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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El viaje del Rey

EL VIAJE del rey Juan Carlos a Abu Dabi, capital administrativa de los Emiratos Arabes Unidos, y a Bahrain, centro comercial del golfo Pérsico, resalta sobre todo, en un momento de abundancia relativa del petróleo, la fidelidad de España a sus suministradores tradicionales. La calurosa acogida dispensada al Rey pone asimismo de manifiesto el respeto y la popularidad de que goza España en el mundo árabe, así como el deseo entre los países ribereños del golfo de estrechar sus relaciones políticas con aquellos otros países tenidos como aliados para garantizar la tranquilidad de la zona.Después de la desaparición de Irán como gendarme armado y la escasa aceptación de los acuerdos de Camp David, se ha agudizado la necesidad de acrecentar el número de países amigos. España no es, por supuesto, una primera potencia, como tampoco lo son Holanda o Suecia, que, sin embargo, desempeñan una política exterior muy activa; pero nuestro buen ascendiente en el mundo árabe, entre los moderados e incluso entre los países calificados de duros, como Siria, Irak o el mismo FLP, puede constituir un valioso activo a la hora de prestar una contribución para apaciguar tensiones.

En el terreno de los intercambios es conocida nuestra enorme dependencia del petróleo y también la importancia y avidez importadora de los productores de crudos. Aunque las posibilidades de penetración de las mercancías españolas son todavía grandísimas, ha comenzado a recorrerse deprisa el camino de la exportación. En 1980 nuestras exportaciones totales, medidas en dólares, crecieron un 14% respecto al año anterior, pero las ventas a los países de la OPEP lo hicieron en un 42%. En los ocho primeros meses de 1981, las exportaciones totales, también contabilizadas en dólares, han aumentado un 1% (recuérdese que entre un año y otro se produce una de preciación de la peseta respecto del dólar del 22%) y las exportaciones hacia la OPEP lo han hecho en un 21%. Pero estas ventas a la OPEP se concentran hasta ahora en un número reducido de países: Arabia Saudí y Argelia, principalmente; y los mercados de los Emiratos (44 millones de dólares de ventas españolas en 1980) y de Bahrain (ocho millones de dólares) todavía son casi unos desconocidos para nuestros exportadores. La presencia española se reduce a una oficina del Banco Urquijo y a unas diez empresas con un carácter de relativa permanencia. Se han vendido y construido edificios comercia les, aviones CASA, electrodomésticos, instalaciones eléctricas, explosivos, metales y neumáticos, pero toda vía falta por formalizar una penetración en profundidad cuando, por el nivel de desarrollo tecnológico de esos países la presencia española debe y puede ser más intensa.

Los viajes del Rey en estos tiempos de estancamiento económico han perdido, por fortuna, el añejo sentido retórico de "estrechar los lazos de amistad". Ahora hay un contenido y un pálpito político, y también un esbozo de penetración económica en momentos cruciales para un nuevo despegue de nuestra exportación. Quizá, sin embargo, se eche en falta una estrategia más sólida, que entrelace sin prejuicios la presencia del Estado con todos los intereses económicos del país, Está muy bien la presencia del presidente del INI en la comitiva, pero estaría mejor si se hubiese contado también con la de los representantes de empresas privadas y del sector empresarial. Al mismo tiempo, quizá hay que plantearse con realismo la organización de una red exterior que cuente y unifique, si es preciso, los servicios dispersos del Ministerio de Economía y Comercio, del INI, la banca privada y del Banco Exterior, de manera que sirviese de sostén y referencia a esa gran cantidad de pequeñas y medianas empresas españolas que necesitan de la válvula del comercio exterior para apuntalar y desarrollar sus negocios. La presencia continua del Rey como ariete de la exportación española y la excelente acogida política que se le dispensa es un triunfo de la España democrática al que el Gobierno debe tratar de extraer sus legítimos frutos.

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