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Entrevista:Entrevista con el canciller de la República Federal de Alemania / 1

Helmut Schmidt: "La realidad surgida de Yalta sólo puede cambiarse por una evolución pacífica en el interior de la Europa del Este"

Pregunta. ¿Piensa en retrospectiva que su reacción a la declaración de la ley marcial en Polonia no fue la más apropiada? Se le ha criticado la decisión de permanecer en Alemania Oriental después de haber oído1a noticia, sus posteriores referencias a Yalta y a la necesidad de mantener los acuerdos históricos sobre las esferas de influencia en Europa y su primera declaración, dando a entender que los soviéticos no estaban profundamente implicados en los acontecimientos. Todo esto molestó bastante a los norte amer¡canos. ¿Piensa ahora que estuvo acertado?Respuesta. Hablando ahora con más perspectiva, no lamento nada de lo que dije ni tengo nada que corregir. Jamás pensé ni dije que los soviéticos no tuvieran nada que ver con los acontecimientos polacos del 13 de diciembre. Todo lo contrario, siempre he pensado que no podía ocurrir nada de importancia política en Polonia, en la República Democrática Alemana en Checoslovaquia o en ningún otro país de Europa del Este sin la aprobación de la jerarquía soviética. Me gustaría recalcar que jamás he afirmado que Jaruzelski llevara a cabo las medidas que tomó sin presión de la Unión Soviética. Todo lo contrario, antes de Navidad le envié una carta al secretario general, Leónidas Breznev, pidiéndole que se ocupara de remediar la situación polaca. Ahora sé que, con excepción de Ronald Reagan, fui el único dirigente político occidental que escribió a Breznev sobre la situación polaca. En cuanto a mi visita a la República Democrática Alemana, no lamento lo más mínimo el no haberme marchado inmediatamente. ¿Por qué razón tenía que marcharme? ¿Por qué iba a castigar a mis propios compatriotas de Alemania Oriental por algo que había sucedido en otro país? Siento un gran cariño por mis compatriotas, y a veces Estados Unidos no lo comprende.

Ese mismo domingo estaba visitando la catedral de Mecklenburg (Alemania Oriental), en compañía de un jefe de Estado comunista. En la catedral él tuvo que escuchar al obispo como yo. Era la primera vez que el jefe de Estado comunista de la República Democrática Alemana visitaba una catedral. Podría haber elegido otro lugar para fomentar el cristianismo en Alemania Oriental, pero elegí esta catedral por la escultura de Ernst Barlach. Lo televisaron en toda Alemania del Este. Fue un acontecimiento que significaba mucho para Alemania del Este.

Sobre la cuestión de Yalta dije lo mismo que François Mitterrand, y me reafirmo en mis palabras. Creo que es moralmente inaceptable dividir el mundo en diferentes esferas de influencia. Pero aun afirmando esto, hay que darse cuenta que Polonia lleva ya 35 años formando parte de la esfera de interés soviética. Quizá sea cierto que no se pensó que las cosas ocurrieran así, ni en Yalta, ni en Teherán, ni en Casablanca. Por otro lado, es una realidad de la vida internacional y hecho histórico que las potencias que contaban en Teherán, Yalta, Potsdam o Moscú no consiguieron asegurarse la aceptación por parte de la Unión Soviética del derecho de los pueblos a la autodeterminación ni de la soberanía de las naciones. Pero ello no debe hacernos concebir la ilusión de que la realidad surgida de Yalta y Teherán se puede alterar por presiones políticas o morales o por la fuerza. Unicamente puede cambiarse mediante una evolución pacífica en el interior de la Europa del Este. Por el tipo de evolución que de cuando en cuando vemos comenzar en algunos Estados bajo dominio comunista. Lo vimos en la Alemania del Este en 1953. Lo vimos en Hungría en 1956. En Checoslovaquia en 1968. Lo estamos viendo ahora mismo en Polonia, desde agosto de 1980.

Estos intentos por parte de los países de la Europa del Este de comenzar una evolución pacífica han sido aplastados, en la mayoría de los casos por la fuerza, por parte de la Unión Soviética. Pero pienso que no debemos dejar que estos acontecimientos nos hagan perder la confianza en que es posible la evolución. En realidad, dejan patente uno de los principales puntos débiles del sistema comunista bajo la dirección de la Unión Soviética, la incapacidad de adaptar sus sistemas a los deseos del pueblo y a la necesidad de los avances económicos, históricos y políticos.

P. Veamos, en primer lugar, la cuestión de Yalta. ¿Piensa que se deben a Yalta los 35 años de relativa paz en Europa.

R. No, no; no creo que haya que atribuir ningún mérito a Yalta. Simplemente digo que, efectivamente, Yalta se ha convertido en un símbolo de la división de Europa en diferentes esferas políticas. No creo que haya que atribuir ningún mérito a Yalta. Creo que, moralmente, es inaceptable, pero se ha convertido en una realidad política de la vida internacional. Deploro Yalta. Ha dividido a mi propio país en dos partes, y ambas son mi propio pueblo.

P. ¿Cree entonces que ha llegado el momento de reevaluar los acuerdos de Yalta? ¿Hay alguna forma de que Occidente pueda garantizar su seguridad a la Unión Soviética sin que tenga que haber un Estado totalitario en Polonia?

R. No es cuestión de que Occidente garantice una forma de gobierno en la Unión Soviética, ni mucho menos.

P. ¿Ni siquiera su seguridad?

R. La misión de la Unión Soviética y de los demás países de la Europa del Este y la de los países de Europa occidental y de Estados Unidos es procurar que no haya guerra en Europa. Hace falta que haya negociaciones y tratados para asegurar que no se va a producir una continua carrera armamentística, una cadena infinita de amenazas y contraamenazas con el riesgo de que tales procesos se nos escapen de las manos. Pero no es necesaria una reevaluación de la situación de la Europa del Este. Lo que hace falta son negociaciones como las que se están desarrollando en Ginebra en este momento. Como las que llevaron a los SALT I y a los SALT II. Como las que llevaron al tratado de no proliferación de armas nucleares; acuerdos de ese estilo.

P. Le he hecho esta pregunta porque George Kennan argumentaba hace unos días en el Herald Tribune que estábamos arrinconando a la Unión Soviética, que si queríamos ver cambios, una evolución en Polonia y en otros estados de la Europa del este teníamos que asegurarnos de que no dábamos la impresión de estar intentando, al mismo tiempo, socavar su seguridad. Me preguntaba si habría tratado usted con Breznev en alguna ocasión esta cuestión de los cambios en la división de Europa, de su evolución, de cómo se puede trabajar juntos para reducir la carrera armamentística y permitir, al mismo tiempo, una evolución política.

R. Dada la falta de flexibilidad soviética, tanto ideológicamente como en términos de su estrategia política, la evolución, en su caso, es un proceso muy largo. Contribuimos a hacer posible la evolución mediante el documento final de Helsinki. Esto abrió posibilidades de evolución pacífica, incluso en Polonia. La creación de Solidaridad y otros acontecimientos revolucionarios dentro de Polonia no hubieran sido posibles si Helsinki no les hubiera precedido en 1975. Nosotros, los alemanes en particular, hemos contribuido a las posibilidades de evolución en la Europa del Este mediante una serie de tratados que firmamos en los años setenta con Moscú, Checoslovaquia y Alemania del Este.

En cada caso, los signatarios se comprometieron a no utilizar la fuerza mutuamente. Firmaron un tratado renunciando al empleo de la fuerza. Fue algo muy importante para quienes viven en la Europa del Este. Ya no estaban obligados a creer lo que les decía su propaganda, que tenían que estar permanentemente alerta, que tenían que soportar un nivel de vida bajo y sacrificar parte del producto nacional bruto para rearmarse contra una Alemania vengativa. Esta amenaza había sido uno de los instrumentos principales para oprimir a la gente de esos países. Les arrebatamos este instrumento. Los tratados alemanes no eran únicamente una forma de estabilizar la paz en Europa; eran, sobre todo, una forma de eliminar, para millones de polacos y para millones de ciudadanos de la Europa del Este, el sentimiento de verse amenazados. Consecuentemente, era una forma de permitir la. evolución. Nuestros tratados han hecho desaparecer el miedo a los alemanes, y con él desapareció uno de los instrumentos de opresión de los Gobiernos.

P. El general Jaruzelski tiene en Polonia un historial honroso de resistencia a las órdenes de disparar contra otros polacos. Cuando tomó el poder era evidente, por una serie de grabaciones hechas durante una reunión de la dirección de Solidaridad, que algunos miembros dirigentes del sindicato estaban discutiendo el derrocamiento del comunismo. Tal como se están desarrollando actualmente los acontecimientos, ¿cree que Occidente se ha mostrado demasiado duro en su juicio de Jaruzelski y que debería darle más tiempo?

R. Es difícil de decir. No conozco esas grabaciones. No las he oído.

P. Fueron ampliamente divulgadas en su momento.

R. Se divulga tanto...; no sé. Me inclino a pensar que un avance más lento de Solidaridad podría haber tenido más éxito. En cuanto a Jaruzelski, jamás he hablado con él, no le conozco. Conozco a algunos dirigentes polacos. A algunos de los que han sido arrestados y encerrados en esos campos de internamiento. También conozco a algunos de los actuales dirigentes. Pero me resulta difícil evaluar la situación actual del partido comunista polaco. Desde el 13 de diciembre, e incluso desde antes, han ocurrido unas cuantas cosas en Polonia que no estaban previstas ni por el partido comunista ni por el Politburó. No quiero utilizar una palabra demasiado fuerte, pero ahora mismo existe claramente un peligro de reestalinización, que puede verse también provocado por las influencias de Occidente. Me corregiré: podría ser provocado por influencias psicológicamente equivocadas que provienen de Europa occidental o de Estados Unidos. Hay que contar con esa posibilidad.

P. ¿Sugiere que estamos tratando mal el tema?

R. Es posible que lo estemos llevando mal, sí. Yo estoy a favor dé una fuerte presión moral sobre los militares polacos. Por otro lado, tenemos que mostrar, al mismo tiempo, cierta disposición a ayudar a Polonia si se produce un cambio: el levantamiento del estado de guerra, la restauración de la libertad de expresión y el diálogo nacional entre el partido, la Iglesia católica, los trabajadores, y habría que añadir actualmente los militares. Es decir, una fuerte presión moral, pero mostrando, por otra parte, que estamos dispuestos a ayudarles en caso de que haya un retorno a la normalidad en Polonia.

Helmut Schmidt

de la primavera checoslovaca de 1968. Al mismo tiempo, he visto lo que es posible, dada la inteligencia del dirigente comunista Janos Kadar. Occidente le consideró un gran traidor en 1956. Y, sin embargo, ha sido posible, mediante una evolución muy lenta, crear una forma de gobierno comunista mucho más aceptable a los húngaros de lo que lo es el actual Gobierno militar para los polacos.P. ¿No cree que algunas de las cosas que se están afirmando en estos momentos no contribuyen a favorecer ese proceso de evolución?

R. Creo que es necesario expresar nuestras propias convicciones morales. Por otra parte, las convicciones morales no constituyen necesariamente una política acabada. No hay que enfrentar nunca una serie de medidas contra nuestros valores elementales o morales. Pero no es suficiente con expresar nuestras creencias o incredulidades. La política internacional no es un teatro, no es una iglesia donde se va uno a confesar. Es un foro de debate en donde se intenta llevar a otras personas o a otros Gobiernos hac¡a ciertos objetivos que se tiene en mente. Hay que emplear muchos más instrumentos que la simple expresión de una repulsa moral. Yo expresé mi respulsa moral antes que ningún otro dirigente. Lo hice el 18 de diciembre. Es decir, dos días antes de que el presidente Reagan alzara su voz. Y lo hice no en una entrevista, sino en una declaración oficial, dada personalmente ante el Parlamento de Bonn. El Parlamento alemán aprobó una resolución, de manera casi unánime, sobre Polonia el 18 de diciembre, pidiendo la abolición del estado de guerra, la liberación de los prisioneros y el reinicio del diálogo nacional en Polonia. Es decir, expresamos nuestra opinión mucho antes que todo el mundo.

P. Sin embargo, la reacción norteamericana a su visita a Washington en enero fue rápida y furiosa, incluso brusca y violenta. ¿Qué es lo que hay realmente en la base de los problemas entre Alemania y Estados Unidos?

R. No hay ningún. problema entre Alemania y Estados Unidos. Usted está hablando de la reacción de algunos medios de comunicación, no del presidente. Ni del secretario de Estado.

P. Pero sigue siendo un problema de comunicación con un grupo de gente -no me refiero al presidente-, un grupo de políticos que, a partir de la Administración Carter, han ido saliendo de campos en los qu¿ no han tenido una larga y profunda experiencia de los asuntos exteriores. ¿O se trata simplemente de un sentimiento antigermano latente, una secuela de la segunda guerra mundial, que tenía por fuerza que reaparecer en el momento en que Alemania sintiera que podía mínimamente volver a reafirmarse?

R. No, no creo que sea una secuela de la segunda guerra mundial. Hay gente que sí, gente que ha estado en campos de concentración nazis, por ejemplo; no todos, pero algunos podrían dejarse llevar por el recuerdo. Pero la mayoría no.

Me gustaría decirles a los lectores norteamericanos de su periódico que los alemanes sienten gran cariño por la nación polaca. Alemania, por su cuenta y por iniciativa propia, ha enviado a Polonia, en Navidad y Año Nuevo, más paquetes -dos millones de paquetes por valor de aproximadamente cien millones de marcos- que el resto del mundo junto. El motivo es un profundo sentimiento de compasión. Creo que esa es la palabra correcta, un sentimiento profundo, un sentimiento de compasión profundamente arraigado que surge de lo que todos nosotros hemos padecido en los últimos mil años. Y me refiero, naturalmente, a mil años de historia polaco-germana. En ocasiones fue muy fructífera. Por ejemplo, hubo momentos en que los polacos escogieron sus reyes en Alemania, eligieron príncipes alemanes para la corona de Polonia. Durante los últimos doscientos años o más, la historia entre alemanes y polacos se ha amargado, desde la división de Polonia entre Rusia, Austria y Prusia hasta la época del reparto de Polonia entre Stalin y Hitler. Los alemanes saben que, después de los judíos y los rusos, los polacos fueron la nación que más sufrió bajo la bota de Hitler. Por eso los alemanes quieren compensarles.

Para empezar, no fue una tarea fácil para los alemanes, porque muchos alemanes llevaban siglos, ellos y sus antecesores, viviendo en la Prusia oriental y en Pomerania y Silesia, y habían sido expulsados al final de la guerra. Creían que les habían expulsado los polacos. En realidad, su expulsión se debió al traslado total de la nación polaca que se había acordado en las conferencias anteriormente mencionadas..,

He visitado Polonia en tres ocasiones. Debo agradecer que, incluso bajo el Gobierno comunista, encontré no sólo a ciudadanos polacos normales, sino incluso a dirigentes políticos que estaban empeñados en la tarea de contribuir a la consecución de la paz no sólo sobre el papel, sino en la realidad. Por todas estas razones, jamás emplearía una palabra como campo de concentración para describir lo que está actualmente sucediendo en Polonia. Sé lo que suponía un verdadero campo de concentración cuando los hombres eran asesinados por.millones en las cámaras de gas. No es fácil de entender para alguien que viva en el me

P. Podría decirse que el Gobierno militar de Polonia destruye el dominio del partido de una manera bastante seria. Jaruzelski ha roto el poder del partido y además, dadas las condiciones existentes, es posible que el partido no pueda volver a establecerse jamás de la misma manera. ¿Cree que tal argumento tiene sentido, y, en caso afirmativo, cuáles son las consecuencias?

R. Es difícil predecir el futuro de Polonia, el del partido comunista polaco o el de los militares polacos. Lo único que se puede predecir con seguridad es que los polacos, como nación., se mantendrán fieles a sus creencias religiosas. Esto es algo indudable. Por fuerza hay que contar con la fuerza integrada e inmaculada de la Iglesia católica. No creo que sea tarea de alguien que está todavía en el Gobierno hacer predicciones de ese tipo. Está bien para gente como George Kennan. Tiene derecho a hacerlo por sus éxitos, perspicacia y experiencia de toda una vida. Pero yo soy un dirigente político todavía en activo, y eso es muy diferente.

P. En su discurso de apertura del Parlamento de! Bonn el año pasado dijo que el proceso de distensión no aguantaría otro golpe como el de Afganistán. ¿Ha sido Polonia ese golpe final?

R. Polonia es una cuestión muy diferente. El caso de Afganistán es la invasión de un país pacífico no ligado por ningún tratado de adhesión a una alianza defensiva. Fue un caso de violación de la soberanía de un Estado. Polonia es, sin duda, un caso de categoría diferente. Claramente no se puede comparar a Polonia con el aplastamiento de la primavera checoslovaca de 1968, ni con Hungría. En estos dos casos se trató del empleo de la fuerza del poder militar soviético para intervenir y entromellerse en los asuntos internos de dos Estados. Polonia es un caso diferente.

No suelo utilizar con frecuencia la palabra distensión, pero lo que quiero decir en realidad es que el estado de las relaciones entre Occidente y la Unión Soviética se verá afectado si la Unión Soviética continúa invadiendo Estados y metiendo sus tropas en Estados en donde no tienen por qué estar. No hay duda tampoco de que el caso polaco ha cambiado las relaciones Este-Oeste, a pesar de su diferente naturaleza. Pero, a pesar de la impresión que algunos medios de comunicación norteamericanos dan a sus lectores y oyentes, no han cambiado las relaciones Este-Oeste, hasta el punto de que ya no haya diálogo entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Hace poco tuvo lugar una larga reunión entre los dos secretarios de Asuntos Exteriores, Alexander Haig y Andrei Gromiko, y aún continúan las conversaciones de Ginebra para conseguir un acuerdo sobre la limitación de armas nucleares en el teatro europeo. Yo me opongo a romper el diálogo.

Consecuentemente, estoy de acuerdo con la línea que ha tomado Ronald Reagan. No voy a criticar al presidente norteamericano ni a su Gobierno por decir lo que piensan. Yo mismo dije lo que pensaba antes de que ellos abrieran siquiera la boca. También he participado en la emisión televisiva "Dejad en paz a Polonia". Me gustaría recordar a todo el mundo la última frase del himno nacional polaco: "... todavía no está perdida Polonia".

P. ¿Usted mantiene la postura de que independientemente del ca riz que podrían tomar los aconte cimientos polacos en los próximo meses, va a respetar los acuerdo de la ostpolitik en temas tales como el del gasoducto y la necesidad de aumentar los intercambios comerciales?

R. Ya sabe que a los americano les es fácil hablar de comercio por que no tienen mucho comercio, ni con la Unión Soviética ni, en general, con el resto del mundo. Estados Unidos no tiene gran necesidad de comercio internacional porque tiene todas las materias primas dentro de su territorio. Tienen petróleo, gas natural, carbón tienen de todo. En Alemania en hay nada excepto un poco de carbón a gran profundidad. En Alemania no existe la minería a cielo abierto. Hay que cavar en la tierra agujeros de 12.000 metros de profundidad. Por eso somos una nación comercial, al igual que el Reino Unido, Francia, Holanda y la mayoría de los países europeos, y esto ha sido así desde el final de la Edad Media. Sin embargo, nuestro comercio con la Unión Soviética es relativamente bastante pequeño; quizá represente un 2% del total de nuestro comercio. Exportamos menos a la Unión Soviética que a la pequeña Suiza. Por eso los europeos lo pensamos más a la hora de entrometernos en el comercio, porque es una de las arterias de nuestra vida económica. A pesar de todo, es perfectamente creíble, no se puede excluir, que podamos participar en sanciones comerciales en un caso concreto. Por ejemplo, nosotros jamás hemos exportado tecnología que pudiera resultar de utilidad para fines militares a la Unión Soviética, y no lo vamos a hacer en el futuro. Además, tampoco hemos exportado cereales a la Unión Soviética porque no tenemos excedentes de cereales. Y hemos participado en el boicoteo norteamericano de los Juegos Olímpicos de Moscú, tras la invasión de Afganistán.

P. ¿Es esta, entonces, su respuesta, canciller, a mi pregunta de que, pase lo que pase en Polonia en los próximos meses, usted cree necesario respetar los acuerdos económicos de la ostpolitik?

R. No he roto jamás un tratado o un acuerdo firmado por mí o al que me haya comprometido. Y no lo voy a hacer en el futuro. A propósito, el Gobierno de Estados Unidos no me ha pedido que viole ningún acuerdo. No, no me lo piden. Puede que algunos periódicos sí lb hagan, pero el mismo Reagan declaró que él no lo haría.

P. En el Gobierno de Reagan hay una escuela de pensamiento que argumenta que Estados Unidos está mucho más capacitado para tomar parte en la carrera armamentística que la Unión Soviética. Su argumentación es que si la carrera de armamento continúa, la presión interna para lograr un nivel de vida más alto obligará a la Unión Soviética a sentarse en la mesa de negociaciones para emprender unas conversaciones más serias. Para esta escuela de pensamiento, cualquier ayuda económica, tal como el gasoducto siberiano, contribuye a retrasar el momento en que la Unión Soviética se verá obligada a negociar con más seriedad. ¿Le concede algún crédito a esta teoría?

R. Para empezar, ningún miembro del Gobierno de Estados Unidos me ha expresado jamás tal teoría. Y no sé si es cierto que haya alguien en el Gobierno norteamericano que la comparta. En segundo lugar, puede que sea cierto que Estados Unidos esté más capacitado para participar en una carrera de armamentos a gran escala con la Unión Soviética. En tercer lugar, no me gustaría que esto ocurriera. Y, por último, argumentaciones de este tipo no me van a convencer de que debo cancelar el acuerdo para la construcción del gasoducto. La economía alemana necesita gas del exterior, igual que necesita petróleo. Los norteamericanos no nos pueden abastecer de petróleo al precio antiguo. Estados Unidos no puede proporcionarnos gas natural, hasta que, en el próximo siglo, se construya un gasoducto a través del Atlántico norte. Y otro tanto se puede decir respecto a Francia y a otros países europeos. Quisiera repetir que Ronald Reagan no me ha pedido que cancele el acuerdo firmado porque sabe muy bien que ningún gobernante puede violar un acuerdo al que ha prestado su nombre.

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