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El Reino Unido recela de la CEE diez años después de su adhesión

Andrés Ortega

Ayer hizo justo diez años que el entonces primer ministro británico, Edward Heath, puso su firma en Bruselas al pie del tratado de ingreso del Reino Unido en la Comunidad Económica Europea (CEE). Las burbujas del champaña que se descorchó en aquella histórica ocasión han desaparecido en el aire. Una década después, el Reino Unido no se siente dispuesto a celebraciones de este tipo. A pesar de lo que dicen las estadísticas, persisten muchas dudas sobre los beneficios que sacaron los británicos con ese decisivo paso.Hoy día, cualquier debate sobre estas ventajas viene camuflado en una espesa niebla de confusos datos. Al coincidir la entrada del Reino Unido en la Comunidad en 1973 con la crisis económica mundial, ni siquiera los británicos procomunitarios pueden defender con profunda convicción su política.

A pesar de ganar acceso a un mercado de doscientos millones de personas, la ansiada modernización de la industria británica se ha retrasado, el paro ha aumentado y los capitales parecen haber salido del país en vez de entrar. Pero en 1972 Estados Unidos dedicó un 12% de sus inversiones en Europa al Reino Unido. En 1981 esta cifra había subido a un 60%, gracias a que el Reino Unido estaba en la CEE. Para los ingleses, acostumbrados a una cesta de la compra barata, los alimentos se han encarecido.

Pero hay cifras que hablan por sí solas: en 1973, el Reino Unido tenía un déficit de 1.400 millones de libras en su balanza comercial con la CEE; en 1980 lograba un superávit de veinticinco millones de libras, que se espera, cuando se disponga de las últimas estadísticas, haya llegado a unos quinientos millones de libras en 1981. En 1981, un 42% de las exportaciones británicas fueron a la CEE.

Los anticomunitarios no gustan demasiado de estadísticas. Los laboristas están ya firmemente decididos a retirar al Reino Unido de la CEE si ganan las próximas elecciones y los sondeos muestran que una mayoría absoluta de la población está en contra de la Comunidad Europea. Pero no resulta fácil prever el futuro del Reino Unido fuera de la CEE, al haber perdido mercados en sus antiguas colonias.

Si los problemas de la política agrícola comunitaria y de la pesca son importantes, el argumento anticomunitario tiene profundas raíces en la cultura política británica. Muchos británicos se sienten diferentes de los habitantes del continente. "No tiene sentido jugar al críquet si los demás están jugando al fútbol", señaló a este corresponsal una diputada laborista al explicar las peculiaridades británicas.

De un modo general, los británicos son reacios al concepto de supranacionalidad. Esta es una de las razones, como indicó el ministro ,de Defensa, John Nott, por la que conservan su propia disuasión nuclear.

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