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El Papa finalizó ayer su visita a Portugal con referencias al paro y al sindicalismo libre

Juan Arias

El papa Juan Pablo II finalizó ayer su visita a Portugal. Su último encuentro con los portugueses tuvo lugar ayer en la ciudad industrial de Oporto, y fue dedicado al mundo obrero. A ellos dedicó su discurso ante un público, como desde el primer día de este viaje, numeroso y festivo. El Papa había llegado con mucho retraso porque el buen tiempo que le había acompañado desde que llegó al aeropuerto de Lisboa el miércoles pasado le impidió ayer tomar el helicóptero militar y tuvo que viajar en tren.

Las gentes, en Oporto, salieron a las calles desde primeras horas de la mañana como quien se encamina hacia una gran romería. Se respiraba aire español -concretamente, de Galicia- en el ambiente, en los trajes y en los cantos de su folklore.El último mensaje, de los tantos dejados en estos días en tierra portuguesa por Juan Pablo II en su encuentro con los obreros, momentos antes de tomar el avión para Roma, fue singular.

"Recuerdo aquí, como en otras ocasiones", dijo Juan Pablo II, "la bienaventuranza evangélica: felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos; los que tienen bienes deben abrir su corazón a los pobres con un cambio interior, sin el cual no se alcanzará nunca un orden social justo y estable".

Y agregó: "Los que no poseen bienes tienen también que aprender a vivir en pobreza de espíritu, para que la miseria material no les prive d e la dignidad humana, que es siempre más importante que todas las riquezas"

A esta última categoría pertenecía la mayor parte de las personas presentes, ya que el mismo Papa, en su discurso, citó un documento de los obispos portugueses en el que se dice, entre otras cosas, que "una grave crisis de paro está creando en Portugal situaciones intolerables en el plano personal, familiar y social".

Dijo también el Papa que la creciente afirmación de la civilización capitalista tiende a deja en segundo plano la dimensión subjetiva del trabajo; hoy es la máquina quien impone el ritmo al hombre, sin dejarle tiempo para nada, aseguró.

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De la actividad sindical, el Papa dijo: "Sindicatos libres, sí; pero nada de reivindicaciones sociales a través del odio y de la violencia, porque el cristianismo exige que se ame a todos los hombres, incluso en el momento de la lucha por los propios derechos". Para Juan Pablo II, la doctrina social católica no piensa que los sindicatos sean una estructura de clase de la sociedad, como tampoco un exponente de la lucha de clases que inevitablemente gobierna la vida social.

En el santuario de la Virgen de Sameiro, en Braga, pronunció un largo discurso sobre la familia, un tema muy candente en este momento en Portugal, tras haber sido presentado al Parlamento por los comunistas un proyecto de ley a favor de la interrupción legal de la maternidad.

En esta cuestión, Juan Pablo II ha sido más bien blando,aludió al problema, pero sin citar la palabra aborto, e incluso impresionó a muchos de sus oyentes de aquellas tierras tradicionalmente conservadoras cuando dijo que "Dios no deja de amar a los que se separan, ni tampoco a los que han iniciado una nueva unión irregular; por eso", añadió después el Papa, la Iglesia no excluye de su preocupación pastoral a los cónyuges separados o nuevamente casados".

Afirmó, sin embargo, que de la defensa de la familia "depende el futuro del hombre, y aunque esta familia está amenazada, sobre todo en el mundo rico de la civilización material, sigue siendo la gran esperanza del mundo".

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