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Reagan nombra una comisión de expertos del sector privado para controlar la gestión pública

El presidente Ronald Reagan está convencido de que gran parte de los males de la economía norteamericana se deben al mal funcionamiento de la Administración pública. Para poner remedio, ha decidido nombrar un grupo de expertos del sector privado que diagnosticarán y remediarán para que la maquinaria pública sea más efectiva. También en aras del ahorro del gasto público, Reagan impone un día de fiesta, sin paga, cada dos semanas para miles de funcionarios de la Administración federal.Todo ello porque la economía norteamericana no marcha tan bien como esperaba el presidente Ronald Reagan cuándo hace un año prometió una rápida recuperación. Sólo en el frente de la lucha contra la inflación se han conseguido importantes victorias. Pero la estrategia restrictiva monetaria del Fondo Federal de Reserva, junto con las previsiones de déficits públicos que rondan los 100.000 millones de dólares, amputan las teorías optimistas de la Administración Reagan en política económica.

En su última conferencia de Prensa, Reagan evitó toda promesa de calendario para la recuperación de la economía estadounidense. ¿A finales de primavera? Más prudente que en anteriores ocasiones, Reagan dijo solamente que el presupuesto presentado ante el Congreso para el año fiscal 1983 era válido y que no cabía esperar modificaciones para la disminución en el gasto para la defensa o la creación de nuevos impuestos.

El presidente citó también la estrecha colaboración entre su equipo de gobierno y el Fondo Federal de Reserva. Afirmación que se interpreta en Estados Unidos como un deseo del presidente para matizar las diferencias entre la Casa Blanca y el Fondo Federal de Reserva, organismo independiente de la Administración que dirige Paul Volker. Veinticuatro horas antes de la conferencia de Prensa, Reagan y Volker habían conversado en secreto en la Casa Blanca.

Reducir la inflación

"La Administración y la Reserva Federal trabajan estrechamente en conjunto para disminuir la inflación y reducir los tipos de interés", dijo el presidente Reagan. Recordó que la batalla contra la inflación estaba en vías de ser ganada (pasó del 13,2%, en 1980, al 8,9%, en 1981, y las previsiones para este año son del orden del 6%) gracias, en parte, a la política de estricto control de la masa monetaria que viene aplicando la Reserva Federal.Pero, en contrapartida, los tipos de interés bancario vuelven a estar orientados al alza (17% en la actualidad), comprometiendo seriamente la inversión y reduciendo el consumo. El crédito es demasiado caro, penaliza las compras directas en bienes de consumo, vivienda y automóviles, en especial, al tiempo que la capacidad de producción del sector industrial americano fue del 70,4% en enero último.

Otra de las novedades de la conferencia de Prensa de Reagan en materia económica fue el anuncio para la formación en las próximas semanas de un comité de expertos, procedentes todos ellos del sector privado, cuya misión será agilizar y controlar la gestión del gasto público. Una medida de importante impacto en la, en general, adormecida burocracia administrativa. El presidente no dio nombres. Sólo citó los departamentos (ministerios) que se verán directamente controlados por los ejecutivos de la empresa privada, siempre más acostumbrados a controlar las pérdidas y a sumar beneficios.

Lo discutible a primera vista es cuál será el efecto del nuevo equipo de expertos privados en un país donde la gestión empresarial en general es objeto de serias críticas en muchos sectores (automóvil, en especial), sobre todo cuando se compara a la agresiva dirección de los manegers nipones.

Es precisamente en el contexto de las relaciones Estados Unidos-Japón, junto al déficit comercial de unos 18.000 millones de dólares a favor de Tokio, donde, una vez más, los japoneses lanzan una iniciativa espectacular.

Por vez primera en la historia moderna, preparan la cesión de una ayuda económica del orden de 10.000 millones de dólares para "estimular la economía norteamericana".

Sería en forma de créditos a bajo interés para empresas estadounidenses como los japoneses, a partir de un organismo privado en el que contribuirían empresas y bancos, inyectarían dinero fresco a la economía estadounidense.

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