El Parlamento británico trasladará sus sesiones a un hotel si se desborda el río Támesís
El riesgo de una desastrosa inundación de Londres es elevado hasta, que se complete la barrera del Támesis, a finales de este año. Pero en esta época, altamente peligrosa, las autoridades británicas prefieren ser previsoras y organizarse para una posible crecida del río, que paralizaría la capital del Reino Unido. El Parlamento, a orillas del río, ya tiene reservado un hotel adonde trasladarse en el caso de que los lores y diputados comenzaran a sentir sus pies mojados.
Las seculares inundaciones de Londres han hecho mella en la ciudad. La última ocurrió en 1953 y en ella perdieron la vida trescientas personas; de ahí que el Ayuntamiento se lanzase en 1974 en un gran proyecto de ingeniería: la construcción de una barrera en el Támesis para contener sus aguas envalentonadas.La barrera, a la altura de Woolwich, al este de Londres, una obra de 95.000 millones de pesetas, consistirá en diez pilones de hormigón para sostener unas compuertas de acero.
Estas, horizontales, para dejar paso a la navegación, se levantarían treinta minutos después de la alarma, formando una barrera de la altura de un edificio de cinco pisos.
Las obras debían haber terminado en 1979, pero, de hecho, los retrasos producidos significan que Londres no podrá respirar con tranquilidad hasta finales del presente año.
La situación es más grave aún que en el pasado, pues las defensas construidas río abajo ha puesto en mayor peligro aún el centro de Londres.
De noviembre a marzo, los temporales en el mar del Norte y en el canal de la Mancha podrían provocar una brusca subida de la marea.
El peligro ha venido empeorando, descubriéndose que el Reino Unido está fisicamente basculando hacia el Suroeste, con lo cual Londres se hunde unos treinta centímetros cada siglo.
Por si esto fuera poco, la ciudad se va decantando sobre su lecho de arcilla, y hoy día las mareas suben más de medio metro en el centro de la capital. que cien años atrás.
Las grandes y desastrosas crecidas del Támesis se suelen producir, estadísticamente, cada veinticinco años, y, como explican los portavoces del Ayuntamiento, a pesar de que se exagere el peligro, la próxima inundación está a las puertas de la ciudad, siendo la temporada más peligrosa los meses de febrero y marzo.
El Támesis desbordado podría causar unos estragos en Ia ciudad por un valor mínimo de 700.000 millones de pesetas. La inundación llegaría a afectar a más de 250.000 viviendas en una zona de setenta kilómetros cuadrados, inutilizando cincuenta estaciones d metro, contaminando el agua potable y paralizando los servicios de transportes, teléfonos, electricidad y gas.
Se calcula que algunas zonas quedarían sumergidas durante, al menos, una semana y que la ciudad tardaría más de seis meses en recuperarse.
No pueden resultar, por tanto, sorprendentes las extremadas precauciones que toma el Ayuntamiento y otras instituciones, coordinadas por un centro para el control de la inundación en Londres. En todos los lugares públicos hay grandes carteles con instrucciones sobre lo que la gente debe hacer tras oír las sirenas de aviso de una inunación. La radio local se encargaría de dar las precisiones necesarias.
Los principales organismos públicos han tomado medidas para poder seguir operando fuera de sus edificios, si éstos llegaran a inundarse.
El Gobierno sé ha encargado ya de reservar el hotel Connaught Rooms, en Holborn, para proseguir su labor y sus debates en caso de que éstos se vieran pasados por agua.
Setecientas sillas han sido instaladas en sus grandes salas, y la primera ministra, Margaret Thatcher, y su equipo ministerial se instalarían en la suite de la planta alta.
El hotel está dispuesto a alquilar sus caros locales al Parlamento por un precio especial, en un gesto de fervor patriótico.
El año próximo, si por fin concluyen las obras en el Támesis, Londres podrá respirar con más tranquilidad; pero hasta entonces, si algún día suenan las sirenas, habría que sacar rápidamente los salvavidas, ante un caos total que preocupa sobremanera a la policía.
Londres, como dijo a este periódico un portavoz del Ayuntamiento, no se recuperaría nunca completamente, ni moral ni física.
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