Las dificultades económicas fuerzan al Gobierno mexicano a recortar su presupuesto un 8%
Después de cinco años de euforia petrolera, México ha despertado esta semana con el sobresalto de un programa de austeridad. La situación se había vuelto tan caótica que incluso, en año electoral, al Gobierno no le ha quedado otra salida que apretar el cinturón: el Presupuesto del Estado será recortado en un 8%, todos los servicios públicos subirán sus precios hasta extraer a los ciudadanos 150.000 millones de pesos suplementarios (unos 330.000 millones de pesetas) y las compras al exterior tendrán que reducirse al menos en 3.000 millones de dólares.
Cuando comenzó la bonanza del petróleo no faltó quien dijera a los mexicanos que había llegado la hora de acostumbrarse a ser ricos, después de siglos de pobreza. La realidad ha demostrado que el país se habituó demasiado rápidamente a vivir por encima de sus posibilidades. El petróleo, como nueva lámpara de Aladino, no funcionó, y México se encuentra ahora endeudado en más de 70.000 millones de dólares, como se reconoce finalmente en las esferas oficiales.La situación se parece como una gota de agua a otra a la del último año del mandato de Luis Echeverría, sólo que entonces no había petróleo. La actual Administración ha criticado tanto la política económica de su antecesor que, llegada la hora de las dificultades, ha tratado de retrasar por todos los medios cualquier medida que evocase un inevitable paralelismo.
Empresarios y economistas coinciden en que la crisis actual pudo preverse hace un año y que una acción enérgica a tiempo hubiera paliado sus consecuencias. Pero la Administración de López Portillo estaba demasiado empeñada en su propia grandeur: crecimiento anual del 8%, creación de 900.000 empleos en cada ejercicio y mantenimiento a toda costa de un valor artificial de peso.
Como en los tiempos de Echeverría
Todo esto a costa de un endeudamiento externo galopante y una inflación oficial del 29%, que los organismos internacionales consideran muy optimista. La meta, que se ha demostrado inalcanzable, era cerrar el sexenio sin una devaluación drástica.Con una política de crecimiento basada exclusivamente en el petróleo, que representaba el 80% de las exportaciones, México ha sido uno de los países más afectados por la baja internacional en los precios de los crudos.
En plena fase desarrollista, con multitud de proyectos millonarios en curso, el país tuvo que suplir el descenso de sus ingresos por petróleo con nuevos créditos externos. El año pasado, Petróleos Mexicanos (Remex) había previsto unas exportaciones de 19.000 millones de dólares. No pasó de los 13.000 millones, después de gastar ríos de tinta en los periódicos para convencer a la ciudadanía de que la rebaja acordada por el destituido Díaz Serrano había sido precipitada y que se podían subir de nuevo los precios sin perder mercados.
Ingresos muy inferiores
Es casi seguro que los ingresos del presente año serán aún menores, tras las recientes bajas de precios y la anunciada reducción de la plataforma de explotación en 250.000 barriles diarios. Las consecuencias inmediatas han sido la devaluación, que desde primeros de año alcanza el 70%, y una agudización del proceso inflacionario, que, de mantenerse en los niveles actuales, no será inferior al 60% para finales de 1982.Inflación, endeudamiento y devaluación monetaria son tres características que han hecho hablar a algunos expertos de una creciente argentinización de la economía mexicana. De ahí que el Gobierno a pesar de las cercanías de las elecciones (4% de julio), haya optado por la austeridad.
El Gobierno no oculta ya que la deuda pública y privada supera los 70.000 millones de dólares (más de 100.000 pesetas por habitante). Antes de que termine el año deberá pagar 12.000 millones en concepto de amortizaciones de capital y otros 14.000 millones por intereses, según ha reconocido el subsecretario de Hacienda, Antonio Enríquez. "El sistema financiero mexicano", ha dicho, "tendrá que prepararse a jugar un papel crucial, sustituyendo el financiamiento externo para no rebasar la capacidad de pago del país".
La incapacidad de hacer frente al servicio de la deuda externa ya ha forzado al Gobierno mexicano a iniciar una renegociación que se presenta muy problemática. El objetivo es aplazar hasta 1984 los préstamos que vencen en los próximos seis meses.
Situación deteriorada
Pero los bancos americanos de primera línea, como el Citybank o el Bank of America, dos de los principales acreedores, se muestran remisos a los requerimientos mexicanos, -sobre todo porque éstos no aceptaron inicialmente el pago de una ta,sa adicional del 1% sobre el Libor.Hace menos; de un mes, Pemexlogró en el mercado internacional un crédito monstruo por importe de 2.000 millones de dólares; pero hay quien cree que de entonces para acá la situación se ha deteriorado aún más y que la primera prueba de fuego vendrá el próximo mes de mayo, cuando la Comisión Federal de Electricidad tenga que formalizar un empréstito de quinientos millones de dólares a dos años de plazo.
Para solventar momentáneamente sus problemas de liquidez, -la Administración mexicana ha tenido que recurrir ya a bancos de segunda línea y a instituciones de crédito japonesas y europeas. El Banco Hispano Americano ha sido uno de los tocados.
Disminuir el crecimiento de la economía, aun a costa del desempleo (más de 700.000 mexicanos se incorporan cada año al mercado del trabajo), ha sido la decisión adoptada al fin por el Gobierno mexicano, después de desoír durante meses el consejo dado en este sentido por los banqueros neoyorquinos y por el propio Banco Mundial.
La crisis económica viene agravada, por último, por una crisis de confianza en sus gobernantes. López Portillo dijo que no iba a haber devaluación, y ésta ha llegado al 70%. Se reiteró que las ventas de petróleo se mantendrían, pero los ingresos disminuyeron en 6.000 millones de dólares. Se anunció que el gasto público iba a reducirse en un 4%, pero aumentó en un 12%.
Son pocos los que creen que el gasto real del Estado se reduzca este año en un 8%. Son pocos los que confían en que la deuda por cuenta corriente no rebase el tope de los 11.000 millones de dólares, que ya es una cifra demasiado alta para un país que debe más de 70.000 millones. Pocos, en fin, esperan el rigor necesario para disminuir las compras al exterior en 3.000 millones de dólares.
Consecuencias para España
Esta última decisión puede tener serias repercusiones en las exportaciones españolas a México. Las autoridades económicas mexicanas ya han hecho público su propósito de cancelar una gran parte de las compras de bienes de capital, sector que ha crecido espectacularmente en el comercio hispano-mexicano. Recién anunciado el paquete económico, se han alzado también las primeras voces para retrasar el ambicioso programa de energía nuclear que México tiene en proyecto, y en el que España tiene fundadas esperanzas de poder entrar.Al secretario de Patrimonio y Fomento Industrial, Andrés de Oteyza, le ha tocado bailar en esta crisis con la más fea. El ha sido el encargado de anunciar al país que todos los servicios públicos van a subir de precio, que el Estado necesita 150.000 millones de pesos más y que es hora de ajustar las tarifas a las realidades. En una pirueta dialéctica, habitual, por lo demás, en medio de la constante manipulación a la que se somete a la opinión pública, Oteyza no ha tenido inconveniente en decir que la subida de precios, incluyendo probablemente las gasolinas, no acarrea factores inflacionarios.
Llámese como se llame, obreros, campesinos y clases medias tienen la convicción de que, una vez más, serán ellos quienes tengan que pagar la resaca de la euforia petrolera. Fruto del escepticismo popular es esta otra frase oída en un bar: "Ahora sólo nos falta que se muera el osito panda" (único ejemplar nacido en cautiverio y convertido ya en orgullo popular).
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