Universidad: o todos o ninguno
JUAN JOSE CASTILLOUn profesor no numerario de universidad, responsable de casi doscientos estudiantes en el nivel especializado de quinto curso cobra actualmente 34.000 pesetas al mes. El dato puede servir para entender hasta qué punto tiene algún sentido la acusación de corporativismo que se suele colocar casi sistemáticamente sobre las reivindicaciones del profesorado no numerario. Entre estas reivindicaciones se encuentra la exigencia de dedicación exclusiva y de un riguroso control del trabajo de todos los profesores.
Los profesores no numerarios de universidad reciben en estos días todo tipo de granadas (con perdón) incendiarias. Se dice de todo: flaca es la memoria de los agresores, que siguen siendo -de por vida lo serán- los mismos.Oyéndoles se podría llegar a creer que los penenes hemos aprovechado la noche para instalarnos en nuestros puestos de trabajo. Se nos llama corporativos por pedir salarios de verdad. Parece necesario volver a decir que lo que hoy se nos da tiene poco parecido con un salario: un profesor encargado de curso, nivel B -pienso en un caso concreto y conocido-, responsable de casi doscientos estudiantes en el nivel especializado de quinto curso, prestigioso sociólogo con más de veinte años de experiencia profesional, antes de dedicarse en exclusiva a la universidad, cobra hoy, al mes, netas, con todas las subidas, 34.000 pesetas. Tal como suena. A 130 pesetas por estudiante y mes.
¿Hay que decir, a la vez, que un no menos conocido -por otras razones, es verdad- catedrático de la vieja guardia (casi sic), que cobra quizá seis o siete veces esa cifra, hace quince años que no se le ve por su -habrá que llamarlo así- centro de trabajo; que a su despacho se le conoce por el de la moqueta virgen?
Lo que sí conviene decir es que, sobre un total de 3.184 profesores no numerarios en 1980, en las facultades de la Universidad Complutense (el 78,2% del total) había 870 profesores encargados de curso. Que de los 1.676 profesores ayudantes sólo 728 podían tener dedicación exclusiva, es decir, cobrar 51.000 pesetas al mes netas. Que, según el abanico salarial publicado por la propia Universidad, un catedrático numerario, por hacer las mismas funciones cobra, sin tener en cuenta trienios y demás, casi cuatro veces lo que nuestro profesor encargado.
Una reivindicación política
Se nos llama corporativos por pedir dedicación exclusiva y control del trabajo. Siempre he creído que una de las reivindicaciones profesionales más políticas que he conocido (por las transformaciones que arrastraba consigo para la universidad) ha sido la vieja demanda por parte de los penenes del contrato laboral: en innumerables escritos, formalizados como estatutos, hemos dado minuciosa cuenta de lo que esa demanda suponía. El aspecto más destacado era, sin duda, el de que la contratación la hacían, con todas las garantías de publicidad, comisiones de profesores y estudiantes, quienes habían de evaluar además, periódicamente, la labor y dedicación llevada a cabo por todos los profesores.
Lejos, pues, de los no numerarios la pretensión de estar a dedo en la universidad. Es más, para mí tengo que una de las razones de la a veces vitriólica enemiga con que algunos nurrierarios trataron (y tratan) nuestras demandas está, precisamente, en ese fantasmal control :es claro que lo único que se pide es simplemente que se cumpla, pero para muchos eso es una demanda soviética.
El contrato laboral permitía la autonomía de las universidades. Permitía iniciar una renovación universitaria no lastrada por los funcionarios vitalicios (a quienes se proponía quedar en la misma minoría que son actualmente, sin dañar sus derechos adquiridos, pero sometidos a un control real de su actividad y dedicación).
Comisiones de contratación
Tanto insistimos (y quizá convencimos) que la Administración dictó una orcien ministerial el 3 de julio de 1976 por la que se establecían comisiones de contratación con algunas de las características que los no numerarios habíamos pedido: carácter público, utilización de baremos objetivos, posibilidades de reclamación contra la decisión en los niveles más bajos de selección, etcétera. Así, la contratación del curso 1976-1977 pudo hacerse de forma más civilizada, y, desde luego, no a dedo, allí donde la influencia de los no numerarios lo hizo posible frente a la resistencia de los viejos usos de control unipersonal y arbitrario.
Esa orden ha sufrido mutilaciones, deformaciones, olvidos, o "no ha estado en vigor" en los últimos años según el grado de influencia de determinados sectores de profesores numerarios.
Desde luego también ha servido en otros casos como mínimo marco racional para la contratación en algunas universidades: de hecho, las plazas nuevas salen a concurso público, hoy, en la Universidad Complutense de Madrid haciendo mención expresa de esa orden ministerial.
Esa es la dirección de las reivindicaciones de los no numerarios.
Para muchos de nosotros lo que hace falta y lo que una nueva ley debiera impulsar al menos, es la posibilidad de trabajar en paz, sin agobios ni limitaciones impuestas arbitrariamente, en la docencia e investigación universitaria. Después de todo, sólo pedimos la racionalidad propia del sistema social en que vivimos: que quien trabaje cobre por ello; que quien cobre por trabajar, lo haga.
Que se abra la puerta a algunos más de los doscientos -que estimaba la primera redacción de la LAU tiene muy poco sentido en esta dirección. Hay que buscar una solución estructural.
Parece lógico decir: "O todos o ninguno", dando por supuesto que el todos debe referirse a cuantos quieran dedicarse sóla y exclusivamente a trabajar en la universidad (y cobrar por ello): no creo exagerar si digo que en algunos casos un control mínimamente serio dejaría fuera de la universidad a más de la mitad de los actuales profesores, numerarios o no.
"Universidad oculta"
Los profesores no numerarios pedimos dedicación, profesionalizacíón y control público de la actividad real de todo el profesorado: es una forma de empezar a cambiar lo que ahora es para la sociedad una universidad oculta.
Cuando algún amigo nos dice al conocer esta situación que la universidad forma parte de la llamada economía sumergida, uno no puede menos que pensar que, si no se liacen siquiera las mínimas reformas que piden los no numerarios, la universidad no estará sumergida; estará hundida.
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