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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Día de la Mujer Trabajadora

EL DIA Internacional de la Mujer Trabajadora es una fecha conmemorativa que se va abriendo paso, aunque con dificultades y sin la menor atención oficial, en las costumbres de la sociedad española. El recuerdo de las 129 trabajadoras en huelga que perdieron la vida, el 8 de marzo de 1908, por el incendio provocado de la fábrica textil neoyorquina en la que se habían encerrado para exigir la jornada laboral de diez horas, no sólo rinde homenaje a las víctimas de aquella brutal matanza sino que también simboliza una larga lista de reivindicaciones en la que los problemas genéricos de la condición obrera se dan cita con los específicos de la condición femenina.La efemérides lleva como marca de origen el patrocinio de la II Internacional y la decisión de la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de aceptar, en 19 10, la propuesta de Clara Zetkin de situar esa fecha en paralelo con la jornada del Primero de Mayo, conmemoración de la sangrienta represión en 1886 de una manifestación obrera en Chicago. Eran los tiempos en que el movimiento obrero norteamericano apenas se distinguía, al menos en sus dimensiones sindicales, del europeo, que hacía suyos los problemas y las tradiciones de los trabajadores de Estados Unidos. Pero también era la época, previa a la Revolución de Octubre y anterior a la escisión de la II Internacional, en que los partidos y sindicatos socialistas descuidaban la posibilidad de que las reivindicaciones feministas desbordaran el marco general del movimiento obrero organizado y postularan una plataforma independiente e interclasista en función de la dependencia de las mujeres dentro de una sociedad dominada por el machismo.

Las nuevas corrientes feministas surgidas después de la Segunda Guerra Mundial, aunque asumen los objetívos antidiscriminatorios dentro de las relaciones laborales, han llevado sus metas a otros ámbitos de la sociedad y han innovado sus enfoques. La conquista del sufragio, la modificación del sesgo patriarcal del derecho de família (desde la patria potestad hasta la administración del patrimonio común de los cónyuges) y del derecho penal (con su calderoniana protección del honor mancillado de los maridos y la condena carcelaria de las adúlteras),la legalización de los contraceptivos, la lucha por la despenalización del aborto y los esfuerzos por conseguir un clima social de plena igualdad con los varones son algunos de los renglones que el feminismo, entendido como movimiento autónomo y desvinculado de planteamientos estrictamente clasistas, incorpora a su programa mínimo.

En cualquier caso, la vieja reivindicación a trabajo igual, salario igual, la lucha contra otras formas de discriminación laboral -establecimiento de categorías, oportunidades de ascenso o promoción, exclusión de puestes de responsabilidad, etc.- y las exigencias nacidas de problemas derivados de la maternidad y la crianza de la prole siguen teniendo amplia vigencia en el mundo del trabajo español. Las mujeres dedicadas al servicio doméstico por cuenta ajena, designadas con el oficinesco eufemismo de empleadas del hogar, presentan un cuadro reivindicativo diferenciado, todavía más dramático por la indefensión a que les condena el aislamiento en que desempeñan sus prestaciones laborales. Los prejuicios de la sociedad española hacen que no sea suficiente una simple modificación de las leyes y reglamentos, ya que las normas siempre pueden ser burladas, orilladas o tergiversadas por quienes tienen a su cargo las decisiones concretas en las fábricas, las oficinas, los departamentos de la Administración Pública o los comercios. Al fin y al cabo, la discriminación de la mujer trabajadora es uno de los vehículos que expresa las frustraciones, las inseguridades y los temores de quienes ven amenazados los grandes o pequeños privilegios recibidos desde la cuna gracias a su condición de macho. Sin embargo, las leyes, aunque no sean una condición suficiente, continúan siendo un requisito necesario para cumplir esos objetivos, reconocidos en el artículo 14 de la Constitución de 1978, que establece la igualdad de todos ante la ley y prohibe cualquier discriminación "por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".

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La lucha feminista tiene todavía en nuestro país un largo camino por delante. Pero frente a quienes sugieren, o proponen -desde el interior mismo del propio movimiento feminista- que los hombres son sus peores enemigos, habrá que decir y repetir que pueden ser también sus mejores aliados. Lo mismo que un gran número de mujeres, por causas que no vienen al caso, se alinea en la concpeción tradicionalmente machista de la sociedad y contribuye activa o pasivamente al mantenimiento de las opresiones y las discriminaciones, sean legales o de hecho, también un gran número de hombres son conscientes de que el ejercicio de la libertad y la configuración de una nueva convivencia pasan por el establecimiento de una sociedad en la que la no discriminación sea la base de las relaciones humanas. Un bello objetivo y una larga tarea. Tanto más larga cuanto más tarde se empiece.

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