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'Cumbre' en Versalles

Francia presentará hoy un detallado plan para relanzar la economía mundial, en la reunión de los 'siete grandes'

Los presidentes de Estados Unidos y Francia, Ronald Reagan y François Mitterrand, mantuvieron ayer en el Elíseo un almuerzo de más de dos horas de duración, en el que trataron de acercar sus divergentes posturas de cara a la cumbre occidental, que comienza hoy en el palacio de Versalles entre los siete países más industrializados de¡ mundo occidental. Reagan y Mitterrand conversaron "muy francamente, pero sin profundizar", según un portavoz estadounidense, del conflicto de las Malvinas, Centroamérica y Oriente Próximo, pero fueron incapaces de llegar a un primer consenso sobre los temas económicos prioritarios de la agenda de la cumbre.

"El almuerzo ha sido muy distendido, pero no hemos profundizado en los temas clave", declaró Reagan a la salida del Elíseo. "Nuestro propósito ha sido repasar a grandes rasgos todos los problemas que hacemos frente", dijo, por su lado, el socialista Mitterrand. Ambos coincidieron en que este primer encuentro, que fue continuado en una cena en la Embajada norteamericana, trataba de acercar posiciones allí donde fuera posible, pero la primera impresión es que tanto Reagan como Mitterrand van a centrar hoy, cuando se abra en el decimonónico palacio de Versalles la octava cumbre occidental, el ya cotidiano enfrentamiento entre las estrategias que para salir de la crisis se patrocinan desde ambas partes del Atlántico y que se ha visto ampliado con la llegada al Elíseo de un presidente socialista.Detallado plan francés

Frente a las propuestas elaboradísimas que Reagan se ha traído a bordo del Air Force Number One, el presidente Mitterrand sorprenderá hoy a sus colegas de Canadá, Reino Unido, República Federal de Alemania, Italia, Japón e incluso al mismo Estados Unidos con todo un plan de 45 puntos para salir de la recesión económica. El plan, del que se desconocen los detalles, se basa en una clara estrategia de relanzamiento de la economía occidental, que, como es de suponer, contradice todas las recetas neoliberales y monetaristas de Reagan.

El programa de Mitterrand para salir de la actual crisis busca precisamente poner punto final a toda una estrategia monetarista y de restricción, que ha caracterizado la política económica occidental desde la cumbre de Ranbouillet (1975), y abrazar, en este sentido, un camino que permita crear empleo para los casi veintiséis millones de desocupados que existen en los siete países que hoy acuden al cónclave.

Lo que el presidente francés va a proponer a sus colegas es, nada más y nada menos, que la abdicación de las recetas de contención monetaria, que impiden, por culpa del alto valor del dólar y de los elevados tipos de interés, la práctica de una política de estímulo económico. Para Mitterrand, decía ayer el diario Le Monde, la base de la estrategia occidental no debe descansar en las fuerzas del libre mercado, sino que, por el contrario, "el motor debe estar en el progreso social", en la creación de un ,,espacio social amplio, en el que todo el mundo tenga trabajo".

Es evidente que, para los norteamericanos y algunos de sus aliados (especialmente la señora Thatcher), estas fórmulas de los socialistas franceses van a sonar a una música tan celestial como inaceptable, y es previsible en este sentido que el ambicioso plan de Mitterrand quede delimitado a un bello gesto del estilista Mitterrand.

Porque si ésta puede ser la hojarasca de la cumbre, el presidente Reagan ha dejado bien claro a su llegada a París que el objetivo norteamericano es "hacer comprender a los europeos que es necesario una mayor dosis de paciencia y comprensión" para entender el dilema económico norteamericano.

Agresivo plan norteamericano

Aunque esta frase pueda indicar que Reagan estará a la defensiva en la cumbre de Versalles, frente a las peticiones europeas para que Washington modifique su actual política de altos tipos de interés y de presión al alza sobre el dólar, el presidente norteamericano ha traído a París un agresivo plan para imponer a sus aliados una nueva política de dureza en el tema de proteccionismo comercial y, sobre todo, en las relaciones con la Unión Soviética.

El problema del proteccionismo, junto al de los créditos a la exportación, es un delicado montaje de la Casa Blanca para responder con peras cuando se les hable de manzanas. Washington mantiene que uno de los principales obstáculos a la recuperación económica occidental se centra en las barreras arancelarias, que, tanto la CEE como Japón, tratan de levantar para defenderse en un momento de recesión económica global.

Si bien Washington está en lo cierto en el caso japonés (Tokio ya ha anunciado una serie de medidas para abrir sus fronteras, que, curiosamente, sólo benefician a Estados Unidos), los representantes europeos en la cumbre no lo tienen tan claro. No obstante, es previsible que los siete, en aras de la cooperación, decidan aquí dar un empuje a las interrumpidas conversaciones sobre reducción de tarifas aduaneras, y no se descarta incluso que se abra una nueva serie de conversaciones para el desarme comercial, tipo Kennedy round o a las posteriores negociaciones de Tokio.

Aquí, el presidente de la Comisión Europea, Gaston Thorn, que, por vez primera, enviará una representación a la cumbre, en la figura del presidente del Consejo Comunitario, el primer ministro belga, Martens, ha hecho una propuesta interesante. El líder de la comisión quiere que Europa intercambie con Washington concesiones tan concretas como la aceptación de la política norteamericana de endurecer las relaciones con la URSS por una serie de medidas estadounidenses de intervención en el control de la cotización del dólar en los mercados mundiales.

Con ello, argumenta Thorn, se evitaría una gran confrontación entre Europa y Estados Unidos. Los siete, además, crearían un comité de consulta en materia de política monetaria, que les permitiera una mayor coordinación de sus esfuerzos individuales para salir del estancamiento general que padecen sus respectivas economías.

Todas estas cuestiones fueron tocadas ayer por Mitterrand y Reagan a lo largo de la jornada franco-americaría que ha precedido a la cumbre. Ninguna de ellas fue profundizada, en espera del inicio de las 23 horas de conversaciones oficiales en el castillo de Versalles, pero los dos presidentes se complacieron en la reafirmación de lo positivo de su diálogo.

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