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Los partidos electoralistas salvadoreños se niegan a negociar con la guerrilla

Los seis partidos políticos que participaron en las elecciones salvadoreñas coinciden en un punto: no habrá negociaciones con la guerrilla La derecha triunfante opina que un alto el fuego conseguido por la vía del diálogo sería para los rebeldes sólo un paso intermedio hacia la conquista definitiva del poder. Los militares van a tener ahora todo el apoyo de los políticos para continuar la guerra.

Sólo una Democracia Cristiana (DC) mayoritaria hubiera ofrecido alguna posibilidad de buscar la paz en la mesa de negociaciones. Pero el mayor partido salvadoreño es un rehén de la derecha, a pesar de sus veinticuatro diputados, su medio millón de votos (40%) y su victoria en nueve de cada diez municipios.Su posición es tan frágil que todo parece dispuesto para ofrecer la cabeza de José Napoléon Duarte a la gran derecha a cambio de un espacio en el Gobierno. En opinión de un diplomático norteamericano, los democristianos confirman así su larga tradición de pactos con el diablo para mantenerse en el poder.

Después de dos años de compartir la Junta con los militares cerrando los ojos a la matanza de 32.000 personas y prestando al Ejército su imagen reformista, nada tiene de extraño que ahora estén dispuestos a formar Gobierno con sus enemigos de siempre.

El presidente de la DC, Julio Rey Prendes, decía el domingo que llevaba pistola porque estaba amenazado de muerte en cuatro listas de la izquierda y tres de la derecha. Dos días después está mendigando una cuota de poder a quienes prometieron matarle.

En un discurso errático ante los periodistas extranjeros, Rey Prendes hizo un llamamiento al bloque de la derecha para formar un Gobierno de concentración. Tras una cerrada defensa de Duarte, que simboliza lo que es el partido, terminó por aceptar que todo es posible en una negociación política. Implícitamente estaba cortando ya la cabeza de su líder, de quien han corrido en las últimas horas rumores no confirmados sobre su salida del país.

Hace tan sólo una semana, la DC manifestaba que ARENA iba a imponer en el país la paz de los cementerios. Ayer admitía que detrás de este partido había un importante sector de la opinión pública y que por eso debía ser tomado en cuenta.

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La diplomacia norteamericana ha aceptado con cierta preocupación la caída de Duarte, pero asume el hecho de que a partir de ahora tendrá que entenderse con un Gobierno de mayoría ultraderechista.

Nancy Kasenbaum, senadora por Kansas y jefa de la delegación oficial enviada por su país a las elecciones, dijo que el Congreso tendrá que escuchar ahora a D'Aubuisson, que tiene un importante apoyo popular.

En las palabras de Jererny O'Leary, miembro del Consejo Nacional de Seguridad y portavoz de los observadores de EE UU, había un aire de intranquilidad cuando decía: "D'Aubuisson debe probar ahora que quiere ser un político y dejar de ser lo que siempre fue si El Salvador pretende seguir contando con la ayuda norteamericana".

La derecha salvadoreña sigue, entre tanto, su propia escalada. Mientras ARENA dice que los democristianos sin José Napoleón Duarte serán invitados al nuevo Gobierno, opinión que comparte también Acción Democrática (grupo que es equivalente a la UCD actual de Calvo Sotelo), el Partido de Conciliación Nacional (PCN), que fue derribado del poder por el golpe militar de 1979, comenta que la alianza de los cinco no es sólo contra Duarte, sino contra la DC.

Sólo los militares guardan silencio por ahora. El vicepresidente, general Abdul Gutiérrez, ha declarado únicamente que el Ejército respeta la decisión popular. Algo más explícito se ha mostrado en dos puntos: no habrá negociaciones con la guerrilla y los cambios que inevitablemente deben producirse en la cúpula de las fuerzas armadas deben ser decididos por la oficialidad, no por los políticos.

El país entra ahora en un túnel de pactos políticos en el que casi todo es posible, incluso un golpe militar, que se ha convertido en tema frecuente de especulación en los medios diplomáticos y en rumor insistente en la calle.

El recuento de votos terminó en la madrugada de ayer. A salvo de unas pocas papeletas que están, en discusión, la DC queda finalmente con veinticuatro diputados (40% de votos); ARENA, con diecinueve (29%); PCN, con catorce (17%); AD, con dos (8%), y el Partido Popular salvadoreño obtiene uno por residuo en la capital. El voto del miedo (en blanco y nulos) suma el 13%.

El total de papeletas depositadas supera la cifra de 1,2 millones, que, de acuerdo al censo manejado por el Consejo Central de Elecciones, sería el ciento por ciento de los electores.

Un cálculo más correcto indica que esto supone una votación real del 75%, índice altísimo en las circunstancias en que votaron los salvadoreños.

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