Marcela Montoya
y el teniente Luis Silva Bravo, de las fuerzas aéreas chilenas, contrajeron matrimonio en una base del continente antártico tras un recorrido de miles de kilómetros de la novia, que se desplazó hasta el centro de investigación desde Santiago de Chile. Esta era la primera boda que se celebraba en la Antártida, y la ceremonia fue oficiada por el comandante de otra de las bases chilenas, el capitán Iván Vega. Acompañaron a los contrayentes doce parientes entre los que se encontraba una niña de tres años. La mayor parte de los demás testigos del acto, entre los que se encontraban los escasos miembros de las dotaciones allí destacadas, eran las focas y los pingüinos que se acercaron a contemplar, un tanto extrañados, lo que ocurría. Horas más tarde, Marcela Montoya regresó a Chile. Su marido no terminará su misión en el helado continente hasta dentro de un año.
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