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RELIGION

El Papa confía en que los jesuitas elijan este año al sustituto del padre Arrupe

«Existe una gran uniformidad en admitir que la Compañía no está en crisis y que la línea seguida desde el Concilio hasta hoy es la correcta, aunque haya evidentes excepciones», declaraban varios provinciales jesuitas en la plaza de San Pedro mientras hacían tiempo para la audiencia con el papa Wojtyla. La expectación ante el encuentro con el Papa se centraba en un punto, a saber, si les iba a autorizar pronto una congregación general con lo que se diera por cerrada la crisis de la compañía, abierta hace un año, o bien a seguir con el estado de excepción. El Papa ha anunciado que espera que este año pueda celebrarse la congregación general que elija al nuevo propósito general de los jesuitas.

Después de los cuatro días de encierro a cal y canto a treinta kilómetros de Roma, la vuelta de la plana mayor de los jesuitas a la ciudad eterna estaba caracterizada por una euforia mal disimulada. Al parecer, el repaso a la actuación de los jesuitas desde el Concilio hasta hoy, tema de la intervención de Paolo Dezza en el discurso inaugural que ha servido de hilo conductor a todas estas jornadas, ha tenido como resultado el reconocimiento de que no lo están haciendo tan mal, que la línea seguida, salvo excepciones, sigue siendo válida, «y, por tanto, seguimos sin entender por qué estamos aquí. Si ha habido fallos, son más de omisión que de comisión, con lo que no tiene sentido alarmarse por teólogos de la liberación cuando a nadie chocó que hubiera capellanes con Fidel Castro en Sierra Maestra», se oía comentar."Circunstancias ignacianas"

La mañana había comenzado con una misa en la curia generalicia del Papa Negro, en las inmediaciones de la plaza de San Pedro, con una homilía dictada, dicen, por Pedro Arrupe, pero leída por Jose Pittau. En la breve intervención, Arrupe hacía mención de las «circunstancias tan ignacianas» por las que atraviesa la compañía y que, según comentaba un superior, «bien podría referirse a la voluntad de san Ignacio de obedecer a la Iglesia que dice blanco aunque el blanco fuera negro» . Arrupe, que sólo consigue expresarse medianamente, aunque conserva su lucidez, alababa la respuesta obediente de los jesuitas a las disposiciones del Papa. Los mismos afectados interpretaban las palabras de la homilía «como una demostración de que Arrupe no es el rebelde que se ha maginado el Papa, con lo que no se tienen en pie sus medidas autoritarias».

Luego fue la audiencia con el Papa. Mientras esperaban que Mitterrand terminara el saludo de cortesía al jefe de Estado vaticano y que les llegara su turno, se fueron congregando un centenar de superiores. Ante el varlopinto espectáculo de gorros rusos, gabardinas claras sobre sotanas negras e impecables clergymans, un americano comentaba: «Basta ver este panorama para cerciorarse que esto no es el Opus». El mismo comentarista glosaba el paso de tres provinciales alemanes con un «a éstos el imperativo categórico les ha servido para defender con absoluta lógica las posturas de Arrupe».

Quien no estaba entre los que hacían tiempo eran Pittau y Dezza que, si no ocultan su satisfacción por el comportamiento disciplinado de losjesuitas, tampoco acaban de entender la contundencia con la que los reunidos manifiestan su identificación con la línea seguida. En algunos círculos se ha hablado de que Pittau podía ser el candidato del Papa para suceder al actual general, Pedro Arrupe. «No pasará del 5%», comentaban algunos.

La tranquilidad con que los jesuitas contemplaban las discusiones de estos días no disimulaba apenas la expectación ante lo que pudiera decirles el Papa. «No sabemos qué pueda decirnos, aunque nos tendrá que hacer observaciones críticas. Pero el punto de mayor importancia es si vamos a tener pronto congregación general». Como se sabe, este es un asunto que se ha reservado especialmente Juan Pablo II y hasta ahora nadie había conseguido desentrañar sus secretos designios.

Juan Pablo II les ha leído un discurso de dieciocho follos, cuyas siete primeras páginas están en italiano, las dos últimas en castellano y, en medio, inglésy francés.

También Wojtyla habla de la obediencia ignaciana, dando un repaso a la historia de losjesuitas, no olvidando de mencionar, entre sus logros, las reducciones de Paraguay, y aludiendo a sus tiempos de Cracovia para explicitar su interés por los jesuitas. La parte más enjundiosa es la que va en francés. El Papa anuncia su voluntad solemne «de insistir en la interpretación exacta del reciente Concilio», hecha a la luz del Espíritu Santo «y no de criterios personales o de teorías psicosociológicas» . La tarea de los jesuitas consiste «en convencer a los que desgraciadamente están tentados de caminar, sea por los caminos del progresismo, sea del integrismo, a que vuelvan con humildad y alegría al camino de la comunicación con sus pastores y con sus hermanos, quienes sufren por su comportamiento y alejamiento».

Naturalmente, no podía faltar el tema del compromiso político: «No hay que olvidar que la necesaria preocupación por la justicia debe llevarse a cabo de acuerdo con vuestra vocación de religiosos y sacerdotes».

Al final del discurso y ya en lengua castellana, está el párrafo que los jesuitas esperaban impacientemente: «Confío que esta preparación procederá de tal manera que sea posible, dentro de este año, la convocación de la congregación general». Bajo una formulación precavida y llena de condicionantes se les dice que este año podrán nombrar al nuevo general. Habrá que esperar cómo se desarrolla esta reunión que entra ahora en su fase decisiva. Lo menos que se puede decir hasta ahora es que los jesuitas siguen mucho más cerca de Arrupe y su línea que de Dezza y lo que él representa.

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