_
_
_
_
Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Madrid propiamente dicho

Ahora que el Ayuntamiento hace su espléndida campaña para "recuperar Madrid", veamos algunos puntos que nos llevarían a la reconquista social de la ciudad, a un "no pasarán" más lírico que bélico:Luchar contra la segregación social de la ciudad. Esto supone impedir la expulsión de las capas populares de las áreas centrales, corroborando el tono popular de los barrios que siempre han sido tales. Como ocurre que la naturaleza imita al arte y "la niebla no empezó a caer sobre el Támesis hasta que lo pintaron así los lakistas", según tío Oscar, resulta que Adolfo Marsillach, Francisco Nieva, Ana Fisae y otras gentes buscan o encuentran su rincón entre los corazones latientes y calientes de Madrid, que son un poco como ese corazón, verde de miedo, que tiran en los mataderos. Las casas de renta antigua, cuyos pisos han pasado casi todos a propiedad de los inquilinos, son una defensa contra el manhattanismo hortera de las multinacionales, que, por otra parte, tienen toda la Mancha -que es ancha y existe- para expansionarse.

Proteger un patrimonio edificado. La destrucción prematura e indiscríminada de este patrimonio significa un derroche social y un insulto cultural contra el que tenemos que defendernos. A ver el Ayuntamiento cómo se lo hace. Todas las ciudades europeas han sido reconstruidas amorosamente después de la guerra, y en el solar de la casa de Goethe, en Weimar, han hecho una obra de arte y fidelidad donde sólo falta -ayGoethe.

Mantener y proteger el empleo industrial en el municipio de Madrid. Aunque nuestro patrono sea un labrador, fue el primer labrador que industrializó su tema, pues que tenía dos ángeles que le labraban el territorio, dos ángeles proletarios, mientras él se daba a sus negocios, o, sea el negocio de la salvación del alma, rezando.

Frenar la terciarización del Centro. Esto de la terciarización del Centro son cosas que se le ocurren a Mangada y otras gentes así de geniales. De lo que se trata, puesto en cristiano, es de impedir la elevación de viviendas cada vez más lujosas, con lo que el centro de Madrid acabaría siendo un Manhattan cheli, aunque cavernícola (y aquí viene bien el término geológico de la terciarización).

Limitar el acceso del coche privado a las áreas centrales, en una decidida política del transporte público. Cuando uno va en Londres o Copenhague a visitar a un ministro, y encuentra que el ministro le transporta a uno en tranvía, por ejemplo, uno se siente discriminado como español, hasta que observa que la utilización masiva del automóvil (que ya ironizó Buster Keaton en los años veinte) no es más que un quede tercermundista que no se da en ninguna gran capital europea.

Defender los grandes espacios abiertos. O sea, proteger y conservar lo municipal allí donde lo municipal tiene su epifanía, precisamente porque no existe. Allí donde no hay nada, entre barrio y barrio / dormitorio, es donde el municipio hospeda sus ángeles municipales y nada espesos, que a la mañana serán niños y perros.

Mantener el carácter público de cualquier elemento urbano que ahora se aureole como ta. O sea, la democracia de lo municipal, el reparto de la riqueza que en sí misma es la ciudad, como, por ejemplo, la juventud vive el Retiro a toda aspirina (y hasta ha habido comunas de pasotas albergados en los huecos escultóricos de Henry Moore, haciendo vida familiar), frente a las prohibiciones francofranquistas de pisar el césped, como si todo el césped de España fuese la cola de la capa del Jefe.

Mejorar la calidad ambiental del espacio urbano. O sea, descontaminar, reconquistar y exaltar la imagen de la ciudad, porque Madrid, hasta ahora, había sido el rehén -qué náusea, esa palabra- del anterior Régimen, y de ahí el centralismo.

Y en este plan.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_