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Reportaje:

Jaime Gil de Biedma: "Nada hay tan artificial y tan aprendido como la escritura"

El poeta de 'Las personas del verbo' presenta su obra completa en Madrid

"Nada hay tan artificial como la escritura, nada tan necesariamente aprendido", dijo Jaime Gil de Biedma en el transcurso de la lectura de sus poemas y presentación de la nueva edición de su poesía completa, Las personas del verbo. El poeta catalán Pere Gimferrer introdujo el acto, en el que estaba presente Octavio Paz, señalando, por una parte, el carácter de obra cerrada que tiene la poesía de la experiencia de Jaime Gil de Biedma, y, por otra, el papel que el poeta ha jugado, frente a las jóvenes generaciones, corno el único interlocutor válido en lo que se refiere a preocupaciones estéticas, además del maestro Vicente Aleixandre.Las personas del verbo es a Jaime Gil de Biedma lo que La realidad y el deseo es a Cernuda. Es decir, el libro que reúne los libros y que se va montando, corrigiendo, añadiendo y reeditando. Con diez poemas más que en ' su edición de hace diez años, Las personas del verbo aparece ahora bajo el sello de Seix Barral, conservando las notas iluminadoras de la primera edición completa a cada uno de sus libros -Según sentencia del tiempo, Compañeros de viaje, y Moralidades- y a los Poemas Póstumos añadidos a la edición de Barral 1975.

La comparación con Cernuda no es ociosa: con presupuestos estéticos distintos, tienen ambos poetas una preocupación común, y por otra parte, poco frecuente: la de la teoría, la curiosidad por la literatura extrajera, el afán lector. Fue iluminadora, por ejemplo, la clase de métrica castellana que ofreció a la hora de explicar sus versos, o la constante y descarada confesión de las fuentes poéticas en que se insporaba cada poema, sobre todo por la vía de reproducir los mecanismos de funcionamiento del texto. La diferencia está sobre todo en que a Gil de Biedma esa preocupación teórica, es, posiblemente, lo que le impide seguir escribiendo. Diez poemas en diez años, algunos de ellos incluso anteriores, no es una buena marca para un poeta profesional... Pero a lo mejor si para un poeta. "No escribo", dice, "porque ya no tengo la necesidad de hacerlo".

"En previsión de esta pregunta", dijo Gil de Biedma, "he escrito en la contraportada del libro la respuesta: a la pregunta de por qué no escribo se suma inmediatamente otra mucho más turbadora: por qué escribir. Lo realmente importante es leer. Lo que has escrito no te acompaña nada. Hay libros leídos que me han acompañado toda mi vida". Lo que más le molesta es el analfabetismo, y a los que insisten en que en la reciente historia española no se podía leer, dice: "Si uno quería leer, podía. Yo, y otros que conozco, pudimos".

La poesía de Gil de Biedma se considera poesía de la experiencia. "Pero la gente suele entender otra cosa. Poesía de la experiencia no es contar lo que le ha pasado a uno, es escribir un poema en que a la voz que lo escribe le están pasando cosas... Lo que pasa en un poema jamás le ha pasado a uno. Como decía Auden, los poemas son anteproyectos verbales de vida personal. Si usáramos la palabra orteguiana vivencia, el malentendido se produciría menos... En realidad", dice, "es un cambio de enfoque, de perspectiva. Por poner un ejemplo, un poeta del viejo régimen diría: esa luz es roja. Uno moderno tiene que decir: veo una luz roja".

"Detrás de todo esto hay una cuestión preliteraria: el tema de la validez de lo que el poema dice, de sus posibilidades de verificación. La crítica del conocimiento en Europa, a partir de Descartes, pone en cuestión el tema de la validez del conocimiento mismo, y, desde luego, su adecuación al objeto. Esta duda se filtra a la validez de la obra literaria y a partir de ella surge la literatura moderna, y en ella, la poesía de la experiencia".

Para Gil de Biedma la poesía es un placer conspirativo". "Siempre se escribe para un poeta y contra otros muchos: por eso la gestación y la escritura de un poema tiene algo de operación militar; el poeta es a un tiempo el estado mayor y la primera línea, y además se dan ciertas interferencias, nadie entiende bien las órdenes, como si hubiera un capitán loco, ese que se obstina en mantener aquel verso tan bonito que no tiene nada que ver con el poema, hasta que por fin recibe órdenes de volver a la línea de ataque, a la idea original". La gestación del poema, para alguien que conoce a fondo el funcionamiento del lenguaje poético, es "lo más apasionante: llevar con uno un poema no escrito durante seis u ocho meses". Mientras dura el misterio: luego ya no. "A lo peor por eso ya no me interesa escribir. Los primeros poemas me costaban meses de relación pasional con ellos. Los últimos, los hacía en veinte minutos".

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