_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Taurofilosofías

Su emocionante no a la rendición, el magnífico aguante final de su combatividad y de su casta, embistiendo ya muerto a las telas, de uno de los toros de José Luis Ambel lidiados en este San Isidro, me devuelven el gran lema vital y literario de Hemingway -"ser destruido, pero no vencido"- y, de aquí, me remiten al rastreo de Andrés Amorós Los toros en la literatura, inserto en el último tomo del Cossío.Es el de Amorós un trabajo largo, de indudable importancia, en el que alguna referencia, sobre todo no española, me falta (quizá porque ya se dio en volúmenes anteriores) y alguna otra se me queda algo corta. Por ejemplo, y aunque el joven ensayista cita de pasada el nombre de su autor al ocuparse de Bergamín, creo que el texto Intermedio taurino, de P. L. Landsberg, merecía un comentario específico.

Discípulo de Scheler y huido a París al tomar el poder los nazis, aquel pensador terminó al fin sus días en un campo de concentración. Su filosófico parangón entre la vida del ser humano y la lidia de un toro bravo coincide en su segundo postulado con la aludida divisa de Hemingway: cualquier lucha contra la muerte es, de antemano, un fracaso, y el esplendor de esa lucha no puede estar en su resultado, sino en su dignidad. Como el toro, remata Landsberg, "el hombre nunca desespera mientras vive, pero la certidumbre de una posible victoria sólo se encuentra en la vida cristiana". Acordes o no con esta última y amortiguadora conclusión, lo que nos cae en total certeza es la rigurosa calidad del texto de Landsberg y el buen concierto de su contenido metafísico con el conocimiento vivo que de la corrida demuestra y que debió de adquirir en sus dos viajes a Barcelona, donde dictó unos cursos monográficos.

En igual línea idealista y en nutridos parajes de su España virgen, el estadounidense Waldo Frank edifica con el tema taurino un majestuoso montaje cultural, en el que comparecen desde Dionisos y Príapo hasta Cristo en el Calvario y la Virgen (genial y semanasanteramente llamó Alberti dolorosa grana al toro en el último tercio) y desde las Danzas de la vida y la muerte hasta la equiparación de la corrida a "símbolo completo del acto sexual", en el que "el toro es macho, y el torero exquisito, incitando y recatándose, dominando los arranques del toro con disimulada pasión, es la hembra". Pero, bueno, quién diría que del humanismo superpacifista, del mismo Rousseau iba a surgir un elogio a los toros, que, en su opinión, "contribuyeron no poco a vigorizar la nación española" (!)?

Pedro Caba se remonta al hombre prehistórico para sopesar el ceremonial taurino, al que acaba de declarar como una forma de cultura, con largas resonancias religiosas, psicológicas y étnicas. Y si Leopoldo Azancot, parafraseando un tanto a Borges, ve en la lidia el mito de Teseo y el minotauro, el brasileño Osman Lins, en sus inocentes y excelentes escritos taurinos sanfermineros, también se remonta a una pensativa antigüedad de anfiteatros y liturgias, a un universo ritual llevado en Francia a grado máximo, respecto a lo taurino, por René Char en poesía y por Montherlant en estudios y obra de creación.

De nuevo. entre españoles, Guillermo Sureda, Alvaro Fernández Suárez y el pintor Ramón Gaya, bien en libros o en textos breves, han llevado lejos y con buen pulso diversas tesis de pensamiento sobre la fiesta mortal. Y en el terreno político-filosófico, Jean Cau se las monta por todo lo alto al negar una afiliación de derechas a los toros, de los que urde una apología en todo opuesta a las pocas cuanto adversas líneas que el ya mentado simurg Jorge Luis Borges dispensa a las corridas en el prólogo a mi libro El viejo país.

Cierto que todo lo aquí señalado -briznas o dilatados textos- no ha caído fuera del atento y bien escrito trabajo de Amorós; algo de ello aparece en él, y otros algos ya deben haber sido tenidos en cuenta por los precedentes tomos del Cossío. Pero quede aquí este apresurado puñado de memorietas, mientras la feria madrileña aborda su tramo final.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_