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Los Reyes viajan hoy a Noruega con el deseo de potenciar las relaciones entre España y el país nórdico

Los reyes don Juan Carlos y doña Sofía inician hoy una visita de Estado de tres días al reino de Noruega, una visita que se produce con más de un año de retraso, ya que, prevista para el 3 de marzo de 1981, tuvo que ser aplazada por el fallido intento de golpe de Estado de ese año. La visita se enmarca dentro de los deseos expresados por la Corona de hacer visible la presencia de España y estrechar lazos de amistad de nuestro país con todas las naciones del mundo, y especialmente con aquellas que, como en el caso de Noruega, han tenido unas relaciones puramente nominales con España durante la duración del régimen anterior.

Como en el caso del resto de los países escandinavos (Suecia, Dinamarca y Finlandia), la cooperación a nivel bilateral y en el plano internacional entre Oslo y Madrid se redujo en las últimas cuatro décadas a acuerdos comerciales y culturales de escaso relieve.La instauración de la democracia en España hizo cambiar radicalmente la actitud hacia España del Gobierno socialista noruego, y ya en enero de 1976, en su discurso del Año Nuevo, el primer ministro socialista, Trygve Bratteli, manifestó el propósito de su Gobierno de "seguir con un espíritu abierto el futuro desarrollo en España", a la vez que daba "una cordial bienvenida a todos los acontecimientos que contribuyan a dar el puesto que le corresponde a esa antigua cuna cultural llamada España dentro de la Europa democrática a la que pertenece". La nueva actitud noruega se vio inmediatamente reflejada por tres visitas a nuestro país de los titulares de Asuntos Exteriores, Knut Frydenlund y Picked Svenn Stray; este último, el pasado febrero. Asimismo, Pérez-Llorca visitó Oslo en viaje oficial en junio de 1981.

A pesar de la distancia geográfica que separa a los dos países en el continente europeo, Noruega mantiene afinidades muy concretas con España en los planos político y militar, al mismo tiempo que tiene unas grandes posibilidades de intercambios comerciales, especialmente en los campos de la pesca y del gas natural, gracias a los yacimientos petrolíferos explotados en el mar del Norte. Aparentemente, Noruega parece un país marginado de Europa, pero evidentemente no lo es. Constituye, como España, un país periférico con la importancia que tales países revisten en las alianzas militares. El Gobierno de Oslo ha sido uno de los más firmes partidarios del ingreso de España en- la organización atlántica, tanto con el anterior Gobierno socialista de la señora Gro Harlem Bruntdland como con el actual conservador del primer ministro Kare Willoch. En realidad, el Parlamento noruego fue la segunda Cámara legislativa, tras la canadiense, en aprobar la adhesión de España a la organización atlántica.

El interés noruego es comprensible. País neutral durante la primera guerra mundial, durante la segunda tuvo que sufrir los horrores de la invasión nazi y la instauración de un Gobierno pro-, hitleriano encabezado por Vidkun Quisling, cuyo apellido se ha convertido en sinónimo de políticos traidores a su país. De ahí que al final de la conflagración mundial el Gobierno noruego se diera cuenta de que, con una frontera importante con la Unión Soviética y con sólo cuatro millones de habitantes, su defensa sólo podía basarse en la ayuda exterior. Noruega fue, por tanto, uno de los países signatarios en 1949 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Incremento del comercio

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Con la mayor concentración militar soviética en la base de Mursmank, en el Artico, que es la única salida de la flota rusa al mar del Norte, Noruega desea desplazar hacia el sur de Europa la amenaza de confrontación. De ahí el interés noruego por conseguir un rápido ingreso de España en la comunidad atlántica con el fin de reforzar, mediante la presencia española, el flanco sur de Europa. Noruega, en su tratado con la Alianza Atlántica, mantiene, como mantendrá España cuando ingrese, una prohibición total de almacenamiento de armas nucleares en su territorio en tiempo de paz. Un reciente acuerdo firmado entre Oslo y Washington prevé el envío inmediato por parte norteamericana de 10.000 marines si Noruega es atacada por la Unión Soviética.En el campo económico hay que resaltar el creciente aumento del comercio entre los dos países en términos absolutos, aunque hay que señalar que la balanza de pagos ha sido deficitaria para nuestro país en 1979 y 1981. La delegación española tratará, en el curso de la visita real, de conseguir un contrato de gas natural con Noruega que libere en cierto modo a España de la dependencia exclusiva en el suministro de Libia y Argelia, únicas proveedoras hasta el momento de nuestro mercado, con lo que nuestro país quedaría ligado a la red europea de gasoductos.

En el tema de la pesca, España, como otros países europeos, ha sufrido una grave lesión en sus intereses pesqueros como consecuencia de la decisión noruega de extender sus aguas jurisdiccionales a doscientas millas. En la actualidad existe un acuerdo, firmado en septiembre de 1980, por el que los barcos españoles que faenan en aguas noruegas podrán seguir haciéndolo hasta 1986, aunque con capturas más reducidas.

Dos últimos datos poco conocidos en España: los marineros españoles que navegan en buques con bandera noruega, una de las mayores flotas del mundo, constituyen el mayor contingente de extranjeros a bordo de esa flota; y el número de turistas noruegos que visitan España anualmente constituye uno de los más importantes del total de visitantes: 200.000 en una población de cuatro millones de habitantes.

Durante su estancia en Noruega, los Monarcas españoles serán huéspedes del rey Olaf V, que ocupa el trono desde septiembre de 1957, fecha en la que sucedió a su padre, el legendario Haakon VIII, primer soberano noruego que reinó durante más de cincuenta años desde que el país se proclamó independiente.

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