Venga de donde venga
Sin miedo al abandono de teólogos y militantes, Pedro Ruiz practica un humor que no deja a salvo ninguna creencia. Había en sus primeros tiempos, al menos, un discurso paralelo, adobado de comicidad existencial, que servía de dique o pausa. Ahora se ha autodesterrado a un desierto infernal desde el que reconstruye la realidad sociopolítica sin coartadas líricas, ondulaciones metafísicas o ejercicios circenses. Se ha convertido en un grifo del mal hablar, del maldecir, del mal gustar. No va de escéptico ni de apolítico. Pero le zumba a los creyentes y a sus protuberancias civiles. Es muy probable que muchos le abandonen.Todos sus gestos y palabras se extienden para denunciar los tics menos confesables de la diestra y de la siniestra. Las caricaturas feroces de Oscar Alzaga, Herrero de Miñón, Garaikoetxea, Santiago Carrillo, Fraga Iribarne, Pinochet, Alfonso Guerra, Jordi Pujol, Adolfo Suárez, la señora Thatcher, Leopoldo Calvo Sotelo, Sancho Rof y Landelino Lavilla indican que todas las posiciones, vengan de donde vengan, le son aptas para el ritual de destapar sin piedad lo que el ropaje sagrado oculta.
Cabria temer por anticipado que semejante amalgama-desembocase en un murmullo reaccionario. No desemboca. Entre tanta humareda, el farsante se encarga de descifrar los matices, de subrayar lo más vil, de no dejarse atrapar por la confusión virtual. Para ello se vale de una oratoria marcadamente obscena, extremosa, irrecuperable. No es la castiza zafiedad al uso, el chiste verde, la sal gorda. Es usar lo zafio, verde y gordo hasta las últimas y más graves consecuencias. Se toma o se deja. El equívoco le cuadra mal.
Por supuesto, Pedro Ruiz no renuncia a la moraleja. Venga de donde venga la violencia es su bestia negra. Lo dice en medio de la borrachera final, poco antes del disparo en la espalda. Es su monólogo más efectista y endeble. Pero acaso, era necesaria esa concesión al contexto, lanzarle el grito de ultratumba a la pistola amenazante: "¡Muera la madre que te parió!".
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