El irresistible atractivo del ritmo hindú

Frente a las danzas altamente estilizadas del sur de la India -Bharata natya, Kathakali-, la danza Kathak, que se practica en el norte de la península, es considerada como la más asequible al público occidental: el lenguaje de las manos (mudras) guarda su importancia, pero la viveza del ritmo, la espectacular técnica de pies y giros, el colorido del vestuario y la naturalidad con que se desarrollan todos los movimientos, sin excesos formalistas, hacen el baile Kathak inteligible y atractivo para el espectador menos iniciado en las complejidades de los estilos clásicos de la danza india.Y ni que decir tiene que, para el espectador español, este atractivo puede hacerse irresistible. Sin entrar en el complejísimo tema de las influencias hindúes en el flamenco, generalmente aceptadas como ciertas pero tan difíciles de establecer y rastrear, no cabe sino reseñar que desde el entorno (el Kathak es un baile para contemplar en corro) al juego de pies típico de este estilo, que es un zapateado sin zapatos cortado de desplantes y vueltas del revés, pasando por la peculiar compenetración creadora entre el bailarín y el acompañante -aquí, tambor o tabla- y los movimientos de las manos, que en Occidente han perdido todo papel expresivo, cumpliendo sólo una función de prolongación de la línea del brazo, mientras que en el flamenco aún cantan son muchos los elementos de la danza clásica india, que nos acercan al flamenco.

Todo lo cual obliga a celebrar la iniciativa de la Asociación de la india de Madrid, la Embajada de ese país y el Ministerio de Cultura de organizar un recital de danza Kathak. Birju Maharaj pertenece a una ilustre dinastía de maestros de la danza Kathak y ha jugado un importante papel en la divulgación de este estilo en Occidente. Tanto el propio Birju como las bailarinas dominan perfectamente la técnica pantomímica, esencial en el Kathak -palabra que se deriva a la vez de recitador y cuento-, que se caracteriza por la desenvoltura y escasa solemnidad con que se relatan algunas muy humanas travesuras de las divinidades, y a la vez la danza pura, en la que realizan alardes de virtuosismo respetando siempre la pureza de la línea.

La apoteosis de la danza es el desarrollo de una frase rítmica -llamada bolo- que el bailarín da al músico acompañante en forma de sonidos silábicos que éste recoge y desarrolla mientras el bailarín ejecuta los pasos, superponiendo su propio ritmo, marcado por los pies y los cascabeles de los tobillos, en un complejísimo juego que supone un proceso creativo constante que no excluye la competencia entre los intérpretes.