La resolución de un litigio del siglo XIV aporta 100 hectáreas más a Cantabria
La región de Cantabria, que hoy pone en marcha su Estatuto de autonomía, comprende desde el pasado 22 de diciembre, por sentencia del Tribunal Supremo, cien hectáreas más de territorio. Dicha sentencia declara la procedencia de devolver a los vecinos de Santa María de Valdeprado, localidad de la alta Liébana, una dehesa de cien hectáreas, situada en tierras de Palencia y cercana al puerto de Piedras Luengas y a la localidad del mismo nombre. El pleito que enfrentó a los dos pueblos citados se remonta al siglo XIV, y el procedimiento judicial que ahora viene a sustanciarse se había iniciado en 1926.
Santa María de Valdeprado es un pequeño pueblo, perteneciente al municipio de Pesaguero, situado en la zona conocida por la alta Liébana, colindante con la provincia vecina de Palencia. Su economía depende fundamentalmente de la ganadería: vacas, ovejas y cabras, sobre todo. Por ello, la recuperación de la dehesa de Leres-Linares, de excelentes pastos, ha supuesto para los vecinos afectados una importante expectativa de aumento de su cabaña ganadera. En Piedras Luengas, en cambio, se habla de cacicada, e insisten en que la dehesa no sólo se encuentra en su totalidad en la provincia de Palencia, sino que todos sus antepasados llevaron a pastar sus vacas a la pradería objeto de litigio.
La solución ideal del litigio
La historia de este pleito, es la historia de un diálogo de sordo que dura más de seiscientos años y que, todavía puede saldarse sin vencedores ni vencidos: con la creación de una mancomunidad para el aprovechamiento de los pastos de la dehesa entre las localidades afectadas de un lado y otro del límite provincial. Menos de diez kilómetros separan la palentina localidad de Piedras Luengas de la cántabra de Valdeprado, que, junto a Obarco, Avellaneda, Cuevas y Pesaguero, serán los principales beneficiarlos de la sentencia del Tribunal Supremo. Trescientos vecinos por parte de Cantabria y no más de veinte por el lado palentino, parecen condenados a entenderse y utilizar, en provecho de todos.Los antecedentes más próximos del litigio entre Valdeprado y Piedras Luengas, fallado en el mes de diciembre pasado y en el que ha jugado un importante papel el profesor de Derecho administrativo y lebaniego Eduardo García de Enterría, se remontan al año 1926. En esa fecha los vecinos de Valdeprado vieron denegada su petición de que se les reconociera la exclusiva pertenencia de la dehesa. Quince años antes, varios vecinos de Piedras Luengas fueron denunciados ante el Juzgado Municipal de Pesaguero por haber penetrado en la dehesa con sus ganados, llegando el procedimiento judicial hasta el Tribunal Supremo. Siete años después, la Dirección General de Agriculturia y Montes ordenó el deslinde del monte en el que se halla situada la dehesa y que se conoce por Hoyo Espedroso.
El éxito se basa en la insistencia
Pero sólo la continuada insistencia de la junta administrativa de Valdeprado ha hecho posible que la desestimación de la demanda se tornase en aceptación 55 años más tarde. Ya en abril de 1978, la Audiencia de Palencia dictó sentencia favorable a las pretensiones de la localidad cántabra, contra la que recurrió Piedras Luengas ante la Audiencia Territorial de Valladolid, que un año después confirmaría la sentencia del juzgado palentino. El recurso presentado ante el Tribunal Supremo fue, finalmente, también desestimado, ratificando en todos sus términos la sentencia de abril de 1978.En ella se señala que la dehesa, conocida como de Leres-Linares, tal como aparece descrita en el deslinde administrativo de 1924 y en el plano complementario expedido en 1976 por el distrito forestal de Palencia, pertenece a la junta administrativa de Santa María de Valdeprado, debiéndole ser restituida su posesión.
Sin embargo, y aunque las constancias escritas sean más escasas, la controversia entre palentinos y cántabros se remonta al siglo XIV. Existe constancia histórica de que fue en el verano de 1384 cuando se plantea por primera vez el contencioso, designándose personas de probada imparcialidad para dirimir el enfrentamiento entre los vecinos de ambas localidades en torno a la dehesa de Leres-Linares y la delimitación de su extensión. Dos siglos más tarde la polémica vuelve a surgir entre los propietarios del monte -el pueblo de Piedras Luengas- y los de la dehesa -el pueblo de Valdeprado-, constituyéndose una comunidad de pastos y aprovechamiento de medios ajenos, que ante las dificultades y las fuertes disensiones, dejó paso a la resolución del tema por jueces aceptados por ambas partes.
No obstante, a pesar de los acuerdos alcanzados y dado el inmejorable emplazamiento y la excelencia de los pastos de la dehesa, la colisión de intereses entre ambas comunidades daría origen, en años sucesivos, a varias resoluciones de la Real Cancillería de Valladolid, a través de las cuales, y según documentos que se conservan, quedó definitivamente aclarado que la localidad cántabra era la propietaria de la dehesa.
Propiedad que vino a refrendar una sentencia de la citada cancillería de 4 de mayo de 1628, por la que se reconoce a la junta del valle de Santa María la posesión definitiva de la dehesa, sin que por ello cesaran los enfrentamientos por el uso de pastos y el disfrute de la madera, que, con relativos períodos de tranquilidad, se han venido prolongando hasta la actualidad en que el Tribunal Supremo ha cerrado el litigio con una sentencia a favor de Cantabria.
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