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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reagan-Breznev

LA POSIBILIDAD de que Reagan y Breznev se encuentren a solas en el mes de junio, aprovechando la reunión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, a la que asistiría el presidente de la URSS, depende, entre otras cosas, de que Breznev esté todavía en vida o, por lo menos, en posesión plena de sus títulos de poder. Los rumores y los desmentidos acerca de un episodio grave en su salud no tienen quizá más razones que las docenas de ellos que se han producido anteriormente; pero es incontrovertible el hecho de que Breznev lleva mucho tiempo actuando por encima de sus posibilidades físicas y que su suerte o su retirada pueden producirse en cualquier momento. El hecho de que Breznev permanezca en el poder contra toda lógica y contra toda idea de la eficacia que debe esperarse de quien concentra todos los cargos de poder en uno de los países más fuertes del mundo -según Reagan, más fuerte aún que Estados Unidos, aunque este aserto aparentemente pesimista sirva, sobre todo, para justificar su política de rearme- supera la idea simple de su propia ambición y de su propia astucia para conservarse. Parece, sobre todo, que Breznev es una especie de centro de gravedad que mantiene en equilibrio relativo varias tendencias políticas en la cúpula de mandos de la URSS, equilibrio que se rompería en el momento de buscarle sucesor. No parece que durante los doce años largos que hace de su incorporación al poder haya podido mejorar la situación interna y exterior de la URSS: al contrario, el país ha ido perdiendo en todos los terrenos. Sin embargo, Breznev ha ido acumulando puestos, y lo que en 1964 parecía un regreso a la dirección colegiada y casi anónima, después del excesivo esplendor de Krustchev, ha ido volviendo a la estructura conocida del hombre único. Puede atribuirse solamente al reflejo leninista del secretario general con poderes sin discusión, pero más bien parece, a la vista del transcurso de la historia, que se trata sobre todo de evitar el pluralismo de opiniones, la representación de las distintas opciones políticas surgidas en el Kremlin. Breznev representaría un mal menor, y quizá la posibilidad más cómoda de que los mariscales sostengan la estructura del régimen. No parece, por tanto, que la presidencia total de Breznev sea realmente personal; ni parece tampoco que a la misma URSS le pueda convenir este inmovilismo, que no es, en realidad, mas que una corteza, una superficie de algo que va mudando continuamente por dentro.Sin embargo, el tema del que Breznev y Reagan van a tratar en junio va más allá que la misma personalidad del presidente soviético: es un asunto claro de los mariscales. Se trata de las distintas propuestas de "congelación" de las armas nucleares. La apariencia unitaria y la voluntad militar de la URSS parece unánime en esta cuestión y consiste esencialmente en que la situación se quede como está: la URSS, con sus misiles ya instalados "al oeste de los Urales", y Estados Unidos, sin Instalar los propuestos euromísiles; con la amenaza soviética de que, si los instala, se habrá roto el esquema actual del "equilibrio del terror" y se expondrá al mundo a una carrera armamentista de la URSS, que podría fácilmente alcanzar al territorio de Estados Unidos. La respuesta americana es que la congelación de la situación actual supone consagrar la primacía nuclear soviética y además no existen garantías de que los rusos no aprovechen su plan para un rearme unilateral incontrolado.

De todas maneras, un sector de la opinión pública americana empieza a desconfiar del programa de Reagan y a coincidir con las reservas de los gobernantes de Europa occidental. Es significativo que la oferta de fecha para la entrevista de Reagan a Breznev se sitúe en el momento en que el presidente de Estados Unidos haya regresado de su viaje a Europa, donde se entrevistará con sus aliados en Versalles -conferencia de "países ricos"- y en Bonn -la OTAN-, y con los que tendrá también coloquios separados en Estados Unidos durante la Asamblea de la ONU.

El anuncio de la entrevista servirá, al mismo tiempo, al presidente de Estados Unidos para ser mejor recibido en Europa, para recuperar la iniciativa en la cuestión de las soluciones negociadas frente a las soluciones de fuerza y para tranquilizar a la parte de su opinión pública que se le desmanda, y que cada vez es mayor según las encuestas. Pero, sin duda, es consciente de que la entrevista misma no le facilitará nada las cosas si ambas partes se limitan a expresar de nuevo sus posiciones conocidas.

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