JR
Bien sabe el curioso lector que no soy dado a comentar programas de televisión, por lo que eso supone de pereza periodística, de filosofía casera (la televisión ha sustituido al viejo calendario de cocina: es un calendario que se mueve) y, mayormente, porque no veo televisión.De Dallas creo haber visto un solo episodio, rafagueado por la lejana tertulia de la casa en que me encontraba de visita. Pero se comenta tanto la serie, y sobre todo a JR, su protagonista (se ha llegado incluso a utilizarle como recurso para un anuncio inmobiliario), que uno, sociólogo de cenas y de colas, ya va haciéndose a la idea de lo que pueda ser JR y su familia.
La industria yanqui de la subcultura hace mucho que pasé el paso a nivel de la moral simplista y pionera, en el cine, mediante el cine negro, que supone una tácita sublimación de malo. La televisión, medio casero, electrodoméstico que moraliza en nombre del Estado, de la Iglesia o de las grandes firmas anunciantes, ha tardado más en pasarse a la estética del mal. (Esto lo explicaría mucho mejor que yo el lúcido / centrífugo Juan Cueto.) Y no creo que la estética del mal, dominante en Dallas sin ningún provecho para la estética ni para el mal, la haya adoptado la televisión del mundo y de Robles Piquer por apertura-del-hombre-abierto, muy de nuestro tiempo, ni por improbables influencias de Baudelaire en un medio ágrafo. Creo, sencillamente, que la televisión, como el cine, se ha lanzado a vender el mal, como antes vendía el bien, por la falta de imaginación y de recursos.
El cine tan disminuido económicamente por la televisión (como la novela lo fuera por el cine), sólo es superior a la tele en una cosa: hace mucho que se ganó la libertad de cantar el mal, más fascinante y rentable que el bien. Ahora vuelve a estar de moda A pleno sol (Anagrama), una novela de malo que dio lugar a uná bella película de Alain Delon. Ante semejante provocación, el grancapitalismo, estatal o no, que comercia con imágenes, ha decidido vender mal, mucho mal, todo el mal junto en una saga familiar y mediocre que la España que espera al Papa Wojtyla está consumiendo fruitivamente (el mal es más fruitivo cuando se espera a un Papa).
Dijo André Gide (ellos no lo saben) que con los buenos sentimientos sólo se hacen malas novelas. Ellos, como no han leído a Gide, también hacen malas novelas con los malos sentimientos, y eso ya sí que es condenable no sólo por los que Antonio Gala ha llamado críticos culones", sino por el Papa mismo. Estoy seguro de que ante los Papas, inteligentes como seguramente son, la inteligencia siempre será una atenuante. Lo que no se puede perdonar es el mal de los tontos, el mal de JR, sus guionistas y sus Robles Piquer. La sacralización del mal siempre ha estado latente en sociedades que practican la moral del éxito, pero ahora todo se ha sutilizado, se ha "sofisticado", como dirían quienes no saben decir, y las mundovisiones nos presentan a JR y sus incestos (que no tienen ninguna grandeza griega, que son una horterada de hortelanos) mediante la imparcialidad: ahí tienen ustedes el mal en toda su asquerosidad, modelo de lo que no debe ser una familia. La familia espectadora degusta el mal fruitivamente (por alguna parte concomita con él) y luego, en consejo familiar, dictamina que JR es un malvado. Así las cosas, un "Comité de Señoras Damnificadas por Victoria Vera" (cuando, hace meses, la invité a enseñar un hombro por TVE) ha redactado penosamente una carta/ protesta para Robles Piquer, que no sé si han llegado a enviarle. La conclusión es que prefieren un hombro de JR.
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