Miguel Ríos: un espejo que ve
Nuevo triunfo de Miguel Ríos en el madrileño Palacio de Deportes. Una noche, la del pasado jueves, que quedará como la más bulliciosa, alegre y seductora de entre de las fiestas de San Isidro de este año. El recinto, con algunos cristales rotos, está archilleno.Misteriosamente, los boletos de entrada aparecían repetidos. Y el grupo Los Amantes de Teruel era inaudible a causa de los primeros empujones en el foso, los tiras y alojas por un mismo espacio, el vendaval de cuerpos empeñados en rellenar un hueco hasta la asfixia. Víctimas de este prólogo situacional, los teloneros anuncian: "Pronto saldrá Miguel Ríos, que es a quien habéis venido a ver".En el Palacio había de todo: adictos al ritual del rock, curiosos contagiados por el eclecticismo isidril y, sí, unas docenas de cafres en plan bronca que un día lograrán, entre cogorzas ácidas y ahumadas de exhibicionistas pueriles, ese incidente gordo que aguarda la opinión pública más retrógrada par que resucite lo represivo: las cargas, las redadas y la baba relinchante que permanece en rescoldo. Frente a esa levadura, otro tipo menos legal o más insensato que Miguel Ríos pudo armarla. Pero nuestro rockero andaluz, además de ser el espejo musical de varias generaciones, sabe ver. Y doma el panorama sin malas artes, a base de jovialidad de la buena.
Hay paz. Pasó el vídeo; el estruendo de Black is Black y la amenaza del mejillón como futuro de la humanidad también pasaron. Se ha agotado el entremés de los puñetazos por un quítame allá esas patas. Rojinegro y sonriente, Miguel Ríos vuelve a darnos la bienvenida: "Bienvenidos al concierto, /gracias por estar aquí. / Vuestro impulso nos hará seres eléctricos. /Ayúdanos a conectar, /sólo por ti el rock existirá". Comienza el sueño espacial, la voz de la armonía, el vuelo feliz.
Cuando ni En busca del arca pardida resiste la ocurrencia de verla por segunda vez, Miguel Ríos reinventa la frescura, borra del recuerdo de su memorable y reciente concierto en el Pabellón Deportivo, del Real Madrid. Y poco importa que desfilen los temas familiares: Generación límite, Un caballo llamado Muerte, Buscando la luz, El blues del autobús, Santa Lucía, Banzay, Rocanrol Bumerang, Al Andalus, Nueva ola, Lua, Lua, Lua, Himno a la alegría... 0 los ajenos, retomados por él con vigor propio: Sábado a la noche, Mueve tus caderas, Rock and roll en la plaza del pueblo, Maneras de vivir... La fiesta rezuma novedad. Los músicos intervienen con perfección y ganas. La luz y el sonido se desbocan de dicha. Miguel Ríos redobla su fe de vida. El incendio ha sido -imaginativo, bautismal. la gente abandona con pereza la caverna. Dejan todos a un amigo comprensivo, afable, cumplidor, el único tal vez que consigue cantar con una voz más de ellos que de él mismo. Una voz que conecta con la de la conciencia, con la del talento y con la de la fértil generosidad.
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