El socialismo sociológico
Lo del "franquismo sociológico" no ha sido sino una manera mínimamente científica de identificar el retrofranquismo residual, sentimental e irracional. Lo que sí hay, ahora, en España, es un socialismo sociológico, un socialismo informulado, errático y presentísimo, que reborondea cualquier previsión de partido. Un socialismo sociológico que no coincide exactamente, por más amplio y vago al mismo tiempo, con el socialismo socialista. Es el que tiene que ganar las elecciones.Hay gente que es socialista y no lo sabe, como hay poliformos perversos que tampoco lo saben. Pero esa difusa, confusa y no sé si precisa o preciosa aspiración de la gente al cambio (hasta unos grandes, almacenes se anuncian así: "el cambio, ya"), ese socialismo de las cosas -vivir más, vivir mejor, vivír ahora- será algún día socialismo de las ideas, tome la forma, centroizquierdista, coalicionista o de Felipe. Cruz Blanco saca Complutense, la revista de la Universidad, y en ella vemos que, como dijera Laín un día (hoy, esto habría que leerlo a la sombra socialista de Bustelo), "el problema de la Universidad es el problema de las clases medias españolas". Las clases medías, que en España lo han dado todo. Hasta Santa Teresa era de clase media, según Américo Castro. El Seguro franquista nos saca una muela, pero no nos pone otra, como me comentaba Fernando Fernán-Gómez el otro día. El capitalismo, que ha creado el proletario y el robot, se decide finalmente por el robot, sumergiendo al proletariado en los sargazos del paro. La televisión de Robles Piquer no es cultura visual socializada, sino incultura gubernamental discriminada. El socialismo sociológico es pacifista, y por eso le temen los países de] socialismo real tanto como los de la mayoría natural
Me invita Tierno a hacer el pregón de San Isidro en Madrid. Cada acto público, callejero, no de partido, es ya una expresión de socialismo sociológico que quisiéramos ver estilizado en socialismo electoral, recontado en votos. Vladimir Tomarkin me escribe para traducir algunos libros míos al ruso y la Embajada de Bulgaria en Madrid me invita a Sofía, a un congreso internacional del humor. Agradezco estos contactos y tengo muy claro que el socialismo sociológico español, hoy, no limita con el mar Negro ni con ninguna otra negrura. Es una cosa nacional, tan nacional como los toros y el Dos de Mayo, e ir contra eso políticamente, electoralmente, es ir contra natura, o contra la Historia, y contra la Historia es como se da uno las mayores tortas. Estoy invitado a hablar estos días en la cátedra de Manuel Alvar, ese maestro, sobre literatura, y me parece que toda la novela moderna -excepto, precisamente, la social realista, retropropugnada aquí por gacetilleros dominicales y pancistas de su propia panza- no es sino socialismo sociológico, de Balzac y Galdós al checo Milan Kundera (irónico, escueto y escéptico), recién editado por Seix Barral. Los estrenos de un sábado de gloria retardado y diluido con respecto de la tradición, nos traen a Gogol y Darío Fo. Hay tanto socialismo sociológico en la modernidad que los partidos expresamente socialistas no han hecho sino restringirlo ópticamente, al computarlo.
El socialismo sociológico español tiene a su izquierda una "reserva espiritual" correosa e imaginativa, y tiene, como missil ideológico, a su derecha, a Fernández Ordóñez, que es un missil / divorcio-Hacienda instalado en aguas jurisdiccionales del capitalismo, estratégicamente. Los miedos colectivos, nacionales, los dragones recurrentes de este pueblo (cada pueblo tiene los suyos), la calumnia "a favor" -hay calummas "a favor", que son las peores- que pretende halagar al Ejército somurmujando que no aceptaría un triunfo electoral socialista, no es sino una injuria a la serenidad militar. No vemos bien el socialismo sociológico porque somos nosotros mismos.
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