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Eduardo Arroyo abandona la etapa de pintar 'Ia obsesión de España'

Abre en Madrid una muestra de 20 años de su obra

El pintor madrileño Eduardo Arroyo, exiliado y residente en París desde 1963, abandona hoy su etapa de "pintar la obsesión de España" con la apertura de la exposición que recoge veinte años de su obra (1962-1982), instalada en las salas ampliadas Pablo Ruiz Picasso, en los bajos de la Biblioteca Nacional (Paseo de Recoletos, 22). La primera exposición completa que presenta en su país incluye 104 pinturas, ocho cerámicas y ocho esculturas en bronce, salidas ayer de una fundición madrileña. El próximo mes de octubre ocupará el Centro Pompidou, de París, con sus últimos cuadros, una serie sobre la ciudad en crisis, un nuevo cambio de su pintura impregnada de biografía.

La presentación de veinte años de pintura de Eduardo Arroyo en Madrid, después de exponer algunas obras en 1963 y 1977, provoca en el artista un cierto sabor amargo y la decisión de participar en la vida cultural española, ya iniciada con su cartel para el Mundial y la escenografía para La vida es sueño, de Calderón, en el montaje de José Luis Gómez. En su disperso trabajo, como artista y escritor, "para descansar de la pintura y volver a ella", acaba de publicar en Francia una obra de su pasión por el boxeo, una biografía del boxeador Panamá al Brown."Esta exposición", declaró ayer Eduardo Arroyo, "me crea una nueva contradicción, con mi deseo de integrarme en la vida creativa de este país cuando no he podido o querido exponer mi trabajo, lo que ha creado una serie de equívocos, incluso patéticos. Mi primer alejamiento de España fue en 1958, un deseo de salir de una época atormentada, de pobreza cultural y censura. París define mi vocación artística al comprender que a través de la imagen me puedo comunicar, se crea, el contraste con la realidad desde fuera y una politización hasta el punto de ruptura voluntaria y luego el exilio forzado. Con el cambio político quiero integrarme en la vida cultural y con esta exposición termino con este periodo traumático".

Dentro de la historia del arte español contemporáneo, la obra inicial de Arroyo, que se puede recorrer en la exposición, se sitúa en la tendencia de la nueva figuración o neofiguración, como reacción al "momento sectario informalista", aunque el pintor no sé reconoce en ninguna escuela determinada, al admitir que su obra es "muy contradictoria, con grandes saltos, un trabajo sin protección ni red". "Realizo mi trabajo a salto de mata, lo que demuestra mis contradicciones. He pretendido no luchar contra mi propio estilo, que sea reconocible no en la manera de pintar sino en la manera de decir de una forma más eficaz".

La pasión por la imagen

Arroyo se considera muy picabiano cuando afirma que "en el cuadro puede ocurrir de todo". "He utilizado muchas astucias para decir una serie de cosas o ilusionarme al pensar que las decía. En mis cuadros está presente mi gran pasión por la imagen, la fotografía, el documento, el pastiche, toda una serie de juegos y trucos para introducir una imagen con una cierta posibilidad de palabra".Frente al desconocimiento de su obra, unida a un pasado polémico y al exilio, el pintor desmiente que su pintura fuese política. "He pintado la obsesión de España, que tiene una presencia continua y total, y esa España que yo he pintado era necesariamente política. La gente ha confundido esa obsesión, que para otros artistas puede ser las formas o el eros. Creo que he sido el retratista de una obsesión personal. Cuando la obsesión ha sido menos fuerte se produce un despegue y me ha interesado problemas más generales, de nostalgia, de emigración, de exilio. Mi trabajo, de carácter representativo, está impregnado de biografía, lo exterior condiciona mi obra. En este sentido, algunas personas me han dicho que mi pintura se ha dulcificado, está menos ligado a la realidad española, pero esta realidad ha cambiado. Hoy, la situación de España se modifica y modifica mis pulsiones, es una mutación total y muy interesante y deseo no reivindicar las cosas' anteriores, un mundo que hoy no me interesa".

Las obras expuestas proceden de colecciones de Francia, Holanda, Bélgica, República Federal de Alemania, Suiza, e Italia, y sólo un cuadro permanecía en España. Las cerámicas pertenecen a los años 1969 y 1976, con una serie dedicada al tema de Churchill pintor, que se complementa con cuadros, y otras con el símbolo de España en el extranjero. Las ocho esculturas, sobre el torna del deshollinador, en bronce, presenta la ambigüedad de su imagen. Están recién salidas de la fundición. El artista juega con. la vestimenta y su significado en las distintas culturas, víctima o verdugo, portador de buena suerte. La última obra de Arroyo, que no figura en la muestra, presenta un nuevo cambio radical. Se titula Toda la ciudad habla.

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