Crítico momento social, político y económico para los puertorriqueños
La isla de Puerto Rico vive hoy inmersa en "una crisis social, un vacío de liderazgo político y ante un derrumbe económico", escribió Antonio Luis Ferre, ex gobernador de Puerto Rico, en el diario El Nuevo Día. La frase indica los tres elementos claves de una situación delicada, en medio de una lucha política por definirse entre tres alternativas: la propuesta por el actual gobernador, Carlos Romero Barceló, de convertir Puerto Rico en el Estado 51 de Estados Unidos; mantener una libre asociación con mayor autonomía, como proclama el principal partido de la oposición; o, simplemente, luchar por la independencia, como piden varios partidos minoritarios. Todo ello en un contexto de serias restricciones presupuestarias de la Administración Reagan que, como en otros Estados, afectan a Puerto Rico, cuyo actual estatuto de asociación con EE UU le da ciertas ventajas, pero también ofrece ciertos inconvenientes.
ENVIADO ESPECIALEn medio del clima tropical de la isla, los puertorriqueños han preparado las fiestas navideñas con particular preocupación por la seguridad personal, según encuestas periodísticas. La isla, gran parte de ella, vive detrás de las rejas para protegerse de la oleada de robos y agresiones. "Es el único país del mundo donde los ladrones han conseguido encerrar a los ciudadanos detrás de las rejas", comentan, sin perder el humor, los puertorriqueños, ante puertas, ventanas y vitrinas protegidas por sólidas verjas de hierro.
Con un paro del 20,4%, que afecta principalmente a los jóvenes de menos de veinte años, la violencia ha ganado posiciones en Puerto Rico. A la delincuencia habitual se han sumado, en estos últimos meses, atentados terroristas de grupos armados contra posiciones estadounidenses, en pro de una lucha por la independencia que inquieta a Washington.
La Universidad de Río Piedras está en huelga desde hace más de tres meses, con enfrentamientos diarios entre estudiantes y policía.
"Es un milagro que todavía no haya habido víctimas", declaró ante la televisión el arzobispo de San Juan, a quien los ultraconservadores puertorriqueños acusan de comunista por su posición moderada en el conflicto universitario.
Para algunos analistas de la derecha, todos los males de Puerto Rico proceden de un programa de desestabilización apoyado por Cuba con objeto de convertir a Puerto Rico en otra Cuba, según palabras del propio comisario de Puerto Rico ante el Congreso norteamericano, Corrada del Río.
El flujo de emigrantes en el Caribe, principalmente de origen haitiano, ha recluido en la isla a miles de refugiados, detenidos en Fort Allen en condiciones calificadas de campo de concentración por muchos puertorriqueños.
Es en medio de tal ambiente que la población se interroga sobre el futuro de la isla, en busca de su propia identidad política para pasar a ser un Estado más de EE UU, obtener mayor autonomía o lograr una independencia que nunca llegó desde que Cristóbal Colón descubrió la isla caribeña en 1493. A la colonización española siguió la estadounidense, desde 1898 hasta hoy, dicen los independentistas.
Un gobernador contestado
El Nuevo Partido Progresista, creado en 1968, dio la victoria al gobernador Carlos Romero Barceló en las elecciones de 1976, confirmando tina creciente corriente popular en pro de convertir Puerto Rico (hoy Estado asociado) en el Estado 51 de Estados Unidos. Barceló esperaba convocar un referéndum popular para apoyar su demanda que deberá ser aprobada por el Congreso estadounidense. Pero, en las últimas elecciones de noviembre de 1980, Romero Barceló sólo ganó por una diferencia de 3.037 votos, en un censo electoral de un millón y medio, lo cual indujo a serias críticas de los partidos de oposición acusando a Barceló de robar los votos.
"No es posible pensar en la convocatoria del referéndum antes de las próximas elecciones de 1984% dice José Granados Navedo, portavoz de la mayoría en la Cámara de Representantes del partido de Romero Barceló.
De los tres millones de habitantes de la isla, más de la mitad reciben ayuda en cupones de comida (Welfare) del Gobierno federal norteamericano. Para muchas familias es casi más cómodo esperar los dólares de la ayuda pública que trabajar.
Y, sin embargo, las estadísticas demuestran que Puerto Rico es el país más, rico del hemisferio latinoamericano, con una renta per cápita de 3.500 dólares (contra 9.500 de promedio en EE UU). El desarrollo económico es palpable en infraestructura de carreteras e industrialización.
El Nuevo Partido Progresista, de Carlos Romero Barceló, asimilado al Partido Republicano en EE UU, intenta convencer a la Administración federal en Washington de la necesidad de medidas urgentes de ayuda para Puerto Rico. Pero las voces llegan muy tenues a Washington, en unos momentos de austeridad general.. Washington, por otra parte, desea evitar a toda costa que, impulsado por los autonomistas y, sobre todo, los independentistas, Puerto Rico se convierta en un caso colonial en el foro de la ONU.
Ventajas de ser el Estado 51
Hoy los puertorriqueños tienen ciudadanía norteamericana (hay dos millones dispersados por EE UU, con una concentración masiva en el área de Nueva York), viven bajo el paraguas defensivo estadounidense, cuentan con libre comercio y están incluidos en los programas de ayuda social, sin participar en el sistema de impuestos federales.
Pero los puertorriqueños no tienen derecho de voto para elegir al presidente de EE UU, ni tampoco tienen representantes en el Congreso.
"Con la estatalidad tendremos derecho a dos senadores y siete representantes en el Congreso, cifra superior a la que actualmente tienen veintiséis Estados de EE UU", recuerda el diputado del Nuevo Partido Progresista, José Granados Navedo.
En lo económico, convertirse en el Estado número 51 "facilitará", añade Navedo, "el acceso a fondos federales, dando seguridad a la inversión". Según él, no perjudicará las ventajas fiscales de que disponen hasta ahora las empresas norteamericanas en la isla, base del progreso económico de los últimos veinte años.
Ante la debilitada influencia política de Romero Barceló, a quien muchos pronostican una sucesión electoral por el activo actual alcalde de San Juan, Hernán Padilla, los líderes políticos del Nuevo Partido Progresista restan importancia a los autonomistas de la oposición y, mucho más, a los independentistas. "Desde hace treinta años oigo hablar de independencia, y antes tenían el 8% de votos y sólo consiguieron el 5% en las últimas elecciones", dicen los partidarios de la estatalidad en la sede del Capitolio de Puerto Rico.
"La independencia es una realidad demográfica imposible, porque hay tres millones de puertorriqueños en la isla y otros dos millones en EE UU", ratifica Navedo. Opinión, naturalmente, no compartida desde los rangos de la oposición.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.