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Ceuta, Melilla y Gibraltar planean sobre el mutismo oficial marroquí

A pesar del evidente interés que despierta en Marruecos la guerra de las Malvinas y la gran atención con que se sigue en Rabat su evolución, el Gobierno marroquí guardó hasta ahora un mutismo absoluto. Sus medios oficiales de información se han esforzado además por presentar los hechos desde una posición de estricta neutralidad informativa.La opinión pública marroquí, no cabe duda, está, sin embargo, en cuerpo y alma con Argentina, y los argentinos, en todo caso, parecen percibirlo así a pesar de la ausencia de una postura oficial marroquí.

El Estado de ánimo real de Marruecos se explica porque al fin y al cabo mantiene vivo un importante contencioso territorial con España a propósito de Ceuta y Melilla y los peñones de la costa norteafricana, y nadie en este país se inhibe de establecer un paralelismo triangular Malvinas-Gibraltar-Ceuta y Melilla.

Las fuerzas políticas marroquíes consideran que la presencia española en esas ciudades es de origen colonial, y en consecuencia, tan anacrónica como el Reino Unido en las Malvinas o Gibraltar. No deja de ser simbólico, aunque indirecto, que el ministro de Asuntos Exteriores, Muhamed Bucetta, declarara el viernes, en un acto conmemorativo del octavo aniversario del fallecimiento del padre del nacionalismo marroquí, Allal el Fassi, que "todo el pueblo marroquí ha jurado, junto con Su Majestad el rey, defender y preservar el mapa de Marruecos tal como lo concebías tú, oh Allal".

Si el juramento aludido por el ministro se refería a la Massirah durante la marcha verde, de defender la marroquinidad del Sahara occidental, y caben serias dudas de que el soberano marroquí suscriba hoy el mapa de Allal el Fassi en relación con determinados territorios argelinos o de Mali reivindicados, lo que no ofrece ninguna ambigüedad es que sí lo asume repecto a Ceuta y Melilla.

No solidarizarse públicamente con Argentina supone dejar la oportunidad de proclamar indirectamente que para Marruecos el uso de la fuerza para solucionar problemas de este tipo en determinadas circunstancias puede ser legítimo.

Pero apoyar públicamente a Argentina sería maltratar los principios de política exterior de la monarquía alauí que proclaman la preferencia por la negociación diplomática de los problemas internacionales y rechazan el uso de la fuerza.

Aunque los españoles puedan considerar con ironía esta pretensión recordando la marcha verde de 1975 sobre el Sahara, lo cierto es que Marruecos entiende que todos sus problemas territoriales, comenzando por el de la orientación de la independencia, fueron siempre abordados con espíritu negociador.

Parece claro que el rey Hassan II, con toda su atención concentrada en la importantísima partida que juega en el Sahara, no quiere resucitar inoportunamente la reivindicación de Ceuta y Melilla. Menos aún desea la aparición de una corriente de oposición que en los últimos tiempos se pregunta sobre la utilidad para Marruecos de asociar la solución del expediente de Ceuta y Melilla a la de Gibraltar por España, y que ha solicitado su planteamiento "aquí y ahora, y por los únicos medios que el colonialismo español conoce y respeta".

En cualquier caso, y en lo que a España respecta, las próximas elecciones legislativas podrían llevar a una nueva etapa en las relaciones entre España y Marruecos si algunos vaticinios que dan como ganadores a los socialistas, o en todo caso partícipes en cualquier futuro Gobierno español, se cumplen.

El contencioso sobre Ceuta y Melilla podría, en ese caso, convertirse en la bienvenida marroquí a un eventual equipo socialista español en el Gobierno de Madrid, una alternativa de la que parecen estar convencidos en las altas esferas del poder en Marruecos.

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