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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El desencantado

Parece achaque melancólico de alcaldes españoles acabar en el desencanto, desde el de Zalamea a Tierno Galván. Anoche cené con él y hasta el anís escarchado del final estaba un poco acibarado de digno llanto interior, intelectual, a esa hora en que el Manzanares sube hasta Madrid su multitud de niebla populosa y harapienta. Con nosotros, Carmen Diez de Rivera.

-Me levanto a las siete y cuarto de la mañana, Umbral -me dice Tierno-, para entrar a las ocho en el Ayuntamiento, con los funcionarios. La alcaldía es un viaje continuo por la diversidad. Ahora han traído a Madrid las fallas indultats de Valencia y he estado viéndolas. El fuego, como el rapto, la política de rehenes, tan frecuente hoy, me parecen formas de vuelta a una cultura primitiva que quizá para nosotros, hoy, sea una incultura. También estuve en lo del Madrid /Atlético. Un padre quería arrojar a su hijo contra el árbitro. Y hemos estado mi mujer y yo escuchando un concierto tradicional, en un convento, y nos han contado el milagro de las guindas de san Antonio, que un día se le apareció a un arriero para recogerle la mercancía de guindas que se le había caído, y lo hizo con facultades nada comunes, ya que en un momento estaba todo arreglado. Cuando el arriero fue al convento con un cestillo para el fraile ayudador, lo encontró en un santo retrato. Era san Antonio. Esto indica una notable fidelidad del pintor a su modelo celestial, ya que el guindero pudo reconocerlo en seguida. Desde entonces, estos frailes envían un cesto anual de guindas a los alcaldes y otras personalidades. Nosotros ya tenemos las nuestras.

El fuego, la música de convento, las fallas, las guindas. Hay como un cansancio en este hombre incansable. El pacto municipal está a punto de romperse y Saporta no se sabe muy bien si quiere cobrar o vender su pasarela de los Mundiales al Ayuntamiento.

Además quiere anunciar Malboro en la pasarela, y a eso yo me opongo.

Este hombre se ha lentificado dentro (de su natural lentitud y solemnidad de maneras. A este hombre lo han lentificado.

- Si se acaban las listas, gobernaremos los ayuntamientos con comisiones gestoras. Pero todo esto es malo. ¿Saldremos en las próximas municipales? Quizá debiera uno volver a sus libros, y sería mejor. Este Ayuntamiento ha hecho muchas cosas, Umbral, pero nadie quiere enterarse. Yo no leo los periódicos, pero algo me llega. Luego está el tremendo distanciamiento entre cultura y política. El Estado tiene una idea equivocada de la cultura, cree que se trata de hacer cultura popular, lo cual es una de gradación. Debiera empezarse desde la escuela a explicar que la cultura supone una mejor relación con el mundo. Los partidos políticos tampoco tienen mayor preocupación por la cultura. Como consecuencia de todo esto, el hombre de cultura resulta incómodo a los demás, en diversos ambientes, se le rechaza, se le ignora. Molesta. El político desprecia al hombre de cultura.

A Tierno no se le va a aparecer ningún santo que le recoja la mercancía derramada, las muchas palabras de convivencia y «conllevancia» que ha esparcido en los últimos años. Está pensando irónicamente en hacer un libro recogiendo sus bandos municipales, esos bandos literariamente admirables que comienzan: «Cuyas sean las razones ... ».

Toma pescado y carne, como siempre, con vino tinto. Más que en lo que dice, se le nota que es el desencantado en otras cosas: en la manera de posar el tenedor o dejar la servilleta. Por sobre la película miope de los ojos tiene ahora una película melancólica. Hasta del anís, ya digo, se ha volado el ángel del azúcar. «Me siento un Robinsón con biblioteca, Umbral, lo cual es incomodísimo».

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