogarse acerca de lo que ha supuesto el pacto social firmado por el Gobierno, la patronal y los sindicatos a seis meses de su anunciado final.El ANE fue presentado por la Administración como la pieza maestra de su política económica en un momento de excepción como el que supuso el inmediato entorno del 23-F. Se vendió por todo lo alto el binomio sustentador de la filosofía del ANE: descenso del poder adquisitivo de los trabajadores a cambio de la generación de un número de puestos de trabajo que, de modo superficial, fue cuantificado en 350.000. Es decir, casi por primera vez se introducía en la vida oficial del país la necesaria solidaridad con el parado, que podría dejar de serlo a condición de que los empleados fijos rebajasen su nivel de vida.

La necesidad de insuflar dosis de optimismo en una sociedad amedrentada por la rebelión militar justificó que el ANE se presentase, sin matizaciones, como una vacuna contra el paro. Un año después, según se acerca la fecha de rendir cuentas, las cosas no son tan fáciles. Se ha cumplido la primera parte de la premisa -la reducción del poder adquisitivo-, pero el desempleo acaba de sobrepasar la barrera psicológica de los dos millones de parados y nadie se atreve a predecir cuándo se congelará dicho incremento.

Tanto el Ministerio de Economía como portavoces del partido socialista y de UGT transmiten la posibilidad de que el compromiso de empleo firmado en el ANE se cumpla. Y, con rigor, ello es más que probable. El acuerdo, en sus primeras líneas, dice que se hará efectivo el compromiso de mantener a finales de 1982 la misma población asalariada ocupada global que la existente en el momento de la firma. "Este compromiso", se escribió, "supone la estimación de crear del orden de 350.000 nuevos puestos de trabajo, al objeto de recuperar la posible caída del empleo en este período. La encuesta de población activa del primer trimestre del año aporta la cifra de 40.000 puestos de trabajo perdidos, y éstos y los que se acumulen de aquí a diciembre son los que hay que crear, a fin de dar cumplimiento al acuerdo.

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Pero aún aceptando el hecho del cumplimiento del ANE en lo que a creación de puestos de trabajo se refiere, el saldo general cara al mantenimiento del empleo parece muy pobre para las aspiraciones de los trabajadores. Esta puede ser una de las explicaciones de la falta de respuesta que los sindicatos han tenido a su llamada a la movilización, en favor del cumplimiento del acuerdo, durante los tres primeros días de la semana (sin descartar la división en los objetivos de CC OO y UGT y la falta de voluntad política de ambos sindicatos de sacar a la gente a la calle).

Si los líderes sindicales no mejoran sus posiciones cara a sus propias bases electorales, si el movimiento sindical no es fortalecido de forma urgente y rápida, la próxima negociación colectiva se verá envuelta lo mismo en la dureza que en el caos. La verdad es que los trabajadores de este país han visto reducir su capacidad adquisitíva por debajo del crecimiento de los precios en los dos últimos años, y que las espetactivas de inversión y generación de empleo siguen siendo muy pobres. La falta de atención a las movilizaciones de esta semana son probablemente un síntoma del cansancio ante lo que muchos consideran una excesiva generosidad sindical. También de la duda de que a través de los pactos firmados se logre un relanzamiento general de la economía que permita invertir el signo de las cifras de paro. En este ambiente de descrédito la demagogia y el oportunismo pueden hacer fácil mella. Una rectificación de la política de rentas y empleo que no cuente con la participación de unos sindicatos poderosos amenaza con destruir los logros de pacificación social que este país ha visto consumados en los últimos tiempos. Las organizaciones de empresarios, y el gobierno, deben ser conscientes, ahora que es aún tiempo de enmendar errores, dela magnitud del problema. Lo mismo que los fideres sindicales que ven a las masas escapar hacia posiciones marcadas lo mismo por el egoísmo particularista que por la razonada protesta ante la situación que padecen.

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