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Crítica:CINE / 'ORDINARIA LOCURA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Obra desgarrada

En su última producción, Marco Ferreri ha ido desarrollando una visión negra de la vida, una confirmación del absurdo de este mundo desolado donde la poesía no tiene lugar. Prevé el fracaso de la Historia, la muerte total. Un apocalipsis mezquino, ruin, sórdido, donde los hombres justos serán aniquilados por no participar en el engranaje idiota de una sociedad pensada para devastarlos.Enfrentarse a ella también aniquila. No hay sitio para la lucidez. Quienes saben marginarse y valorar sus emociones propias, su ternura, dar paso a un amor no encorsetado por la norma que extermina, no encontrarán tampoco su, lugar. Sólo cabe autodestruirse. Ferreri exponía ya el clima de un estrago posible en La grande bouffe, analizaba la extravagancia de la Creación en El semen del hombre, se reía de los esquemas morales en El harén. Es el suyo un cine corrosivo que atenta contra cuanto impide la libertad. En ocasiones, el ardor con que Ferreri ataca puede haber simplificado sus planteamientos (La cagna, La perra) pero en su poética reside uno de los más inquietantes y desolados puntos de vista que el cine nos haya podido dar.

Ordinaria locura

Guión y dirección: Marco Ferreri sobre textos de Charles Bukowski. Fotografía: Tonino delli Colli. Intérpretes: Ben Gazzara, Ornella Muti, Tanya Lopert, Susan Tyrell. Drama. Italiana, 1981. Locales de estreno: Palacio de la Prensa, Velázquez, Bilbao.

Algunos de los que no quisieron valorar Ordinaria locura en todo su valor, cuando se presentó sin éxito en el festival de Venecia, argüían que sólo se trataba de una imitación de El último tango en París. Sin duda, el trabajo de Ferreri incide en consideraciones cercanas a la obra maestra de Bertolucci pero cualquier otra comparación resulta innecesaria e inútil. El clima de su película es personal, íntimo, irrepetible. Su desgarramiento no se refiere a cuestiones concretas sino a una reflexión en la que nada queda aislado, de la que no pueden hacerse particiones.

Trampa de la cultura

La cultura es una nueva trampa del hombre para amordazar al hombre. Su rechazo es global, cósmico. Así lo entendió la crítica internacional del último festival de San Sebastián cuando le otorgó su único premio.El personaje principal de Ordinaria locura es un perdedor que decide consumirse lentamente en el alcohol. Escritor voluntariamente frustrado, descubre la pureza de una prostituta a la que quiere amar con una emoción libre y, por ello, sin posibilidad de idéntica correspondencia. La soledad de esa mujer está anclada en la tierra, vive del sudor de cada día, se alimenta de la posibilidad de la muerte a la que acude crispada, sin esperanza. El escritor no tiene perspectivas ni las necesita; cuando se atreve a fingirlas, otro paso para el derribo final aparece en su vida. La posibilidad de un nuevo horizonte con el que la película se cierra -horizonte idéntico a los anteriores, condenado de antemano a su inviabilidad- no tiene ni la evidencia de un sueño. Es al absurdo que permanece.

Ben Gazzara realiza un trabajo admirable. Pocos actores podrían haber entendido la miseria y grandeza del personaje que encarna y transmitir con tal dureza las emociones que le motivan. Su desengaño tiene la contrapartida del sexo, único reducto para una cierta comunicación. El sexo es también el origen y a él quiere volver en una secuencia admirable en la que su compañera de juego consiente en recibirle viviendo un parto a la inversa. Miseria y ternura de quien se acompaña por cuantos marginados conoce, de quien busca, ingenuamente, la invitación de una esperanza en el estilo, en la forma de vida de otros a los que admira también por su fracaso, por su incomunicación con lo mediocre. El sexo pudo ser una solución, sexo sin prólogos, devuelto a su origen, pero tampoco lo es.

Los espectadores que asistieron al estreno del local de la Gran Vía, donde la proyección desenfocada llega a hacerse insufrible, se dividieron en sus reacciones. Quienes abandonaban la sala se indignaban por el contenido de unos diálogos que no se han empeñado, como suele ser costumbre en otros doblajes españoles cuando surgen palabras malsonantes.

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