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Reportaje:LA LIDIA

El milagro de una escuela de hacer toreros

Entras en la Escuela Taurina, que está en la madrileña Casa de Campo, y te salta a la vista un gran letrero. que dice: «Llegar a figura del toreo es casi un milagro». Vaya forma -piensas- de comerles la moral a los alumnos. Luego, la letra pequeña te mete en el corazón la mística de la singular inquietud pedagógica que reina en aquel Parnaso: «Sin embargo, al que llegue, podrá el toro quitarle la vida, pero la gloria, jamás». Te convences de que el claustro de profesores lo que intenta es producir el milagro.

Una pequeña tropa de aspirantes a torero, algunos de los cuales no levantan cuatro cuartas del suelo, llenan de flamígeras pinceladas el amplio redondel con el vuelo escarlata de sus capotes. Crujen las medias verónicas, centellean las serpentinas y las lagartijeras. Hay varios que ensayan el trincherazo soñado, y un pequeñín esboza un primer natural con intencionada mecánica para que el segundo le salga no se sabe si sublime o evanescente.Cientos de aspirantes han pasado por la Escuela Nacional de Tauromaquia desde que se creó hace unos seis años. El director y verdadero creador de la escuela, Enrique Martín Arranz, nos dice que seis años son pocos para que puedan verse los resultados. «No menos de diez años», nos dice, «y, seguramente, no más de quince harán falta para que los públicos noten la influencia de la escuela en el toreo y para que cuajen los muchachos, porque esta enseñanza es dificilísima. La técnica de torear es complicada, más complicado aún el conocimiento del toro y todavía más complicada la formación de los chicos, que a estas edades -entre los doce y los dieciocho añostienen unos cambios psicológicos y de carácter acusadísimos».

De cualquier forma, la escuela ya ha dado nombres que más o menos circulan por los carteles. Si se producirá el milagro de que lleguen a figuras, nadie lo sabe, pero de momento ya han despertado el interés de los públicos y algunos están en el camino de la fama. Estos espadas salidos de la Escuela Nacional de Tauromaquia suenan en la mayor parte de los cosos españoles: Juan Carlos Arranz, Nando Galindo, Fernando Ribera, Lucio Sandín, Julián Maestro, El Yiyo, Vicente Yesteras, Luis Miguel Campano, Carlos Avila, Domingo Vega, etcétera. Y para próximas temporadas destacan unos chavalines de trece y catorce años que se llaman Jose Luis Bote, Juan Pedro Fundi, José Manuel Arroyo Joselito.

Enseñar la técnica del toreo

Estábamos en aquel entrañable Informaciones, a principios de los años setenta, cuando escribíamos sobre la necesidad de una escuela taurina donde se enseñara a los principiantes la técnica básica del toreo, con su repertorio de suertes, y se completara esta preparación con una formación profesional adecuada a las aptitudes de cada uno, la cual serviría para que aprendieran simultáneamente un oficio.Enrique Martín Arranz, un novillero que no funcionaba demasiado en los ruedos, pero que tenía una inquietud social grande, nos visitaba con frecuencia para intercambiar ideas y exponernos sus proyectos. Su empeño dio resultado: creó una cooperativa de consumo, Conata, y otra de promoción de toreros, Conadeto, y de esta última surgió la Escuela Nacional de Tauromaquia, que se instaló en la placita de tientas de la feria del Campo, cuyo estado era casi ruinoso. Los propios novilleros y maletillas arreglaron la placita y construyeron bajo sus tendidos unas dependencias que durante estos años han sido aulas, bar, club, taller y residencia. Más adelante, en otro pabellón cercano, construyeron la que podría llamarse aula magna, que es, a su vez, una especie de laboratorio del arte de torear.

Poco después se incorporaba Manuel Martínez Molinero, a cuyo cargo ha corrido la dirección pedagógica y que ha realizado una eficacísima tarea. Profesores son los subalternos El Boni, Alfredo Fauró, Joselito de la Cal y Luis Morales, quienes vuelcan su vocación en los muchachos para convertirlos en diestros con acabados conocimientos de la profesión y, sobre todo, con inequívoca torería. José Gan pone a disposición de la escuela su amplísima filmoteca, y todos los viernes realiza en el aula magna una proyección de películas taurinas, que complementa la formación de los alumnos. Cada semana, los chicos torean vaquillas en la placita de tientas, y la enfermería es atendida desinteresadamente por el doctor Paz y por el ATS José Calvo.

Escasez de medios

Todo se hace en la Escuela de Tauromaquia con seriedad, con dedicación; fundamentalmente, poniendo todo el cariño en la preparación de estos toreros del futuro. Y, como puede suponerse, con escasez de medios. Según Martín Arranz, los ganaderos se portan muy bien, pues muchos de ellos regalan el ganado para las clases prácticas, y bastantes empresarios han dado facilidades para que en sus plazas la escuela organizara novilladas de promoción. Maestros del toreo han dado lecciones magistrales. Pero las figuras en activo, por lo general, apenas se han preocupado por estos chicos que empiezan, y no son pocos los que contemplan con desdén esta aventura de la escuela.Pero ahora parece que todo va a cambiar. La Escuela Nacional de Tauromaquia ha sido cedida por Conadeto al Ayuntamiento y a la Diputación para que se convierta en la Escuela Taurina de Madrid, regida por ambas entidades a través de un patronato. Se construirán nuevas instalaciones en el recinto de la Venta del Batán y habrá una dotación económica para el mantenimiento de la institución. Y, ante el prometedor panorama, la escuela ya ha empezado a tener novios, algunos de campanillas. Muchos quieren dirigirla, muchos presidirla, muchos participar por si algo queda. Sería lamentable que la nueva pátina pudiera celar el espíritu de promoción, conformado de amor a la fiesta y de eficacia, que la escuela ha tenido hasta ahora.

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