La arrolladora juventud de Espartaco
Espartaco impuso ayer en la Maestranza su arrolladora juventud, su hambre de triunfo y se entregó con entusiasmo a un toreo vibrante, aunque técnicamente discutible, que prendió de inmediato en los tendidos.Para que no hubiera dudas sobre su predisposición, esperó a su primer toro a porta gayola, para darle la clásica larga cambiada, y a continuación le ganó terreno hasta los medios en una buena serie de verónicas, rematadas en el platillo. Con la muleta, de nuevo clavó las rodillas en la arena y, sin pensárselo dos veces, se puso a pegar naturales, rematados con el de pecho.
Habría sido una temeridad, con otros toros. Con lo que tuvo delante, ganado terciado, dócil, de fuerza muy justa, cambiaba el programa. Con toros así, pegar naturales de rodillas es un derroche. El toreo se hace de pie, muchacho. Y de pie lo hizo, a renglón seguido, en los medios, ligando los pases; ligando perfectamente, sobre todo, la suerte natural con la cambiada.
Plaza de Sevilla
27 de abril. Cuarta corrida deferia.Toros de Jandilla, terciados, bien puestos, flojos, manejables. Curro Romero: Estocada (algunos pitos). Estocada baja (protestas). Paquirri: Estocada baja (ovación y saludos). Pinchazo y media desprendida (vuelta). Espartaco: Pinchazo y estocada baja (oreja). Media (dos orejas).
Su segunda faena aún fue mejor que la primera, pues hubo en ella más temple, más reposo. Espartaco, que salió hecho un ciclón (Curro bizqueaba al ver aquellos alardes de músculo y la felina agilidad aquella), amplia sonrisa, melena al viento, consiguió el triunfo que buscaba y ya tiene tres orejas en el esportón, por cierto las primeras que se conceden en la feria. Como si le hubiese tocado la quiniela. Pero de arte y calidad exhibió poquito. De su forma de ejecutar las suertes, por ejemplo, sobró el pico, que adelantaba hasta el abuso.
El público o no se dio cuenta, o no quiso enterarse, o eso del pico le suena a pan. Con los picos se acompañan las tapas, dirá. Alguien recordó los detalles torerísimos de Antoñete (que no tuvo oreja), el toreo seguro, reposado y puro de Pepe Luis (que tampoco la tuvo), la inspirada tarde de Manolo Vázquez (que asimismo se quedó sin trofeo), el cual nos colmó de arte; y no le salía la comparación con las maneras del joven diestro de Espartinas. Pero así es la fiesta y, además, el público de ayer debía de ser distinto.
Quizá por eso Curro padecía una esaborisión. Curro quería y no podía. Las musas las tenía lejos y sus incondicionales se habían quedado en casa. En la plaza estaban los que habían ido a ver polvareda, levantada por coletudos de caja y bola.
A Curro, se le adivinaba en el gesto, le entraban fatigas cuando correteaban sus compañeros de caja y bola. ¡Osú! Exclamaba Osú, arqueba una ceja y se metía en el callejón, despacioso y balanceando las caderas.
Quiso Curro hacer quites y le quitaron. "¡Se vaya usted a su casa.!", le gruñía el personal. Quiso estirarse para el toreo en redondo y, aunque varias veces se estiró, le chillaban pullas. Otros días, no ya por eso sino por haber sugerido mediante un sutil pestañeo que a lo mejor le daba por ahí e intentaba eso, le aclarnaban faraón del Nilo taúrico y de las pirámides del arte.
Perdió Curro por un día el calor del currismo, que debe estar demasiado escarmentado de los achares que le da el titular de la causa. Son ya muchos años de ir a la plaza cargados con romero, para tenérselo que comer. Y, por otra parte, cuando la gente quiere toreros de caja y bola, las musas vuelan, seguramente al fútbol. Los toreros de caja y bola, entre los que Paquirri es campeón, satisfacen al público sencillo y sin exigencias de cánones, y otras zarandajas. Da igual que banderilleen a toro pasado y en frenético carrerón, según hizo Paquirri, como que su toreo sea de granja, insípido, lo mismo que el pollo ese que nos ponen de comer.
Quizá el toreo de granja sea necesario a la fiesta: Alguien tiene que cortar las orejas mientras los escasos artistas aguardan a que les llegue la inspiración. Pero ocurrió que Paquirri no cortó oreja. Su toreo seriano -recio, escueto, sin gracia- le salió con poca fluidez y esa fue la razón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.