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Reportaje:Un año de Administración republicano-conservadora /1

La Casa Blanca, bajo el estilo californiano del presidente Ronald Reagan

El presidente está contento. Los ciudadanos, un poco menos. Pero en este primer aniversario de la gestión presidencial del republicano-conservador Ronald Reagan hay que destacar que el balance concluye con resultados mixtos. El veterano ex actor de Hollywood Ronald Reagan, que dirige hoy la Casa Blanca, a los 71 años, que cumplirá el próximo día 6 de febrero, ha logrado irradiar una buena dosis de optimismo a la política norteamericana. Y los estadounidenses demuestran que prefieren un dirigente optimista, sonriente y con sentido del humor, a pesar de que la situación general concluye con un resultado de primer aniversario bastante sombrío. Hay un importante aumento del nivel de desempleo, casi del 9%, las industrias trabajan al 70% de sus capacidades productivas, pesa una sería amenaza de nuevos impuestos para 1982, mientras crece el déficit público.Tan sólo la batalla contra la inflación parece en vías de relativo triunfo, al lograr unos índices por debajo de las dos cifras. "Pronto saldremos de la recesión", dice, optimista, el presidente.

Reagan habla también con tono duro frente a los soviéticos y pone su sello en el capítulo de relaciones exteriores y defensa, lo que, en general, gusta a los norteamericanos, que prefieren un presidente fuerte.

El 'estilo' Reagan

Siempre según el sondeo del The New York Times, el 49% de la población aprueba la trayectoria del presidente Reagan, mientras que el 38% está en contra. Es el índice más bajo de las últimas presidencias en el momento de valorar su primer año de labor.

Pero Ronald Reagan está acos tumbrado a luchar contra la ad versidad. Tres intentos electorales dura necesitó Reagan hasta conseguir la impresionante victoria que él 20 de enero de 1981 le llevó a la Casa Blanca.

Desde el primer momento, con fastuosos festejos, Ronald Reagan celebro su conquista de la Casa Blanca. Siempre sonriente, con tarros de cristal llenos de caramelos sobre la mesa de los consejos ministeriales, Reagan ha ido vendiendo a la opinión pública, a través de la televisión, la ideología y programa de su Administración.

Sus jornadas comienzan, en general, con tempranos desayunos de trabajo, rodeado de sus principales colaboradores. Recepciones, por ejemplo, con dirigentes de las agrupaciones antiabortistas, líderes negros, empresarios, editores de periódicos y congresistas y senadores completan las mañanas en la Casa Blanca.

Almuerzos, con preferencia para menús del estilo méxico-tejano, regados con vinos californianos, figuran entre las preferencias del presidente cuando hace vida normal en la Casa Blanca. Conversaciones, casi a diario, conjefes de Estado, ministros, de Relaciones Exteriores y otros dignatarios en peregrinaje a Washington forman también parte de la agenda habitual del presidente.

Hacia las cinco de la tarde, Ronald Reagan acostumbra a dar por concluida su jornada laboral, retirándose a actividades privadas, donde el pase frecuente de películas en familia y algunos íntimos amigos recuerdan, quizá, la nostalgia del presidente por los escenaríos de Hollywood. Mientras el presidente continúa con un índice de popularidad alto, la primera dama, su esposa, Nancy, tiene el triste récord de ser la menos estimada de todas las últimas first ladys. ¿Por qué? Fría y distante en su contacto con el público, el estilo imperial de Nancy Reagan, también ex actriz, no encaja entre los norteamericanos, que sonríen cuando ven cartas postales donde aparece Nancy vestida de reina.

Un equipo 'californiano'

Rodeado de antiguos colaboradores de su época de gobernador del Estado de California -cuya gestión recuerda siempre cuando quiere demostrar sus anteriores logros en política-, Reagan ha demostrado en su primer año de presidencia ser un hábil director de las lógicas batallas entre la Casa Blanca y el Congreso.

A lo largo de 1981, Reagan logró amplias victorias en el Congrego -con mayoría republicana en el Senado, pero mayoría demócrata en la Cámara de Representantes- en materia de reducciones presupuestarias, incremento del gasto de defensa y, lo que parecía más difícil, aceptación para la venta de sofisticado equipo militar a Arabia Saudí.

El pequeño núcleo que forman los hombres del presidente se basa en un clan de fieles colaboradores de la época californiana del presidente. Destacan los conocidos como el triunvirato, integrado por Edwin Meese, principal consejero del presidente; su jefe de Gabinete, James Baker, y su adjunto, Michael Deaver. Se suma ahora, tras la dimisión forzada de Richard Allen, salpicado por el escándalo, la figura de William Clark, recién nombrado consejero para Asuntos de Seguridad Nacional.

En un año de gestión, el denominado vicario de la política exterior estadounidense, el impetuoso ex general y actual secretario de Estado, Alexander Haig, habría perdido cierta influencia y admiración p or parte del presidente Reagan, quizá más sensible a las tesis más firmes del secretario, de Defensa, otro miembro del clan californiano, Caspar Weinberger. Sobre todo en lo que se refiere a posiciones con los soviéticos o para hacer marcar el paso a los reticentes aliados europeos.

¿Hasta qué punto decide realmente el presidente Reagan? Teóricamente tiene la última palabra. Desde la de mandar un proyecto de ley al Congreso hasta la de decidir apretar el botón en caso de ataque nuclear. Sin embargo, sabido es que al presidente le llegan los temas muy masticados, aunque él es la cabeza visible del iceberg de la política norteamericana.

El vicepresidente, Georges Bush, de 57 años de edad, realiza una dicreta gestión en la sombra, posiblernente mucho más importante de lo que dejan traslucir las informaciones periodísticas.

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