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La muerte del autor de "Crónica del alba"

Elogio de un novelista

Fernando Savater

Hay un tipo de honradez característica, un detestar la palabrería oratoria, un amor por la abundancia y prodigalidad de temas, una fluidez vigorosa de acciones y pasiones que caracterizan al novelista de pura sangre. No le van el estreñimiento ni la retórica; nunca le basta un solo argumento para cada libro -ahora que con un simple esbozo de argumento hay quien escribe diez volúmenes- y le tientan sin cesar las historias que orilla, los argumentos mencionados al paso. Tras Valle-Inclán y Baroja, Ramón J. Sender ha sido el novelista español de más clase, el de raza más indiscutible y enérgica. Se repite ahora mucho, con beatería usufructuada, lo de "recuperar el placer de la lectura"; para no haberlo perdido nunca, no había más que haberse abstenido de pelmazos y haber frecuentado a quienes tenían cosas que contar, y sabían contarlas: Ramón J. Sender fue el más ilustre de esta noble ralea.Me convertí en un incondicional de Sender a partir de Míster Witt en el cantón y Réquiem por un campesino español, dos de las rarísimas piezas perfectas de la narrativa española moderna. Luego, dos amigos, cuyo criterio literario estimo mucho, me recomendaron sendas obras maestras en las que por mí mismo no habría reparado: Félix de Azúa me habló de Imán, y Luis Antonio de Villena me elogió El rey y la reina. Placer de la lectura en el más alto grado, palabra de honor. En particular, Imán es una novela de una belleza sombría y agobiante, vívida y atroz: se la recomiendo con la mayor urgencia a los antimilitaristas, a los enemigos de la fanfarria belicista y patriotera y de los pringosos traficantes de muerte bajo el marbete de honor.

Después vinieron La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (lastrado su indudable interés por la comparación con la insuperable Jornada de Omagua y El Dorado, de Francisco Vázquez), Crónica del alba, Las criaturas saturnianas... De Sender, pensando sobre todo en cosas de sus últimos años, dirán: escritor desigual, demasiado prolífico; y será momento de recordar la defensa que ante acusa ciones similires hizo de Ale jandro Dumas su biógrafo Maurois: "Le reprocháis vicios de generosidad, pero ¿acaso le hubiérais preferido monótono o avaro?".

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