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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los negocios del balompié

EL MUNDIAL-82 aspira a ser un memorable acontecimiento deportivo y un gran espectáculo futbolístico pero, por ahora, es tan sólo una fuente de oportunidades para hacer buenos negocios y lograr suculentos beneficios. La interpelación socialista sobre el fraude que desde las Federaciones de fútbol se ha venido haciendo al Tesoro público (ver EL PAIS de 29 de mayo) puede quedar reducida a la anécdota frente al trasiego de millones que el campeonato mundial depara. El gobierno tiene la experiencia y la información suficiente respecto a los tinglados monetarios del deporte -y bien valdría que cuidara de manera más severa por evitar abusos y despilfarros- a cometer en las próximas semanas al hilo del balompié. Sirvan de ejemplo algunas de las curiosas y aleccionadoras historias que suceden entre los bastidores del Mundial y de las que únicamente existe una información confusa e insuficiente.Una empresa multinacional domiciliada en Mónaco, Rofa Sport, contrató en su día tres de los principales renglones de ingresos que origina el Campeonato: los derechos de retransmisión por televisión de los partidos, la publicidad estática en los campos en los que se disputarán los encuentros y la comercialización del campeonato. La contrapartida fue el pago de más de 6.000 millones de pesetas a la FIFA. Según algunos, el accionista mayoritario de esa afortunada empresa monaguesca sería el señor Dassler, propietario también de la compañía de prendas deportivas Adidas, marca que utilizarán más de la mitad de los países participantes en el Mundial-82, entre ellos España. Otros, sin embargo, susurran que Dassler es simplemente amigo, asesor, consejero técnico y testaferro de su compatriota Hermann Neuberger, vicepresidente de la FIFA, presidente de la comisión del Mundial-82 y presidente de la Federación de Fútbol de la República Federal de Alemania

En cualquier caso, Rofa Sport cedió sus derechos para la comercialización del Mundial a la Sociedad Monegasca de Promoción Internacional, la cual, a su vez, los subarrendó a la empresa West Nally. La madeja de contratas, concesiones y sublicencias no resulta fácil de desenredar ya que Patrick Nally, uno de los mayores accionistas de la West Nally, fue quien firmó anteriormente, con su nombre y apellidos, los contratos originales con la FIFA en representación de Rofa Sport. Pero la confusión no acaba aquí ya que, según algunas informaciones, Patrick Nally sería el titular de un 20% de las acciones de la Sociedad Monegasca de Promoción Internacional. El misterio de esta muñeca rusa no posee otra explicación razonable que la interpenetración de capitales e intereses de las empresas, trinas sólo en apariencia, que oligopolizan los negocios del Mundial-82. Los enigmas, sin embargo, continúan. Al parecer, el pasado 31 de dicembre, al caducar el contrato firmado con la Sociedad Monegasca de Promoción para comercializar el Mundial-82, la West Nally ha quedado fuera del negocio mundialístico. Lo único cierto, en cualquier caso, es que esa catarata de cesiones de los derechos contratados con la FIFA habrá dado origen a suculentas e innecesarias comisiones.

La publicidad estática del Mundial-82, que adornará las bandas y los graderíos de los campos de juego, ha sido vendida a diez empresas multinacionales: Coca Cola, Cannon, Seiko, J.C.V. (televisores), Fuji (material fotográfico), Metaxa (licor griego), Reynolds Winston, Iveco (camiones italianos), Ellesse (marca de prendas deportivas, a la que está ligado José Emilio Santamaría seleccionador nacional español) y Gillette. Rofa Sport había pagado a la FIFA por la concesión original de la publicidad estática 2.400 millones de pesetas pero ha obtenido, con esta operación de reventa a las diez grandes marcas comerciales, casi mil millones de pesetas de beneficio limpio de polvo y paja. Rofa Sort también adquirió de la FIFA, a un precio superior a los 200 millones de pesetas, los derechos de televisión para Estados Unidos y Canadá, países que no pertenecen a ninguna de las organizaciones televisivas continentales en la que están integrados los demás países. Pero este negocio no resultó tan redondo porque RTVE recordó que, dado que sus técnicos, cámaras e instalaciones harán posible que en Estados Unidos y Canadá se reciban las imágenes de los partidos del Mundial-82, no podía quedar al margen del asunto.

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La comercialización del Mundial-82 merece un capítulo aparte en lo que a España se refiere. West Nally y la Federación Española de Fútbol acordaron en su día constituir una empresa dedicada a comercializar el Mundial-82 en nuestro país. Esta compañía se llama Ibermundial y se constituyó con un capital de 200.000 pesetas, repartidas en partes iguales entre West Nally y la Federación Española, cada una de las cuales cedieron una acción a Luis Izquierdo, actual consejero de esa Sociedad Monegasca de Promoción Internacional que ha sustituido a West Nally en el negocio, y a Benito Castañeda, actual Tesorero de la Federación Española, que pasó a ser presidente de Ibermundial y que ha dimitido irrevocablemente de su cargo hace mes y medio. La Federación Española, al constituir Ibermundial, se aseguró unos beneficios de 129 millones de pesetas y, además, un porcentaje en las ganancias de la empresa. Pero el asunto de las entradas a los campos de fútbol es seguramente el renglón mas enrevesado de esa historia. Raimundo Saporta, presidente del Comité Organizador del Mundial-82, tomó buena nota de las experiencias del Mundial argentino de 1978 y de la Eurocopa italiana de Naciones de 1980, en la que el cemento relució demasiado en los campos de juego. El plan ideado para evitar un fracaso en los aforos ha sido vender las entradas del Mundial-82, destinadas al extranjero, en paquetes turísticos, que incluyen obligatoriamente, además de las localidades, el viaje y la estancia en España. Saporta creyó que este procedimiento solucionaría los problemas de alojamiento e impediría que algunos hoteleros aprovecharan la presencia de turistas desorientados para elevar abusivamente los precios. Vano empeño. Los precios han sido abusivamente subidos de forma oficial, y cualquier hotel de lujo cobra ahora 16.500 pesetas diarias por una habitación que hace sólo un par de meses costaba menos de la mitad. La empresa Mundiespaña, constituida por un pool de agencias españolas (Wagons Lits, Marsans, Ecuador y Meliá) y de cadenas hoteleras (Entursa, Husa, Meliá y Hotasa), se hizo cargo en exclusiva de la venta conjunta de viajes, alojamiento y entradas. La nueva compañía pagó por esta exclusiva, que afectaba primero al 40% de las entradas del Mundial-82 y luego al 50% de las localidades, 166 millones de pesetas.

Mundiespaña, al pagar 166 millones de pesetas por la exclusiva de la venta de las entradas del Mundial-82 en el extranjero, precisa conseguir beneficios por otros cauces que no sean la venta de localidades, cuyo precio oficial no admite otro recargo ni modificación que el habitual de la reventa (20%). Obviamente, gran parte de las ganancias procederá del resto del paquete turístico, esto es, de los viajes y los alojamientos, razón que explica el exorbitante aumento de las plazas hoteleras para los próximos dos meses. Nadie puede saber de antemano si el Mundial-82 será un éxito deportivo. Pero es ya seguro que la competición futbolística ha quedado prendida en las mallas de organizaciones extradeportivas casi despóticas. La irritante sensación de estar siéndo manipulados por una artera red de intereses económicos en torno al campeonato se extiende cada vez más entre los aficionados, y no sólo extranjeros. Claro que si bien se mira la historia ya había comenzado con el deleznable Naranjito.

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