La cola del Greco
Sociólogo de colas como es uno -y esto lo tengo escrito muchas veces- yo no podía perderme la cola del Greco, en el Prado, y no tanto por los cuadros (que al Greco lo veíamos más sosegadamente Rosa Montero y yo, hace algunos años, en Illescas) como por la cola misma, la cola en sí/para sí.-El Greco era griego.
-Era bizantino.
-Era astigmático.
Estas son las cosas que se oyen en la cola. El chico con su bici, la chica con sus apuntes, el viejo con su dinero en la mano para comprar el catálogo -"la mano es el sitio más seguro"-, la vieja con su velito sujeto por un alfilerón negro de beata, clavado directamente en la corteza cerebral, porque tiene entendido de siempre que el Greco es una cosa de iglesia y ha venido como a la novena o a una devoción muy española y un poco rara. La cola del Guernica, la cola de Mondrian, la cola del Greco. Son las colas de la democracia. En el primer, segundo, tercero y sucesivos Años Triunfales, el buen pueblo de Madrid hacía cola para el pan blanco o negro. Luego han estado muchos años sin hacer cola para nada, porque los antiguos grises aconsejaban en seguida "disolverse". A Luis Carandell, le pasó una vez que estaba completamente solo en las extensiones absolutas de la Universitaria. Apareció un gris y se lo dijo:
-Por favor, disuélvase.
Como si hubiera sido Deja-Tarto, un mago famoso que había también en los años triunfales. Hasta que, por fin, hemos venido a esto de las colas culturales, artístícas, las colas/signo, como lo fue la del Guernica. La última cola de aquel monstruo de mil colas que era el llamado ahora, muy correctamente, "Régimen anterior", fue la cola de las diarreas estivales, que iba yo muy de madrugada a la calle del General Oráa, a un dispensario, para que me pusiesen la vacuna. Lo hacía por la diarrea estival (una manera tecnocrática de denominar el cólera morbo asiático y mortal) y lo hacía también por la cola misma, que me devolvía a la sociología (le los 40/40, a la España real y precaria, televisual y desinformada. Me parece que, ahora, todas (,-stas colas de la cultura son unos comicios mucho más significativos que los otros, unos idus de marzo en abril, incruentos y de cultura general. La gente ha toniado conciencia de que, pese a lzi cosa campamental, pese al terrorismo con capuchón penitente, pese al paro y al Papa, estamos en una democracia y la democracia es, antes que otra cosa, el reparto de la riqueza cultural, esta riqueza de que el Patrimonio Artístico Nacional sea patrimonio de todos y no sólo de Fuertes de Villavicencio, lo artístico sea de uni vez el Greco, creador de toda ]la modernidad española, y lo nacional sea, más que una cafetería vivaqueante de apellidos de las cien familias, la posibilidad de compartir a Picasso y el Greco, que están muy cerca uno del otro, estéticamente y, sobre todo, comparten, como si fueran coetáneos, la idea de desintegrar la España pedernal para crear la España plural, moderna, universal.
-El Greco era italiano.
-Que era gótico.
-El Greco lo que era es astigmático, lo dijo Marañón.
Como si el astigmatismo fuese una nacionalidad. Son cosas que se oyen en la cola. Cuánto le queda por aprender a este pueblo. Sobre todo, de sí mismo. Ahora que salen los prosoviéticos -qué palabra- por la punta adónica y mediterránea de la península, comprendemos que alguien había inventado la manera española, nacional, actual, de ser de izquierdas sin ser pro. Aquí es que nos enteramos tarde. Al Greco también tardó en comprenderle Felipe II. Pero a partir de su entendimiento del Greco, pudo Felipe Il entender las Bizancios y las Venecias que constituyen Europa. Y gobernarlas. "Que el Greco era de Toledo". Y dale.
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