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Reportaje:

El Gobierno socialista francés concede beneficios fiscales y sociales a las empresas para estimular la recuperación económica

En vísperas del primer aniversario de su gestión, el socialismo a la francesa efectúa un giro económico capital. Por primera vez, el Gobierno cede ante la patronal, desgravándola social y fiscalmente con el fin de favorecer las inversiones privadas para relanzar la economía y, con ello, avanzar hacia el objetivo número uno de su política: crear empleos.

El editorialista del diario Liberation, uno de los apoyos periodísticos con los que cuenta el mitterrandismo, sentenciaba ayer: "Francia acaba de cambiar de primer ministro sin decirlo". Esta fórmula, rotunda y espectacular, quiere decir lo siguiente: hace ahora seis meses, el ministro de Economía, Jacques Delors, que se autodefine como socialdemócrata y está considerado como uno de los dirigentes realistas de la izquierda que llegó al poder el día 10 de mayo de 1981, escandalizó a una buena parte de su gente al declararse solidario de las dificultades que vivía la empresa privada como consecuencia de la política social y económica del Gobierno.Delors, entonces, estimó conveniente "frenar el ritmo de las reformas". El primer ministro, Pierre Mauroy, de manera instantánea, replicó a su ministro de Finanzas para asegurar lo contrario: "Se realizarán todas las reformas al ritmo previsto". Desde aquellas fechas, la que se denominó pausa reformista, solicitada por Delors, no ha dejado de alimentar el debate en el campo de la mayoría gubernamental, defendida o atacada por sus partidarios y adversarios. El desenlace entre los extremistas (los ideólogos se dice aquí) y los rea listas que cohabitan en el poder se produjo ayer. La tesis del primer ministro de hecho, Delors, se cree que con la aprobación explícita del presidente, François Mitterrand, ha prevalecido sobre la del primer ministro legal Mauroy.

En una cumbre celebrada con la dirección del Consejo Nacional de la Patronal Francesa (CNPF), presidida por Yvon Gattaz, Mauroy sorprendió a este último, como a todos los observadores expertos y a los ciudadanos, al anunciar el paquete de regalos para la derecha (según la reacción de los comunistas), es decir, la serie de medidas sociales y fiscales destinadas a aligerar las cargas de las empresas privadas.

1. Congelación, hasta 1984, de la reducción del horario laboral. Recientemente se había rebajado desde cuarenta horas semanales hasta 39 (pagadas como cuarenta por la empresa), y, según la ley aprobada, progresivamente, la semana sería de 35 horas en 1985.

2. Rebaja de un 10%, hasta 1984, de la llamada taxa profesional, el único impuesto directo que pagan las empresas y que el Gobierno de Raymond Barre se había negado repetidamente a recortar o suprimir, como lo deseaban los neogaullistas. Esta medida representa 11.000 millones de francos de ahorro para el sector privado.

3. Bloqueo a su nivel actual de las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social.

4. Veinticuatro mil millones de francos de préstamos a las empresas, a un interés moderado que va desde el 8% hasta el 10%.

Cambio importante

Este cambio importante de la política gubernamental se debe esencialmente a razones económicas, nacionales e internacionales, aunque el reciente fracaso de la mayoría gobernante enlos comicios cantonales también ha ejercido una influencia. En el plano nacional, los expertos socialistas habían previsto un relance de la economía por medio de la demanda, a partir del aumento de salarios.Durante el último otoño se notó, en efecto, un principio de reactivación económica, pero no llegó a cuajar. El sector privado, por otra parte, continuó desconfiando.

Resultado: la reticencia de las inversiones ha. colocado al país de bruces ante: una recesión que puede dar al traste con las mejores intenciones y que, al mismo tiempo, ha propiciado los ataques sucesivos de la especulación contra la divisa gala. Los socialistas también contaban con el relance de los demás países occidentales, Estados Unidos y la República Federal de Alemania, sobre todo; pero la crisis sigue azotando en todas partes, y Francia, y su economía en particular, se benefician o sufren de todo lo que ocurre en el mundo en el que viven: el industrializado.

Como contrapartida de este regalo de navidad primaveral al llamado aquí por los socialistas el muro del dinero, el Gobierno espera que este último invierta y que, consecuentemente, cree empleos. La patronal estima haber conseguido una gran victoria por entender que "nuestros dirigentes empiezan a comprender la importancia de la empresa privada en el desarrollo de la economía nacional", pero no se manifiestan totalmente satisfechos y piensan que "esto debe ser sólo un principio

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