Chaquetón, Habichuela, Morente: una manera de rescatar el cante
Un grupo de buenos aficionados al flamenco, de Fuenlabrada, que se cobija bajo el nombre de El Planeta, en honor del que fuera primer patriarca del cante, ofreció el pasado fin de semana, con el patrocinio del Ayuntamiento local, un festival que resultó excelente porque excelentes eran los cantaores y tocaores actuantes. Con precios populares además, es un ejemplo a seguir si de verdad se quiere fomentar el gusto por este arte.Cuatro cantaores y dos guitarristas. Estos, dos formidables tocaores, seguramente los mejores del momento flamenco actual, Juan Carmona Habichuela y Enrique de Melchor, capaces, ambos, de arrebatar al cante el protagonismo en determinados pasajes.
Cantó en primer lugar el joven José Mercé, que sustituía al veterano Juan Varea, enfermo. José Mercé, de Jerez y perteneciente a una dinastía flamenca con nombres como Paco la Luz, la Serrana y Manuel Soto Sordera -de quien es sobrino-, gitano, por supuesto, lleva el cante en la sangre, y lo demostró de manera brillante. Yo le oía por primera vez, y fue una revelación. Conoce los estilos, sobre todo los más transitados por los gitanos de Jerez -soleares, siguiriyas, bulerías-, tiene voz, tiene rajo; le falta, quizá, experiencia, pero los años se la irán dando. Su arte bulearero es arrebatador, hace esas cosas que sólo saben hacer los nacidos en la gitanería jerezana, aun con concesiones espureas a la estricta pureza del género.
Carmen Linares, de nuevo. Me pareció más contenida que en la noche del Puente de Vallecas, aunque no escatimara el grito cuando el cante lo exigía. Creo que sí, que Carmen Linares es una notable cantaora. Cuando ensombrece la voz, bajándola a tonos graves de extraordinaria calidad, aparece entrañada con el cante, dándose toda, sincera, entregada. Lástima su tendencia a gargantear algunos tercios, lo que a mí, personalmente, no me gusta.
Cantes de Cádiz
Un nuevo y magistral recital de cantes de Cádiz a cargo de Chaquetón. Oirle cantar la malagueña grande del Mellizo, con la mano sobre el corazón, es algo muy serio. Inimitable en las alegrías, que conoce en todas sus variedades y ejecuta con prodigiosa propiedad. El arte de Chaquetón es compás, ritmo, musicalidad, y en las alegrías tiene mil oportunidades para demostrarlo con brillantez. Esa voz que puede pasar de la caricia al grito casi sin transición, esos cortes bruscos que no hacen daño, porque en el arte de Chaquetón yo diría que hasta los silencios son cante. La misma versatilidad es evidente en sus bulerías, también con un repertorio amplísimo de matices. Cantó soleares del Mellizo, una verdadera joya poco frecuentada hoy día por los cantaores, que Chaquetón recreó en la misma línea de perfección.
Enrique Morente, por último. Su inquietud creadora le lleva a buscar nuevos caminos para el cante, lo que es siempre peligroso en el flamenco, pues ocurre que las siguiriyas no suenan a siguiriyas y, a veces, el cantaor no conecta con el público. Pienso que Morente reelabora demasiado los cantes, en una tarea puramente intelectual que le hace perder frescura, espontaneidad. No cabe duda que esta búsqueda de Morente es interesante, aunque nos deje algo fríos. Y quizá para contrarrestar ese distanciamiento, terminó su actuación con fandangos.
Babelia
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