La persistencia de Rosario, la abuela centenaria desahuciada por error
La anciana de 101 años reclama disculpas y recuperar sus pertenencias cuatro años después que una comitiva judicial vaciara su piso en L’Hospitalet

Hay errores que cambian vidas. A veces, basta con una simple confusión. ¿Ático segunda o sobreático segunda? Una comitiva judicial se equivocó de piso el 19 de febrero de 2021. Al llegar a la Rambla de la Torrassa 95, en L’Hospitalet de Llobregat, entraron en casa de Rosario Bravo. No había nadie dentro, así que ejecutaron el desahucio de acuerdo a la sentencia judicial. Pocas horas después, un cerrajero cambió la cerradura y cuatro operarios se llevaron prácticamente todo lo que había dentro del piso. Vaciaron 61 años de vida en pocos minutos. Rosario tenía 97 años. Su mundo cambió por completo.
Cuatro años después, ya con 101, Rosario lanza indignada un grito desde el sofá del comedor de su hijo Emiliano: “¡Fue un saqueo!”, exclama. No solo perdió una lavadora, una nevera, las mesillas de noche, las camas o los colchones. Perdió sus recuerdos. Y hay dos que no puede quitarse de la cabeza: la única foto que conservaba de su marido muerto y el libro en el que estaba escribiendo sus memorias. Anotaba sus recuerdos desde la Guerra Civil, con la intención de dejar un legado a sus nietos.
La familia tiene muchas preguntas que han quedado sin responder. El acta judicial del desahucio recoge que “no hallando a nadie dentro del inmueble, ni tampoco muebles de ninguna clase a reseñar [...] se procede a otorgar la posesión del mismo al procurador. Los bienes hallados se dan por abandonados”. Emiliano niega la mayor: “Es obvio que el piso no estaba vacío. Aquel día mi madre no estaba, porque pasó unos días en mi casa, se encontraba mal de salud, pero vivía allí. Este documento venia impreso del juzgado, no se ajusta a la realidad”. Rosario llevó el caso a los tribunales, pero el resultado fue un archivo de la causa por parte de la jueza instructora, que concluyó en su escrito que el desahucio “fue un lamentable error” pero no un delito.
Cerrada esta vía, a Rosario solo le quedaba el altavoz de los medios de comunicación y las cartas a responsables políticos. De momento, sin respuesta. “No queremos ni el dinero, aunque una indemnización sería lo mínimo. Queremos una disculpa”, asegura Emiliano. Rosario está cansada, saturada después de este episodio que lo cambió todo. Esta semana ha recibido el calor de los suyos: la Federación de Asociaciones de Vecinos de l’Hospitalet y la PAH del municipio montaron una concentración en su honor para exigir que se haga justicia. “Estoy muy contenta de ver tanta gente que me apoya”, cuenta con emoción. Le tiembla la voz recordando la escena, pero se recompone: “Soy una luchadora nata. Eso sí que lo reconozco”.
Ya más tranquila, y en confianza, se lanza a relatar como fueron sus primeros años de vida, marcados por la pobreza y la obligación de, literalmente, doblar el lomo. “Así ha sido mi vida” relata compungida, “nada más que trabajar”. Cuando vino a vivir a Barcelona, se quedó viuda cuando su hijo pequeño tenía solo 8 años. Tenía además tres hermanos, a los que cuidó hasta que se casaron. Trabajó dentro y fuera del hogar sin descanso, en el campo, también limpiando casas, lo que hiciera falta. Ella recuerda con tristeza a sus hijos recriminándole que nunca iba a la escuela. “Hoy también tienes que trabajar, ¿mamá?”, recuerda que le decían los chiquillos.
Después de este camino, no se quedará de brazos cruzados. “No he tenido ayuda de nadie, nadie me ha dado nada un duro. Así he vivido yo. No me voy a rendir”, remata con convicción.
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