Paso, con dolor, del Ecuador
Doce festejos cumplidos, doce. Doce tardes de religiosa peregrinación. Doce paseíllos sentidos, otros doce que nos han de ver y, hasta ahora, doce esperanzas frustradas. Dicen los aficionados a las estadísticas que hemos pasado el Ecuador de la Feria de San Isidro. Tal ocasión motivaba, en tiempos de estudiante, jolgorios y bailes, sorteos de cestas con jamón y, si los hados eran propicios, justas poéticas en las que el ganador del certamen danzaba con la madrina del curso.Aquí, el único que ha conseguido sacar a bailar a la madrina es el empresario de la plaza de Madrid. Chopera se ha llevado al centro de la pista, en los salones de la Diputación Provincial, a la dama del PSOE, mientras la rival, UCD, se comía las uñas en la fila de sillas junto a la pared.
Extrañas parejas hace la política, cierto es. De siempre era la izquierda la que reivindicaba los valores morales de la fiesta nacional, la que cuidaba la aplicación estricta de los cánones, siempre en defensa de la clase aficionada, mientras la oligarquía, las derechas, eran tolerantes, jaleaban a Paquirri, se hinchaban a comprar claveles y puros y preferían una vara a las tres reglamentarias.
Ahora se han cambiado las tornas. Es UCD (o sea, la derecha), la que ha alzado la voz por creer que los reglamentos se vulneran, que los contratos firmados se incumplen. En la Diputación, y en materia taurina, la derecha ha hablado en nombre del que paga, y la izquierda, en uso legítimo de su mayoría, ha defendido al que cobra, al empresario.
Chopera, impasible, asegura que las denuncias de UCD en la Diputación sobre incumplimiento de contrato en el arrendamiento de la Plaza de Toros de Las Ventas no le preocupan. "Es un asunto político". Y en verdad lo es. El resultado de la confrontación, sin embargo, no exime al empresario de su parte de responsabilidad en todo el asunto.
Nada de esto preocupa, por supuesto, a Pepi Fernández López, la cabeza rubia mejor peinada de la plaza, que vende claveles desde hace dos años a los habitantes de barreras y contrabarreras y, excepcionalmente, al personal de los tendidos. Pepi ha tomado el relevo joven a las veteranas claveleras de Las Ventas. Una de ellas tuvo la desgracia (o la fortuna, quién sabe), de morir en la propia plaza, hace un par de años, al dar un traspiés en una de las estrechas escaleras, con una flor roja entre las manos. La otra lleva treinta años ofreciendo pétalos en racimo, con la misma sonrisa en los labios. Pepi hará lo mismo, y seguirá vendiendo claveles rojos o blancos, depende, (dieciocho, veinte docenas liquida cada día), a Augusto Algueró, a Andrés Pajares, a José Antonio Escudero o a El Pipo, que sigue paseando su amargura y su libro por la plaza.
Babelia
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