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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Guinea Ecuatorial: ser o no ser / 1

Como guineanos con aspiraciones políticas -con las que, más que partidismo, hemos querido cultivar un natural instinto de supervivencia nacional-, nos complace hoy poder hacer estas reflexiones en voz alta, seguros como estamos de que nadie, objetivamente, podrá ver en ellas ninguna clase de tendenclosidad, toda vez que observadores más imparciales, e incluso menos interesados, han podido vivir sobre el terreno la actual realidad guineana, coincidiendo en sus apreciaciones con nuestras denuncias.

Paradójicamente, el peligro de desaparición de Guinea Ecuatorial como Estado del mapa político africano es más latente e inminente ahora, que ya estamos cosechando la absurda siembra de los once años de terror, que en los tiempos de Macías, por dos razones fundamentales: las dudas y vacilaciones de Teodoro, y los miedos sin razón, históricamente congénitos, de España.En efecto, en tiempos no lejanos, y desgraciadamente no superados, de Macías, Guinea Ecuatorial tenía un dueño y señor que, además, lo era también de vidas y haciendas.

Este dueño y señor de Guinea -fiel servidor de la Administración colonial- la transfirió a sus nuevos amos. Y, en virtud de esta cesión, Guinea Ecuatorial se convirtió en una posesión más de la URSS en Africa, y por esta razón, del colonialismo español -con sus más o menos cargas de arbitrariedades- pasamos a la esclavitud soviética, que nada tiene que ver con los postulados marxistas del socialismo científico.

Pero, pese a las bases navales, los servicios de escucha, el pescado podrido, la doctrina alienante y corrosiva, en una palabra, pese a la ocupación soviética, Guinea estaba garantizada; no corría el peligro de ser declarada terra nullius por cualquier avispado interesado en anexionarla. Es decir, con la ocupación -menos sonada que la polaca, claro está- de la URSS, Guinea estaba allí, y aunque nos sangraba el corazón y se nos hacía jirones el alma por no poder combatirle a Macías en su terreno, esta específica situación, creada por la presencia soviética, seguía garantizando la viabilidad de Guinea Ecuatorial como Estado, al menos en teoría, si bien de tercera clase.

Sin embargo, ahora, la situación es diametralmente opuesta a aquella de los tiempos de Macías: ya no hay un dueño y señor de Guinea que disponga -mal o bien-, pero que disponga, respaldado por alguien que inspire respeto.

Teodoro no es Macías. Es decir, no tiene carisma ni legitimidad; no está en condiciones de endiosarse, aunque lo quiera, porque nuestro pueblo no está ya para mitos; no tiene tampoco ese halo que señala a los criminales políticos y que impone respeto. Por no tener, no tiene ni siquiera la confirmación de las bayonetas que suele caracterizar a las dictaduras militares, porque no tiene fe en los hombres que empuñan fusiles en Guinea.

Todo esto es lo que hace que todo sea contradicción y perplejidad en la gestión política de Teodoro y en la realidad guineana actual, caminando todo, como dicen los fang, con pasos de cangrejo.

En la larga conversación que mantuve con él en Aranjuez, ya va a hacer de esto casi dos años, le encontré muy receptivo; observé que nos oía con aparente atención y sumo interés, aunque no pueda garantizar que nos escuchara. Lo que, por otra parte, tampoco debe sorprender, pues los políticos forjados en el régimen de Macías -donde la máxima era un absurdo e incompleto silogismo que decía: "Yo soy el presidente, luego sé más que todos vosotros juntos"- oyen bien, pero no escuchan, no atienden, y por eso obran a su aire.

Bien, como esto último puede parecer una apriorística descalificación global, actitud esta que rechazamos en el Frelige, lo repetiré con otras palabras: Teodoro cree en la necesidad del cambio, quiere un cambio profundo en el sistema político guineano y no meros maquillajes cara a la galería, pero sus propias contingencias políticas le obligan a temer el cambio.

Es consciente de que el toro hay que agarrarlo por los cuernos, porque, de no hacerlo así, el juicio del pueblo contra él será más implacable que contra Macías; Teodoro sabe que el pueblo, todavía lleno de miedo, no está para más componendas, y es peligroso jugar con el miedo del pueblo. Pero está rodeado, voluntariamente, de los rezagados restos del macismo, que siguen emperrados en que el pueblo guíneano debe seguir soportando, durante otros once años más, el hegemonismo mongomano.

De allí ese continuo querer y no poder que es notorio en su actuación política. De allí el desfase que se da entre sus discursos políticos -los más progresistas que se pueden escuchar hoy en Africa- y una praxis totalmente reaccionaria, que vacía de conten ido a los mismos. De allí que mantenga en sus puestos a "colaboradores" que, una vez sí y otra también, le dan esos disgustos de órdago, como el reciente de la valija diplomática española. Colaboradores que temen un cambio que pueda propiciar la posibilidad de que rindan sus cuentas ante el pueblo.

Ahora bien, como lo que está en juego no es el patrimonio personal del coronel -Macías, en sus delirios megalómanos, lo creía así, que Guinea era su finquita- los guineanos creemos llegado el momento de hablar claro y sin miedos, no sea que, como dicen en mi tierra, por no hablar se nos lleve la lengua; no sea que nuestro silencio sea interpretado como connivencia o anuencia con lo que se hace o pasa ahora en Guinea.

En el Frelige hemos sido siempre conscientes de que el mayor peligro de las tiranías llega cuando éstas caen, porque es cuando los herederos forzosos recogen lo que han sembrado las tiranías. Y no hay que olvidar que los dictadores lo saben hacer todo menos su testamento; sobre todo, si acaban ante un paredón como Macías.

Por otra parte, Macías, conscientemente, dejó la yesca preparada para que Guinea ardiera después de él. Esta fue la razón por la que gritaba, cuando abría la boca hasta las orejas, aquello de "aunque me muera, mi cabeza penderá sobre vosotros".

Este siniestro espíritu de Macías, que sigue planeando sobre nuestra Guinea, es el que origina las dudas y vacilaciones de Teodoro y otros muchos guineanos que, a estas alturas, aún están deshojando la margarita de con quién quedarse: Rusia, China, Francia o España.

Y este estado dubitativo, esta inseguridad, esta falta de coraje y decisión de la persona llamada a adoptar las resoluciones que han de determinar nuestro futuro, es el que, en estos momentos, preocupa y ocupa al Frelige, porque pone en peligro el futuro de nuestra nación, porque está diluyendo irreversiblemente la tenue esperanza que le abrió a nuestro pueblo la tan señalada fecha del 3 de agosto y niega posibilidades al famoso eslogan acuñado por Teodoro: "Por una Guinea mejor".

es secretario general del Frente de Liberación de Guinea Ecuatorial (Frelige).

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